¿Recordáis al derviche que daba vueltas en la mezquita? Pues, no os mencioné, que a medida que giraba, el edificio que le rodeaba empezó a transformarse, pero no sólo fue el edificio, de hecho, el propio derviche también. Con el primer giro su cara blanca cambió de color y sus ojos se entrecerraron, y con el segundo giro, se oscureció y su nariz se volvió respingona. A medida que seguia girando, los colores y sus rasgos iban cambiando y el edificio seguía transformándose hasta que las diferencias entre el derviche y el edificio se desvanecieron.