Como dice el Eclesiastés (1-15), “los perversos con dificultad se corrigen y el número de necios es infinito”. Hay diversas clases de necios: los necios a secas, los tontos útiles y los tontos inútiles. Estos últimos son los más peligrosos y entre ellos se encuentran Donald Trump, J.D. Vance y Elon Musk. El líder de esta tríada maléfica ha expresado su intención de dominar al mundo a base de ocupar, por las buenas o por las malas, los territorios que le apetecen y castigar al mundo cruel que se aprovecha de EEUU con su arma letal favorita que es el arancel, para a todo bicho viviente y por vivir. Ha escogido a estos efectos el 2 de abril –“Día de la Liberación”- para hacer el saque de honor del primer lanzamiento masivo de su campaña reparadora de semejante injusticia, aunque se ha equivocado de fecha, ya que debería haber escogido el día anterior, en el que el mundo anglosajón celebra el “Día de los Tontos” –“Fools’ Day”-.
Tras ser elegido presidente del país más poderoso del mundo, Trump anunció la buena nueva de su intención de apoderarse de Canadá y de Groenlandia -el 90% del territorio de Dinamarca-, países ambos socios y aliados en el seno de la OTAN, así como de Gaza, del Canal de Panamá y de parte de las tierras de Ucrania, para “Make America Great Again” (MAGA) –“Hacer a América grande de nuevo”-. El propio lema inspirador del autócrata revela su megalomanía, al equiparar a Estados Unidos con América, actualizar el lema de Monroe “América para los norteamericanos” expandiéndolo hacia Europa y Asia, y sustituir la doctrina del ”gran garrote” por la del “gran rotulador lanza-aranceles”. Neoimperialismo puro. Lo de Panamá y Ucrania es pan comido, pero lo de Canadá, Groenlandia y Gaza puede que se le atragante.
La anexión de Canada es un “pious wish” de Trump, porque el segundo país más extenso del globo no se va a dejar amedrentar. Posee 40 millones de habitantes, tiene la octava economía mundial y es miembro -además de la OTAN- de la Commonwealth y del G-7. La ocupación del canal de Panamá sería tarea fácil -ya lo ocupó EEUU en 1989-, pues es un pequeño país de cuatro millones y medio de habitantes, que -por no tener- no tiene ni Ejército y está a tiro de piedra del presunto atacante. En el caso de que se produjera, sería una lucha de David contra Goliat. ¿Cuál es la situación de Groenlandia, de Gaza y de Ucrania?
Trump pretende apoderarse de Groenlandia “velis nolis”
Groenlandia es la isla más grande del mundo, situada en el extremo norte de Europa entre los Océanos Atlántico y Ártico. Tiene una extensión de 2.175.600 kilómetros cuadrados -el 80% de su territorio está cubierto de hielo de forma permanente- y una población de 59.000 habitantes. Cuando en 1814 se disolvió el Reino noruego-danés, Groenlandia pasó a formar parte de Dinamarca. En 1931, Noruega invadió el territorio y la disputa fue resuelta en 1933 por el Tribunal Permanente de Justicia Internacional, que dio la razón a Dinamarca. En 1941, EEUU ocupó Groenlandia para evitar la invasión de la Alemania nazi y sus tropas permanecieron en el país hasta 1945. Un año más tarde, el Gobierno estadounidense ofreció comprar la isla por $100 millones, pero Dinamarca rechazó la oferta, si bien autorizó a EEUU a que estableciera una base militar en Thule.
En 1951, Dinamarca y EEUU firmaron un Acuerdo – actualizado en 2004-, por el que, combinando sus esfuerzos para la defensa colectiva del territorio groenlandés, tomarían cada uno de ellos “las medidas necesarias o convenientes para la pronta realización de las tareas individuales y conjuntas en Groenlandia, de cuyo cumplimiento son responsables según los planes de la OTAN”. El Acuerdo autorizaba a las fuerzas armadas estadounidenses a moverse libremente por tierra, mar y aire, siempre que lo hicieran sin perjuicio de la soberanía de Dinamarca, y daba manos libres al Gobierno estadounidense para que estableciera cuantas bases estimara convenientes. Llegó a haber 17 bases norteamericanas con 10.000 soldados, que fueron gradualmente cerradas o transferidas al Gobierno danés, hasta permanecer tan solo la base de Pituffik, que cuenta con 200 efectivos.
La Constitución danesa de 1953 incorporó Groenlandia a Dinamarca como una “mancomunidad de la Corona”. En 1979, se le dio un cierto grado de autonomía y, en 1985, el Gobierno groenlandés decidió abandonar la Unión Europea por su oposición a su política pesquera. En 2009, Dinamarca concedió a la isla un amplio régimen de autogobierno y reconoció al pueblo groenlandés su derecho a la libre y determinación y a la independencia. Las elecciones de este año han sido ganadas por el partido independista moderado Demokraatit, que es partidario de avanzar hacia la independencia con parsimonia y en colaboración con Dinamarca, porque las condiciones económicas actuales no permiten su realización a corto plazo, y ha mostrado su rechazo total a las pretensiones anexionistas estadounidenses. Ya en 2019, Donald Trump volvió a ofrecer la adquisición de la isla, pero el primer ministro danés, Kim Kielsen le contestó que Groenlandia no estaba en venta, pero estaba abierta al comercio y a la cooperación militar con EEUU.
Tras su reelección, Trump ha vuelto a las andadas, pero en términos bastante amenazadores. Ha afirmando que la posesión de Groenlandia es vital para la seguridad de EEUU y para la paz mundial, y que existe la posibilidad de que lo logre sin necesidad de recurrir a la fuerza militar, aunque no excluía nada. Con su ignorante facundia, Trump comentó que ni siquiera se sabe si Dinamarca tiene algún derecho sobre la isla, pero -si lo tuviera- debería renunciar a él, porque la necesitamos para la seguridad nacional y para proteger al mundo libre. A primeros de año, mandó en avanzadilla a Nuuk a su hijo Donald Jr. para otear el horizonte sobre el terreno, aunque éste declaró que había ido a la capital como turista, y protagonizó un lamentable espectáculo típico de la dinastía Trump, arrojando billetes de hasta $100 a los niños que se encontraban en la cercanía de su hotel.
La segunda etapa programada fue la visita “cultural” de Usha Vance -esposa del vicepresidente- y de sus hijos pequeños, para asistir a una carrera de trineos subvencionada por la Administración norteamericana, que iba a ser acompañada por el asesor de Seguridad Nacional del presidente, Mike Waltz, que no creo que tenga mucho que ver con los perros huskies. Como las autoridades locales se negaron a recibir a la que ilustre visitante, hubo un cambio de guion y se entró en la tercera etapa en la que el propio Vance se presentó en carne mortal en la base de Pituffik, acompañado de su consorte, de Waltz y del secretario de Energía, Chris Wright. Solo estuvo unas horas en la congeladora tierra, pero fueron suficientes para rebuznara una serie de inconveniencias. Afirmó que Trump estaba muy interesado en el Ártico y que Groenlandia estaría mejor bajo el paraguas de seguridad de EEUU que del de Dinamarca, la cual no había invertido suficientemente en la arquitectura de seguridad del territorio, y criticó duramente a Dinamarca por no haber hecho bien su trabajo y por ser un mal aliado. No obstante, señaló condescendiente que no creía que fuera necesario recurrir al uso de la fuerza para mejorar la seguridad de la isla, porque los groenlandeses eran personas razonables, por lo que “vamos a llegar a un Acuerdo al estilo Donald Trump para garantizar la seguridad de este territorio y también la de EEUU”.
Sin embargo, por ignorancia o por sectarismo, el vicepresidente ha obviado que ya existe un Acuerdo de defensa que establece la responsabilidad conjunta y que el único que tiene fuerzas militares sobre el terreno es EEUU. La mayoría del pueblo de Groenlandia y su futuro primer ministro, Jens- Frederik Nielsen, no aceptan la OPA hostil del dúo dinámico Trump-Vance y rechazan con contundencia sus arbitrarias y abusivas pretensiones. Nielsen ha asegurado que sería claro: “EEUU no conseguirá Groenlandia. No pertenecemos a nadie. Solo nosotros decidimos nuestro futuro”. La población se ha unido a sus líderes mostrando carteles en inglés con el lema “Nuestra tierra, nuestro futuro”. Con sentido del humor, han dicho que ellos también tienen su MAGA: “Make America Go Away”. La presidenta danesa, Mette Frederiksen, ha pedido la unidad de todos los ciudadanos en momentos tan difíciles, no solo para Groenlandia, sino también para Dinamarca y para Europa.
Y no deja de tener razón. Se ha llegado a una situación kafkiana que nadie habría podido imaginar por lo absurdo, pero que con un personaje tan atrabiliario y tornadizo como Trump podría materializarse. Supongamos que, Dinamarca no cediera y EEUU invadiera Groenlandia. En una Alianza militar como la OTAN, cuando un socio sufre una agresión, tiene derecho a invocar el artículo 5 del Tratado de Washington, conforme al cual, en caso de producirse un ataque armado contra un miembro de la Organización, los demás Estados miembros deberán asistir al agredido, adoptando las medidas necesarias para restablecer la seguridad de la región, incluido el uso de la fuerza armada. Esta disposición básica se incluyó el Tratado constitutivo de la Alianza ante la posibilidad de un ataque externo, pero nadie pudo imaginar que pudiera alegarse ante un ataque interno ¿Qué harían los demás miembros si Dinamarca invocara, a justo título, el citado artículo? ¿Expulsaría España las fragatas estadounidenses de la base de Rota? ¿Enviarían los países nórdicos tropas a Groenlandia? ¿Activarían Francia y Gran Bretaña su arsenal nuclear?… Sería una situación inconcebible y poco racional, pero que se podría concebir ante la actuación de un personaje tan irracional como Trump. “Ergo, delenda est OTAN?”.
Trump pretende hacer de Gaza un “resort” de EEUU, deshaciéndose de los gazatíes
Gaza es una franja de tierra de 41 km de largo y 10 de ancho, que bordea el mar Mediterráneo entre Israel y Egipto y, en tan reducido espacio, concentra una población de 2.3 millones de habitantes, el 80% de los cuales son descendientes de los palestinos refugiados desde la guerra árabe-israelita de 1948 y sobreviven de mala manera gracias a la ayuda internacional, especialmente de la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNWRA), Organización considerada como terrorista por Israel y a la que EEUU -que era el principal contribuyente- ha retirado su ayuda. Para el primer ministro israelita, Benjamín Netanyahu, todos los gazatíes son terroristas, actuales o potenciales, lo que le permite a atacarlos hasta el exterminio para garantizar la seguridad de Israel. La penúltima hazaña de una persona denunciada por crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional -que ha ordenado su detención- ha sido a atacar una clínica de la UNWRA en Jabalía y causar 19 muertos y numerosos heridos, incluidos niños y personal sanitario.
El enclave es -en opinión de Joan Cañete- el espejo de la sociedad palestina, con sus contradicciones, luchas, traumas, miedos, aciertos, errores, sueños y proyectos, y el reflejo de una sociedad ocupada y oprimida desde hace décadas, pero que insiste en sobrevivir. No conoce ni tregua ni esperanza desde 1947. La extraordinaria crisis humanitaria por la que atraviesa no ha sido causada por un desastre natural, sino por la agresión de Israel. “Gaza es una cuestión de simple decencia”. Ha sido controlada sucesivamente por Egipto, la Autoridad Nacional Palestina, Israel y Hamas, y en el futuro puede que lo sea por EEUU o mejor dicho- por Trump y su vice-todo, Elon Musk. Siguiendo el principio de que ” el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, Israel aplicó un maquiavelismo de bolsillo al potenciar la guerrilla terrorista para debilitar el precario Gobierno de Yasser Arafat, en los bantustanes palestinos en las que los gobiernos israelitas lo recluyeron, pero le salió el tiro por la culata, porque la ANP y elpartido Al Fatah que lo sustentaba fueron expulsados de Gaza y las elecciones de 2006 fueron ganadas democráticamente por Hamas de forma arrolladora y, desde entonces, la milicia terrorista convertida en Gobierno legítimo, inició con la ayuda de Irán- su hostigamiento a Israel, que culminó con el ataque sorpresa de 7 de octubre de 2023 y la masacre de más de 1.200 israelitas en su propio territorio. Alegando su legítimo derecho a la defensa, Israel inició una guerra de atrición contra Gaza, que ha provocado la casi total destrucción de las viviendas y estructuras básicas del país, la muerte de miles de palestinos y la sumisión de la población a una situación humanitaria degradante. Por presión del Gobierno norteamericano de Joe Biden, Netanyahu tuvo que aceptar la primera fase de una tregua, pero ahora se niega a aceptar la segunda en la que, a cambio de la devolución de los pocos isrealitas secuestrados que aún quedan con vida, Israel debería cesar sus ataques a Gaza, retirar sus tropas y negociar una tregua permanente. Un hecho digno de tener en cuenta es que, por primera vez, ciudadanos de Gaza han realizado manifestaciones de protesta contra el Gobierno de Hamás.
En esta dramática situación, Trump tuvo una de sus geniales ocurrencias, al afirmar que la paz y la estabilidad en Oriente Medio mejorarían de forma considerable si Gaza fuera controlada por EEUU, que convertiría la franja en una zona de recreo internacional como la Rivera maya o la Costa Azul, con la desinteresada participación de las empresas constructoras del presidente. Había, sin embargo, el pequeño problema de qué hacer con los dos millones y pico de molestos gazatíes, que no estaban por la labor de dejarse beneficiar por la generosidad “trumpiano-muskina”.
En 1992, el primer ministro es israelita, Isaac Rabin, confesó que le gustaría que Gaza se hundiera en el mar, pero que -como esto no era posible- había que encontrarle una solución y la halló un año más tarde en los Acuerdos de Oslo que firmó con Arafat, por el que se dio al territorio una autonomía limitada bajo el control de la ANP. Tras el asesinato de Rabin, se frenó el proceso de paz. No obstante, Israel se retiró de Gaza e incluso repatrió a los colonos israelitas que se habían instalado en su territorio, aunque estropeó su buen hacer ayudando a que prosperara el movimiento terrorista Hamas.
Ahora, Netanyahu sigue con el estrangulamiento de Gaza y no le interesa la paz porque, mientras continue la guerra, tiene asegurada su permanencia en el Gobierno y evita ser juzgado y condenado por sus delitos de prevaricación y de nepotismo. A diferencia de su predecesor, no tiene inconveniente -antes al contrario- a que los Gazatíes sean arrojados al Mediterráneo o estabulados en un campo de refugiados de algún país árabe. En esto coincide con su cuate Trump –“Dios los cría y ellos se juntan”-, quien, durante una visita de Netanyahu a Washington, lanzó su disparatada propuesta sobre Gaza, ante la sorpresa y regocijo del líder israelita, quién se ofreció a asumir la tarea sucia de deshacerse de los aborígenes y garantizar la seguridad en la franja.
Netanyahu ha aceptado la invitación del submarino ruso en la OTAN y en la UE, Viktor Orban, y está visitando Budapest, por lo que Hungría se ha retirado del Tratado de Roma constitutivo de la CPI para no tener que detenerlo. Por cierto, que el presidente del Partido Verde Europeo, Ciarán Cuffe, ha afirmado que hace tiempo que la UE debería haber iniciado el procedimiento previsto en el artículo 7 del Tratado de la Unión para suspender la membresía de Hungría por violar los derechos fundamentales, y porque Orban” es más leal a Trump y a Putin que a la UE”. Estoy de acuerdo. porque ya es hora de que la Unión se proteja del caballo de Troya que tiene en su seno.
No sé si han tenido el disgusto de ver el video promocional que han producido al alimón Trump y Musk -con inteligencia artificial- sobre la apropiación de Gaza. Yo lo he encontrado muy “Trump-like”: chabacano, insultante, indecoroso y repulsivo. Aparecen imágenes de lujosos hoteles, casinos y zonas deportivas, de Trump y Netanyahu tumbados en bañador en unas hamacas en la piscina, de una estatua en oro del benefactor, de unos barbudos nativos disfrazados de bayaderas bailando la danza del vientre, y de un Musk arrojando al viento billetes de dólares, como ha hecho en las elecciones presidenciales norteamericanas y, más recientemente, en las elecciones de un miembro del Tribunal Supremo de Wiscosin. La impudicia de Trump no conoce límites. Como ha comentado con amargura el director del Centro Palestino para los Derechos Humanos en Gaza, Raji Sourani, es lamentable que el presidente del Estado más importante del mundo hable de tomar Gaza y de expulsar a sus habitantes a plena luz del día, en lugar de protegerlos.
Trump apoya a Putin en las desintegración de Ucrania
Trump ha tomado partido al 100% a favor de Putin y en detrimento de Zelenski, humillado a éste en la Casa Blanca, lo ha acusado de haber iniciado la guerra, de ser la causa de la muerte de miles de ciudadanos, y de poner en riesgo el comienzo de la III Guerra Mundial. Le ha retirado la ayuda militar y el suministro de información de inteligencia, lo ha llamado dictador porque no ha celebrado elecciones, lo ha forzado a aceptar unas negociaciones de paz entre Rusia y EEUU de las que él y los dirigentes europeos han sido excluidos, y ha dado por bueno que Rusia conserve Crimea y los demás territorios ocupados, y puede que algunos más.
Pero quizás lo más indigno de su conducta es que se esté aprovechando de la debilitada situación de Ucrania para apoderarse de buena parte de sus recursos, sin ofrecerle ninguna garantía frente a una reanudación de la agresión rusa. Impuso a Zelenski la firma de un Acuerdo por el que Ucrania cedía a EEUU el 50% de sus tierras raras y otro 50% de los beneficios de la explotación de sus recursos minerales. No contento con este vergonzoso despojo, ha modificado unilateralmente el texto acordado -ya de por sí exorbitante- para que su país disponga del 51% de los recursos minerales de Ucrania y pueda tener derecho de veto sobre la concesión de licencias de explotación a empresas de terceros Estados.
En la negociación en la que EEUU se ha erigido en mediador y parte implicada – al asumir la representación no concedida de Ucrania- y el temible Trump está siendo debidamente toreado por Vladimir el terrible, que es un “homo sovieticus” con ínfulas imperiales. Sigue la técnica negociadora soviética de decir una cosa y escribir lo contrario, que yo ya padecí años ha en mi época de subdirector general de Cooperación Marítima y Aérea. En el Acuerdo hispano-soviético de transporte aéreo firmado en Moscú en 1976, se acordó conceder el derecho de sobrevuelo a las aeronaves de ambos países y la URSS hizo uso de este derecho en su ruta Moscú-Lima, vía Madrid y La Habana. Un día pedimos permiso de sobrevuelo de AVIACO con destino a Japón y el gobierno ruso lo rechazó. Cuando protestamos, argumentaron que el Acuerdo no concedía tal derecho a las aeronaves españolas. El Acuerdo fue firmado en el último momento con la delegación española en el aeropuerto a punto de embarcar y no se chequeó debidamente. El resultado fue que el texto en español nos concedía el derecho y el texto en ruso no, y ambos textos eran auténticos. Me tocó acudir a Moscú para decir que, si no se concedía el sobrevuelo, España retiraría su autorización a las aeronaves soviéticas. Además les dije que el eventual acuerdo -que no se llegó a producir- debería incluir una copia en inglés para evitar desagradables sorpresas.
La delegación rusa dice que acepta renunciar a atacar las instalaciones de energía y las infraestructuras, pero en el escrito desaparece cualquier referencia a las estructuras. Dice que acepta el cese de los ataques a buques y puertos en el Mar Negro, pero en el escrito desaparece la mención de los puertos y se condiciona la moratoria al levantamiento de las sanciones de la UE a Rusia. Trump empieza a darse cuenta de que Putin le está tomando el pelo, pero no quiere romper los lazos restablecidos con su admirado Putin y descarga su ira contra Zelenski. Putin no quiere la paz, sino ganar tiempo para rearmarse y aumentar sus efectivos mediante una movilización parcial, sobre todo cuando el Dios de los ortodoxos ha venido en su ayuda a través de su arcángel Donald, que además castiga al réprobo Volodimir por no rendirse sin condiciones. Por mucho que proclame la UE en grandilocuentes declaraciones, no parece que la Unión pueda sustituir a EEUU en el suministro de material militar.
Trump lanza la guerra de las galaxias arancelarias
El mundo esperaba expectante por escuchar la teatral declaración de Trump el pasado día 2 sobre la “Liberación de EEUU”, mediante el anuncio “urbi et orbi” de la imposición de una cascada de aranceles a todos los países del mundo salvo, curiosamente, Rusia, Bielorrusia, Cuba y Corea del Norte. En un lamentable mitin político en la rosaleda de la Casa Blanca, Trump exhibió su victimismo hipócrita ante los abusos del mundo entero -que extorsionaba, expoliaba, desvalijaba, abusaba y se aprovechaba de su país-, con un elenco de mentiras, falsedades, falacias e irrelevancias, que no convencieron ni a sus más empedernidos seguidores, salvo a Sandiego Obescal.
Exhibió un enorme pizarrón en el que cuantificaba los aranceles a aplicar a partir del 5 de abril, de conformidad con unos guarismos mágicos carentes de credibilidad alguna. Se establecía un tope mínimo del 10% para todos los países, salvo para los que figuraban en una lista: Noruega 15%, Israel, Singapur y Filipinas 17%, UE 20%, Malasia y Japón 24%, República de Corea 25%, India 26%, Pakistán 29%, Sudáfrica 30%, Suiza y Bangladesh 31%, Indonesia y Taiwán 32%, China 34%, Tailandia 36%, Sri Lanka 41%, Myanmar 44%, Vietnam 46%, Laos 48%, Cambodia 49% y Lesotho 50%. El caso más llamativo era el de China que, al sumarse el 20% de los aranceles aplicados con anterioridad, la situaba la cabeza de la clasificación con el 54%. Todo ello en adición a los aranceles del 25% ya impuestos sobre el acero, el aluminio y los vehículos, y los aplicados a Canada y a Méjico.
“The Economist” ha calificado la ceremonia de ” Día de la Ruina”. Según el profesor Francisco Rodríguez ¿de qué se libera un país cuando el sueño se paga con deuda y los muros se construyen sobre cifras falsas? La verdadera liberación no se decreta en mítines. Trump convirtió la economía en un truco de magia, pero la vida no es espectáculo. El saldo será, más deuda, más rencores, menos futuro. Para Pablo Suanzes, fue el día en que se vino abajo el sistema de cooperación internacional que nació de las cenizas de la II Guerra Mundial y se construyó durante décadas, suponiendo el mayor retroceso en el comercio internacional en más de dos siglos y la puntilla para la OMC y el GATT. Pero lo más insólito ha sido la advertencia del secretario del Tesoro, Scott Bessent -el “moderado” del Gobierno-, de que cualquier contramedida daría lugar a una mayor escalada en la guerra comercial global, por lo que los Estados no deberían reaccionar de inmediato y tomar represalias, porque -mientras no las tomen-, éste será el límite máximo. Solo cabe dar las gracias a Trump por su generosidad y lo moderado de su reacción ante la conspiración mundial contra EEUU. “Ave, Cesar, morituri arancelorum te salutant”.
La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha afirmado que – ante la injusta decisión de Trump- la UE daría una respuesta firme, proporcional y calibrada, que haga el mayor daño posible donde más duela a EEUU, pero que antes había que dar una oportunidad a la negociación. Las guerras comerciales se sabe cómo empiezan, pero no cómo terminan y, al fin, todos los países y sus ciudadanos salen perjudicados. Es difícil corregir a un perverso como Trump, pero hay que poner de manifiesto la incongruencia de su actitud y de las terribles consecuencias que puede acarrear para toda la humanidad.
Enviado por José Antonio Sierra