Por: Carmen Rosado. Presidenta de la Asociación de Málaga por su Semana Santa y Patrimonio Cultural.
Hace ya algunos meses comenzó una Cruzada. No se trataba de una Cruzada como las de antaño para salvar a Jerusalén de la invasión, ni tampoco para poner a buen recaudo aquellas reliquias tan codiciadas. Se trataba de una Cruzada del siglo XXI.
No engaño a nadie cuando digo que todo empezó por una silla. Una vieja, sucia y rota silla de madera, que en realidad guarda una historia de sentimientos, de muchas emociones, una vida y todas las vidas que conviven en torno a ella. Una tradición familiar. Algo que ahora se me antoja extraño y lejano, y que me lleva a la más amarga nostalgia de lo que se ha perdido. Y ha muerto en silencio, porque a nadie le ha importado matarlo.
Toda andadura es difícil, más cuando enfrente te encuentras un gigante para el cual resultas insignificante, a penas un insecto fácil de aplastar. Pero convencida, como aquellos cruzados de antaño, que había que seguir, había que hacerse oír, había que dar voz a quien no sabía cómo hacerlo.
Buscamos el diálogo, pedimos explicaciones, llamamos a todas las puertas. Algunas se nos abrieron tímidamente para decirnos que todo estaba estudiado, que se había trabajado » mucho y muy bien» durante mucho tiempo.
Y así llegamos hasta el Domingo de Ramos, donde con dolor, impotencia, rabia y esa extraña satisfacción que da el » te lo dije…»; vimos como uno a uno todos los temores se iban haciendo realidad. Era una pesadilla de las que tienen los niños, que se pasan cuando despiertan y reciben el abrazo y el consuelo de su madre. Pero esta vez no hay consuelo ni abrazo, solo menosprecio.
Sobran las palabras esta Semana santa del 2019, las imágenes hablan por sí solas. Pero según los medios de «comunicación» no es momento de hablar, como tampoco lo fue antes. ¿Cuándo llegará ese momento? ¿Cuántas Semanas santas tendrán que pasar? ¿Cuánto tiempo andaremos por el desierto?
A lo largo de la historia de la humanidad a los periodos de esplendor les ha seguido la oscuridad, las sombras. Nuestra amada Semana Santa por la mediocridad y la cobardía de muchos se encuentra abocada a esa oscuridad. ( Y si no que se lo pregunten al abonado que se encuentra en la Plaza de la Marina)
Es tiempo de reflexionar, es tiempo de escuchar, es tiempo de dialogar. Sin olvidar que el diálogo es entre personas que no tienen que pensar lo mismo, pero siempre desde el respeto, de igual a igual.
Volvamos al sentido común.
El orgullo aísla y ciega.
Es tiempo de hablar, y quizás lo más importante, de saber escuchar.