Por Eduardo Serrano
El parque del Oeste alberga un tesoro artístico que merece ser conocido y cuidado por la ciudadanía de Málaga. Se trata de un numeroso conjunto de piezas del escultor Stefan von Reiswitz, a las que acompaña otra obra de gran tamaño de Elena Laverón.
Cuando invitamos a Stefan a que colaborara en el proyecto del parque, espontáneamente surgió una fuerte sintonía entre su modo de entender el arte en espacios urbanos y el diseño del nuevo equipamiento. El artista alemán recorrió y exploró el parque numerosas veces, buscando y encontrando lugares propicios para su muy personal mundo. Yo le acompañé a menudo, guardo el recuerdo de su cálida amistad forjada en los encuentros en el parque y en su casa, donde hablábamos de los recuerdos de su vida en Málaga y me mostraba sus fascinantes invenciones a tamaño reducido, que luego poblarían el parque. Así creó hasta 47 esculturas, plenas de misterio, en grupos o solitarias, juguetonas o solemnes, delicadas o imponentes, a menudo criaturas híbridas de antiguas mitologías o mensajeras de un tiempo por venir. Mucho más que una entretenida experiencia, sus criaturas nos abren a lo extraordinario, a unos pasos de la vida cotidiana de muchos miles de vecinos y vecinas.
Bien puede decirse que habitan el parque, conversan con el entorno próximo que las acoge y atrapan la atención del paseante, invitándole al dialogo, pues a nadie dejan indiferente. Las esculturas en jardines y parques tienen una larga historia. Así, el desaparecido y muy recordado laberinto de Versalles disponía de un gran conjunto de fuentes con esculturas, alusivas a las fábulas de Esopo. Una figura de este personaje flanqueaba la entrada al laberinto junto con otra imagen de Cupido. Las esculturas se situaban en cada encrucijada, orientando a las parejas de amantes en sus laberintos morales, consejos que tomaban forma sensible al insinuar la buena dirección hasta el siguiente cruce de caminos, con su correspondiente grupo escultórico. Además, según se dice, se utilizaron para expresar disimuladamente críticas políticas y quién sabe qué otros secretos mensajes.
Se establecían así dos planos en correspondencia, el espiritual o discursivo y el físico o corporal. A poco que se piense, y no por casualidad, este tipo de laberinto es un antecedente del algoritmo, algo que surgió en ese laboratorio de utopías que son los jardines y parques.
El parque del Oeste junto con esta gran colección de obras de Stefan, se hacen herederos de esta rica tradición de la jardinería. Nuestro parque no se proyectó como un laberinto -aunque tuvo en sus primeros tiempos uno chiquito, todavía recordado por los vecinos que lo disfrutaron cuando eran niños o adolescentes. Sin embargo, como en el caso de Versalles, las esculturas no son simplemente decorativas, salen al encuentro de los paseantes, quienes se hacen autores de relatos marcados por los sucesivos encuentros, a la vez que hacen, al andar, los caminos que dibujan el museo al aire libre.
Esta obra magnífica merece ser objeto de investigación e inspiración para otros artistas y los ciudadanos en general, aprovechando igualmente la colección de bocetos, croquis y modelos de Stefan que están depositados en las oficinas del parque, así como el apoyo del Círculo de Amigos del Parque-museo del Oeste. De momento se podría empezar disponiendo en algún lugar visible información sobre cada pieza, así como sobre la vida y obras de Stefan, del cual guardo el recuerdo de su cálida amistad. Igualmente magnífica ocasión para preservar la memoria del lugar y de quienes lo hicieron habitándolo durante siglos: huertas, asentamientos informales, industrias, cañaverales. Y por último, aquel solar de larga anchura, deseosa de llegar al mar, que nos susurró al oído ilusionados planes sobre la Málaga del futuro, hasta ser hoy el Parque-museo del Oeste.
Eduardo Serrano es arquitecto y urbanista, actualmente jubilado, fue redactor del primer Proyecto del Parque del Oeste (1988-1992)
Málaga, 28 diciembre 2024
Enviado por José Antonio Sierra