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martes, marzo 25, 2025

Sánchez se va a la guerra, que dolor, que dolor, que pena

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por José Antonio de Yturriaga

Tras el cambio radical en la política de EEUU impuesto por el impredecible y atrabiliario Donald Trump -que ha pasado en horas 24 de enemigo a aliado de Rusia, de miembro fundamental de la OTAN a eventual enterrador de la Alianza, y de principal apoyo a la agredida Ucrania al respaldo a su agresor, chantajeando a su antiguo protegido-, los países de Europa se han visto arrojados a los pies de los caballos putinistas y obligados –“no hay mal que por bien no venga”- a reconsiderar su deficitaria política de defensa y a incrementar de forma considerable los gastos dedicados a proteger su seguridad, ante el abandono del primo de zumosol que le sacaba las castañas del fuego defensivo, mientras ellos podían gastar en mantequilla en vez de en cañones. La caída del guindo ha sido brutal y la UE ha decidido invertir en los próximos cinco años hasta €800.000 millones en gasto militar.

¿Es la Rusia de Putin un peligro para Europa?

Me ha sorprendido sobremanera escuchar en el programa ”El gato al agua” en Toro TV las declaraciones de mi colega Ignacio García-Valdecasas -que fue alumno mío en la Escuela Diplomática-, en las que afirmaba que Vladimir Putin no pretende recuperar las fronteras del imperio de los zares, que Rusia no es una amenaza para Europa y que es demencial gastar semejante suma de dinero cuando no es necesario. No puedo estar más en desacuerdo con él, porque sus afirmaciones chirrían y topan con la realidad. De sus palabras cabe deducir que los dirigentes de potencias de arraigada neutralidad, como Finlandia y Suecia, son unos insensatos, que el único líder razonable en el seno de la UE es Victor Orban -un submarino ruso en la Unión y en la OTAN, que boicotea las ayudas a Ucrania y las sanciones a Rusia-, y que lo que queda de Ucrania, Moldavia y los miembros de la Alianza fronterizos con Rusia -Países Bálticos, Polonia, Finlandia o Rumanía- no corren el menor peligro.

He sido tres años embajador en Rusia con la acreditación múltiple en otros 10 países de la antigua URSS -incluidos Georgia, Armenia, Azerbaiyán y Moldavia-, conocido personalmente a Gorbachov, Yeltsin y Putin, y sido testigo “in situ” de la política expansionista de este último, que ha afirmado en numerosas ocasiones que el mayor desastre en la Historia de Rusia ha sido la disolución de la URSS que Gorbachov y Yeltsin fueron unos traidores, y que él -reencarnación de Pedro el Grande- ha asumido la tarea del MRGA –“Make Russia Great Again”-. El principal obstáculo para lograrlo es la existencia del Estado soberano de Ucrania y, de ahí, su invasión y anexión por etapas: primero Crimea y -ante la falta de reacción de la Comunidad internacional-, el Donbass y el resto de Ucrania, pese a haberse comprometido por el Memorándum de Budapest de 1994 a respetar la independencia y la integridad territorial del país, a cambio de la entrega de todo su arsenal nuclear.

Putin ha utilizado diversas excusas para justificar la invasión de Ucrania, a cual más inverosímil: la amenaza de agresión a Rusia con el apoyo de la OTAN, el genocidio de la población ucraniana rusófona, la instauración del fascismo por parte de un judío nazi…, si bien el principal motivo alegado ha sido la petición de ingreso de Ucrania en la Alianza, que suponía un gravísimo peligro para la seguridad rusa. Pero lo que más preocupaba al Kremlin no era el ingreso de Ucrania en la OTAN,  sino en la UE, porque la existencia junto a sus fronteras de un Estado democrático de similares características históricas, étnicas y socioeconómicas pondría en evidencia la autocracia de Rusia.

Con independencia del error político y estratégico que supuso la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas propiciada por EEUU, pese a las promesas hechas a Gorbachov tras la caída del muro de Berlín, la desintegración de la URSS y la disolución del Pacto de Varsovia -calificada por Harry Kennan de “error fatídico”-, la existencia de miembros de la Alianza fronterizos con Rusia no ha supuesto ninguna amenaza o riesgo para su seguridad. Como ha observado Mira Milosevich, la ampliación de la Alianza era más una cuestión psicológica que una amenaza real, pues ninguna expansión de la Organización amenazaba el equilibrio militar de Rusia. Su ampliación no ha puesto nunca en peligro la seguridad de Rusia, que ha convivido sin problemas con países miembros de la Organización que tienen frontera con ella, y mantenido durante mucho tiempo cordiales relaciones de cooperación con la Alianza. El problema ha surgido cuando Putin ha pretendido reconstituir el espacio soviético y regresar al “status quo” anterior a 1997, para lo que tenía que situar bajo su esfera de influencia a los países que habían formado parte de la URSS y aplicarles la doctrina Brezhnev de la soberanía limitada.

La primera amenaza de agresión a Ucrania se produjo -en paralelo con la invasión de Georgia y el desmembramiento de Abjazia y Osetia del Sur- cuando el presidente Viktor Yushenko -tras cometer la enorme imprudencia de anunciar que no renovaría el Acuerdo sobre concesión a Rusia de bases navales en Crimea, vitales para su acceso al Mar Mediterráneo-, llegó a un Acuerdo de Asociación con la UE. Ucrania se libró por los pelos de una invasión similar a la de Georgia, gracias a que el nuevo presidente, Víktor Yanukovich, tras ser elegido en 2010, decidió prolongar el Acuerdo sobre las bases hasta 2042, retirar a la petición de ingreso en la OTAN y -sobre todo- negarse a firmar el Acuerdo con la Unión. Cuando Yanukovich fue destituido por el Parlamento tras las manifestaciones del Maidán y tuvo que huir a Rusia, se produjo un nuevo acercamiento a Europa y se firmó con la UE el Acuerdo de Asociación, lo que resultó intolerable para Putin. Rusia invadió Crimea y el 26 de marzo de 2014 se celebró un referéndum “fake”, en el que el pueblo de Crimea decidió integrarse en la madre patria. A ello siguió el apoyo a los rebeldes de Donetsk y Lugansk, su reconocimiento como Estados independientes y su anexión. El proceso se completó con la invasión del resto de Ucrania a finales de 2021.

Según los servicios de Inteligencia de Alemania y de Dinamarca, Putin está considerando la posibilidad de realizar uno de estos ataques. Según la Comisión, Rusia seguirá siendo una amenaza fundamental contra la seguridad de Europa en un futuro previsible. También podría Putin recurrir a la práctica -denunciada por Juan Manuel de Faramiñán- de ocupar “zonas de influencia” en la proximidad de sus fronteras, incitando a movimientos nacionalistas a que se rebelen contra el Gobierno central y se declaren independientes bajo sus auspicios, como en Georgia y en el Donbass, o anexionándoselos pura y simplemente, como en Crimea. Un probable objetivo es Moldavia, que podría ser atacada desde el Transdniester ya ocupado por Rusia, por ser una víctima aún más frágil al no formar parte de la OTAN.

Sentimiento antimilitarista de la sociedad española

La sociedad española es poco partidaria del gasto militar y prefiere que se invierta el erario público en servicios sociales, y los Gobiernos -cualquiera que fuere su orientación ideológica-, no han hecho la pedagogía indispensable para explicar la necesidad de invertir en la seguridad del Estado. España fue excluida en 1949 de la OTAN por no ser suficientemente democrática, pero salió de su ostracismo internacional gracias al Acuerdo con EEUU de 1953, por el que le cedió las bases de “explotación conjunta” de Zaragoza, Morón y Rota, que -si bien no era un Acuerdo de defensa- ponía a España en la órbita de la Alianza. Cuando España estableció un régimen democrático, se le abrió el camino de la OTAN y Leopoldo Calvo-Sotelo  anunció en su movida investidura la intención de su Gobierno de adherirse a la Alianza, pero encontró la férrea oposición de la izquierda, que era lógica por parte del Partido Comunista, pero no así del PSOE. Yo era la sazón jefe de Asesoría Jurídica Internacional y sobre mí recayó la labor de fundamentar jurídicamente la solicitud española. Cuando hablaba con mis interlocutores socialistas, les expresaba mi extrañeza porque se opusieran al ingreso en una Organización democrática en la que todos los Estados estaba en pié de igualdad, mientras se mostraban dispuestos a mantener el Acuerdo con EEUU en el que España estaba en una situación de inferioridad.

El PSOE puso todas las zancadillas políticas y jurídicas posibles para evitar el ingreso y Felipe González -a la sazón líder de la oposición- manifestó que celebraría un referéndum para salir de la Organización. Era la época de las pancartas “OTAN no, bases fuera”. El Gobierno de UCD en fase ya terminal, consiguió el respaldo de las Cortes y entregó su instrumento de adhesión en la Secretaría de Estado de EEUU, casi de incógnito y con nocturnidad, una mañana de domingo del 30 de mayo de 1982. González declaró que, si se había entrado por una decisión de las Cortes, se podía salir por otra decisión en sentido contrario, y prometió que, si accedía al Gobierno, celebraría un referéndum para que el pueblo español decidiera sobre el abandono de la OTAN.

Unos meses después, el PSOE ganó las elecciones y González fue elegido presidente del Gobierno y se encontró con que una cosa era estar en la oposición y otra bien distinta presidir un Gobierno. En uno de sus primeros contactos con Alemania, el ministro de Asuntos Exteriores, Hans-Dietrich Genscher, le hizo saber que, si España quería entrar en la Comunidad Económica Europea, tenía que pasar antes por el fielato de la OTAN. González estaba cogido -en el doble sentido de la palabra- por su promesa de referéndum y para, cumplir su compromiso, tuvo que convocar un referéndum, si bien su objetivo pasó del “OTAN, de entrada No”, al “OTAN, de permanencia SÍ”. Se dio la paradoja de que el Gobierno ganó el referéndum por los puntos, con el apoyo de la oposición y el voto negativo de buena parte de su electorado. Para salvar la cara, tuvo que hacer algunas concesiones a la izquierda como las de no almacenar ni desplegar armas nucleares en territorio español, no integrarse en la estructura de mando militar de la Alianza, y reducir el número de los efectivos norteamericanos en el país. Felipe se dejó muchos pelos en la gatera y, años después, reconocería que el referéndum había sido uno de los mayores errores en su vida política.

Este espíritu de pancarta antimilitarista se ha mantenido vivo en las filas de la izquierda, no solo entre los aliados de Sánchez -ERC, BNG, Bildu o Podemos-, sino también entre los miembros del Gobierno pertenecientes a Sumar, que se han mostrado contrarios a aumentar el gasto de defensa y partidarios de salir de la OTAN. Desde Podemos, su secretaria general, Ione Belarra, ha calificado a Sánchez de “señor de la guerra” y registrado una proposición no de ley por la que se rechazaba el incremento del gasto militar hasta el 2% del PIB y se exigía la salida de España de la OTAN.

Aumento de la capacidad militar de Europa

Desde la creación de la OTAN, EEUU asumió el liderazgo y el control de la Organización, así como la cobertura del 70% de su presupuesto. En los últimos años, distintos presidentes estadounidenses han pedido a los socios de la Alianza que aumentaran su contribución para cubrir los gastos de la Organización y que incrementaran la partida dedicada a la defensa en sus presupuestos. La Asamblea celebrada en Cardiff en 2014 pidió a los Estados miembros que, para 2024, dedicaran a los gastos de defensa al menos un 2% de su PIB, pero la mayoría de ellos no ha cumplido con este compromiso. Durante su primer mandato, Trump llegó a decir que EEUU no acudiría en ayuda de un Estado miembro agredido por Rusia, que no hubiera investido el mínimo requerido en sus gastos de defensa.

Desde el inicio de su segundo mandato, Trump ha cambiado de forma radical su política, al retirar el apoyo Ucrania, acercarse amistosamente a Rusia y socavar las bases de la OTAN, y decidido abandonar a su suerte a sus socios europeos y poner en tela de juicio la aplicación automática del artículo 5 del Tratado de Washington, que establece que, en el caso de que un Estado fuera agredido, los demás miembros acudirían en su ayuda, utilizando la fuerza militar si fuera necesario. Ante este  inesperado mazazo, los miembros de la OTAN y de la UE han reaccionado expresando su intención de aumentar considerablemente el gasto en defensa y potenciar la seguridad de Europa ante un eventual ataque ruso, mediante un incremento notable de las Fuerzas Armadas de sus miembros y el desarrollo intensivo de la industria militar europea, para dejar de depender de los suministros estadounidenses. Esta intención política se ha  las plasmado en el Programa “Rearmar Europa” con el objetivo de reconstruir la defensa europea, apoyar a Ucrania, abordar las carencias críticas de capacidad, y consolidar una industria de la defensa fuerte y competitiva. El reposicionamiento político y militar de EEUU, ha supuesto para Europa el reto de desarrollar una autonomía estratégica en defensa a través de proyectos europeos conjuntos. Las áreas principales que se persigue satisfacer son la defensa aérea y antimisiles, los sistemas de artillería, la producción de munición, los drones y la política anti-drones, la inteligencia artificial, la guerra cuántica, cibernética y electrónica, las capacidades de combate, y la protección de las infraestructuras críticas. Se desea seguir coordinados con la OTAN, pero eso dependerá de la evolución de la Organización ante el cambio de actitud de EEUU.

Los instrumentos de que se disponen son los préstamos de la UE de hasta €150.000 millones, la activación de la Cláusula de Escape Nacional y la promoción de la Industria Europea de Defensa. La Comisión ha autorizado al Banco Europeo de Inversiones a que aumente la cuota de préstamos para actividades relacionadas con la defensa. Algunos países -especialmente España- pretenden que la Comisión conceda subvenciones a fondo perdido como las concedidas durante el periodo de la pandemia, pero ni ésta ni la mayoría de los Estados están por la labor, al menos por el momento. La presidenta Ursula von der Leyen ha insistido en que los Estados deficitarios deben alcanzar cuanto antes la tasa del 2% con cargo a sus presupuestos nacionales, y mostrado su acuerdo con la propuesta del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, de que dicho tope suba hasta el 3%, decisión que probablemente se adoptará en la próxima Asamblea de la Alianza que se celebrará en La Haya el próximo mes de junio.

La Comisión no ha sucumbido a los cantos de sirena rusófilos que provienen de los partidos extremistas de la izquierda y de la derecha, está convencida de la urgente necesidad de que Europa se provea de medios de defensa adecuados propios, ante el abandono de EEUU, y de que el peligro de un ataque de Rusia no es descartable, sino que es incluso probable, aprovechando la favorable coyuntura del desmantelamiento de la OTAN por parte de Trump. Putin podría aprovechar la situación de confusión y vacío creada por aquél para tantear la reacción de los miembros de la Organización ante un ataque a alguno de sus miembros más débiles, y comprobar si se aplica o no el famoso artículo 5, que está siendo cuestionado por el presidente norteamericano.

Putin disfruta de una inesperada coyuntura muy favorable, porque EEUU no solo no se opondría, sino que incluso podría apoyarle, como ha hecho Trump con Ucrania. Su actuación no puede ser más obscena e inmoral: le retira su apoyo, le priva del suministro de armas y de información de inteligencia, la acusa de ser la agresora, y la chantajea para que conceda un alto el fuego e inicie unas negociaciones en las que, de entrada, acepte renunciar a los territorios ucranianos ocupados por las tropas rusas. Y como premio a su filantrópica y neutral mediación, se cobra una abultada factura por la ayuda facilitada por el Gobierno de Biden y por los servicios por él prestados, consistente en arrebatar a Ucrania el 50% de los ingresos obtenidos por la explotación de sus recursos mineros y otro 50% de sus tierras raras. Y la última infamia en la que ha incurrido ha sido la exigencia de la cesión de la propiedad sobre la central nuclear de Zaporiyia. Trump siempre saca tajada para EEUU y/o Para él ¿Existe algún límite a tanta desvergüenza? Europa necesita con urgencia dotarse de sus propios medios de defensa, no solo para protegerse de un ataque de Putin, sino de las infamias de Trump.

Actitud de España

España ocupa el último lugar en el pelotón de los torpes de los países miembros de la OTAN que menos gasta en defensa, ya que dichos gastos no superan el 1.29% de su PIB, y que el mínimo comprometido del 2% no se conseguiría hasta el año 2029. Ante semejante frivolidad, España ha sufrido fuertes presiones por parte de la OTAN y de la UE, y Sánchez no ha tenido más remedio que claudicar y prometer que logrará el objetivo del mínimo lo antes posible, pero sin precisar ni cuándo, ni cómo, ni ante sus colegas comunitarios -a los que dijo que antes tendría que informar de ello al pueblo español-, ni en casa, porque aún estamos esperando que se digne dirigirse a la nación o que informe de ello a las Cortes, única institución competente para autorizar un aumento tan elevado del gasto público en defensa. Ya ha dicho el autócrata que es mejor gobernar sin el Parlamento, que es un obstáculo por su carácter poco colaborador. Lleva más de dos años sin presentar en el Congreso un proyecto de presupuestos generales del Estado, a lo que está obligado por mandato constitucional,  pero la Constitución es para Sánchez -como los semáforos en el sur de Italia- meramente indicativa. Como no hay dos sin tres, se muestra dispuesto a prorrogar por tercera vez unos presupuestos aprobados en 2022 por un Parlamento anterior .Y lo arrogante de su actitud no se debe tanto a la maldad -que también-, como a la impotencia, porque con los socios del Gobierno Frankenstein-2 y sus variopintos aliados de legislatura, es incapaz de que el Congreso apruebe nada si no unta indebidamente con condiciones cada vez más inadmisibles a los partidos independentistas minoritarios ¡Mi reino por 7 votos!

En el plano interno, Sánchez -como buen trilero- ha recurrido a toda clase de trucos para que no se sepa dónde está la bolita. Ha intentado incluir dentro del concepto de “gastos de defensa” los gastos de seguridad interior, de protección de fronteras, de cibernética y hasta de protección del medio ambiente. Solo le ha faltado incluir los gastos de las “escoltas femeninas” al estilo Ábalos. Y mira que lo tiene fácil, pues le bastaría con llegar a un acuerdo con el PP, sin necesidad de trasladarse a Suiza o a Bélgica, y sin que se requiera la mediación de un desconocido salvadoreño. Los dos partidos -uno por convicción y otro por obligación- tienen posturas similares sobre la cuestión de la defensa, pero pactar con el principal partido de la oposición y ganador de las elecciones generales, autonómicas y municipales es un crimen de lesa sanchidad y su honor -es un decir- no permite a Sánchez rebajarse a semejante humillación. El PP no tiene los créditos suficientes para que se digne, no ya pactar, sino ni siquiera hablar con él, porque no se ha declarado independentista, no exige una financiación singular para las Comunidades en que gobierna, no reclama indultos ni amnistías para sus fieles, no pide la transferencia de intransferibles competencias exclusivas del Estado, no ha matado a discreción a personas que supuestamente obstaculicen la consecución de sus objetivos terroristas, y no tiene imputadas a personas del entorno familiar de su líder. Uno de sus aliados, el BNG, siguiendo los pasos de Podemos, presentó en el Congreso una moción en la que se abogaba por rechazar el Plan de la Comisión  de invertir hasta €800.000 millones para potenciar las capacidades defensivas de la UE, se oponía a que España elevará su presupuesto militar hasta el 2% del PIB y exigía que España abandonara la OTAN. La propuesta fue apoyada por Sumar -que forma parte del Gobierno- Podemos y Bildu, y rechazada por los votos del PP.

El PSOE, en cambio, votó en contra de la proposición no de ley del PP en la que se pedía el cumplimiento lo antes posible de los compromisos asumidos por España con la OTAN relativos a la inversión en defensa y al respeto de la integridad territorial de Ucrania, así como la implicación de este país y de la UE en cualquier negociación destinada a poner término a la guerra de agresión rusa, por oponerse a la petición lógica de que cualquier decisión que afectara a la posición de España con respecto a la guerra de Ucrania, el vínculo trasatlántico y los compromisos con la OTAN fuera debatida y aprobada en el Congreso. La propuesta fue rechazada por 165 votos en contra, 136 a favor y 45 abstenciones, incluidas las del errático Vox. Para Iñaki Ellacuría, la decisión de Sumar evidencia la inexistencia de una mayoría de izquierdas dispuesta a asumir la nueva política de defensa de la UE, lo que obliga a Sánchez a escoger entre su supervivencia personal y el bien común. Caben pocas dudas sobre cuál será su opción.

En el ámbito comunitario, Sánchez ha solicitado que se concedan desde ya a todos los Estados miembros las facilidades que ofrece la UE, pero ha topado con la oposición de quienes ya han llegado al 2%. Como ha señalado el presidente griego Kiriakos Mitsotakis, sería injusto tratar de igual manera a los que han cumplido el compromiso y a los que no lo han hecho. Estos deberían llegar al citado límite utilizando sus presupuestos nacionales y, cuando lo alcanzaran, podrían beneficiarse de los préstamos comunitarios. Sánchez no comprende que una práctica espuria como la quita a los incumplidores en detrimento de los cumplidores no sea compartida por la Comisión. Tampoco ha colado su pretensión de que se amplíe de forma exagerada el concepto de “gasto de defensa”, ni de que la Unión concediera subvenciones no reintegrables. Como le ha recordado la eurodiputada del PP Dolores Montserrat, el nuevo paradigma del gasto militar caerá en España por su propio peso, porque ya no hay vuelta atrás.  La UE  no va a articular un sistema mancomunado de deuda. “Cada país deberá financiar su aumento de gasto en defensa”.

Sánchez se va a la guerra

Sánchez va a trapichear con toda suerte de triquiñuelas para evitar pasar por las Cortes: Recurso al Fondo de Emergencia -prácticamente agotado y sobre el que la AIREF ha indicado que solo se debe recurrir a él en casos imprevistos de emergencias-, transferencias de partidas de otros Ministerios, inclusión de gastos que no son propiamente de defensa, concesión de créditos extraordinarios por el Consejo de Ministros…, pero todo ello resulta insuficiente para financiar un aumento del gasto tan extraordinariamente elevado, sobre todo cuando se carece de presupuestos y, tarde o temprano, tendrá que recurrir al Congreso, como debería haber hecho ya.

Según ha observado Jorge Bustos, hacer virtud de la necesidad militar es imposible para Sánchez, porque la izquierda ibérica no lo seguirá hasta el campo de batalla. El presidente tiene una buena percha en la que va colgando las distintas vestimentas a su conveniencia, pasando de los pantalones raídos y la camiseta de “OTAN NO”, al uniforme de combate. Nuestro Mambrú patrio quiere irse a la guerra, pero sus socios y aliados no lo dejan.

Madrid, 21 de marzo de 2025

Enviado por José Antonio Sierra

 

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