Desde las primeras horas del domingo 19 de enero, un alto el fuego ha puesto fin a quince meses de devastador conflicto en la Franja de Gaza. Este cese de hostilidades representa una noticia que los demócratas y amantes de la paz en todo el mundo debemos celebrar. Sin embargo, este frágil respiro no es suficiente. Es el momento de redoblar los esfuerzos para convertir esta tregua temporal en una paz firme, permanente y justa.
Las bombas han dejado de caer sobre Gaza, y la población, marcada por la resistencia y la resiliencia, celebra la supervivencia entre las ruinas. Hasta 800 camiones de ayuda humanitaria han entrado en la región, Hamás ha comenzado a liberar rehenes, e Israel ha hecho lo propio con mujeres y niños palestinos encarcelados. Esta tregua también simboliza la victoria de millones de personas que, desde distintas partes del mundo, han alzado la voz contra la violencia y la injusticia.
El impacto del movimiento mundial de solidaridad con Palestina no puede ser subestimado. Ha desafiado la narrativa dominante, enfrentándose a la poderosa maquinaria propagandística de Washington y Tel Aviv. La soledad diplomática de Israel es evidente: en la ONU, solo un reducido grupo de países respalda sus acciones, mientras que otros 39, incluida España, apoyan la denuncia de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia. Pero ¿asto garantiza un cambio duradero? Por desgracia, no.
La tregua actual es precaria. Está gestionada por líderes como Benjamin Netanyahu y Donald Trump, cuyos antecedentes han demostrado una alarmante falta de compromiso con la justicia y la estabilidad. Por ello, la comunidad internacional debe intensificar su presión para transformar esta pausa temporal en una paz sostenible.
Retos y oportunidades para la paz
El camino hacia una paz justa pasa por una serie de acciones concretas. En primer lugar, Hamás debe liberar a los rehenes restantes, e Israel debe liberar a los miles de prisioneros palestinos detenidos en condiciones que violan las leyes internacionales. También es crucial que Israel permita la entrada de la ayuda humanitaria necesaria para la reconstrucción de Gaza, desde hospitales y escuelas hasta infraestructuras esenciales como el saneamiento.
Además, se deben detener los planes de anexión de territorios en Cisjordania y el sistema de apartheid que perpetúa la discriminación y la violencia contra los palestinos. Solo así podrá abrirse paso la solución de los Dos Estados: un Estado Palestino viable y libre, que conviva en paz y seguridad con Israel.
La paz en Oriente Medio también depende de la desescalada de tensiones en una región constantemente al borde del conflicto debido a los intereses geopolíticos de grandes potencias. El papel de Estados Unidos en esta dinámica es clave, y su responsabilidad para fomentar la estabilidad y no el enfrentamiento debe ser subrayada por la comunidad internacional.
Una llamada a la acción
La tregua actual no es más que un punto de partida. Las amenazas que enfrenta Palestina siguen siendo inmensas, y el momento exige redoblar los esfuerzos para lograr una paz duradera. Es hora de que los líderes mundiales, las organizaciones internacionales y la sociedad civil se comprometan con una solución justa y viable.
La paz en Palestina no solo beneficiará a la región, sino que también será un paso crucial hacia una mayor estabilidad global. En este contexto, no podemos permitirnos la indiferencia. La lucha por la paz es una causa de todos y para todos.
Por ello, desde esta frágil tregua, reafirmemos nuestro compromiso con una paz justa y permanente en Palestina, y con un mundo donde la justicia prevalezca sobre la violencia y el sufrimiento.