Es muy probable que Hércules (el Heracles griego), un semidiós hijo del dios Zeus (el Júpiter romano) y de la mortal Alcmena sea uno de los personajes más conocidos y populares de la Mitología clásica greco-romana.
Su figura y sus hazañas han sido llevados al cine en incontables ocasiones, encarnado por actores-culturistas como Steve Reeves, Mark Forest, Dwayne Johnson, entre otros. Fue la personificación de la fuerza, demostrada durante toda su vida en infinidad de hazañas. También hay que subrayar que, desde sus primeros años, comenzó a dar pruebas inequívocas de su rebeldía y mal carácter, que le llevarían hasta el extremo de la violencia más extrema.
Como prueba de ello, siendo aún adolescente, y en un ataque de ira, mató a su maestro de música, Lino. Hércules, apenas nacido, dio muestra de su fuerza descomunal al enfrentarse a su primera hazaña: matar con sus manos de bebé a dos serpientes que la celosa y vengativa Hera, esposa de Zeus, había introducido en su cuna como respuesta a los “cuernos” que su veleidoso esposo le había puesto con la bellísima y mortal Alcmena.
No sería esta acción la última maldad de Hera contra Hércules, pues años después, casado éste con la princesa tebana Megara (su primera esposa), la poderosa diosa le volvió temporalmente loco. Como resultado de esta enajenación Hércules asesinó a Megara, a sus hijos y a dos de sus sobrinos. Desmesuras abundantes de la Mitología. Como castigo a tan terrible acción (ahora sería considerada como violencia de género y vicaria), el rey de la ciudad de Tirinto, Euristeo, inspirado por la sibila délfica, le impuso una descomunal tarea, quizás la más célebre del héroe, conocida como «Los doce trabajos››.
Según algunos autores, las tres últimas hazañas: el robo del ganado de Gerión, el de las manzanas del jardín de las Hespérides y la captura de Cerbero para sacarlo del inframundo, tuvieron como escenario nuestra legendaria y andaluza Tartessos. Relacionado, con el «donjuanismo››, como enuncia el título del artículo, Ernesto Giménez Caballero, escritor vanguardista, definía a este forzudo héroe, paradigma de lavirilidad, como «el primer don Juan›› o «el garañón de estirpes reales››. Razones tuvo.
Ya hemos anticipado que su primera mujer fue una princesa: Megara. Su segunda esposa fue otra princesa lidia (y luego reina) llamada Onfale, a quien fue vendido como esclavo en castigo de haber matado a otro hombre llamado Ífito. Con ella tuvo un hijo llamado Agelao. Su tercer matrimonio fue con Deyanira, otra princesa, por cierto, muy belicosa y nada pasiva que «conducía un carro y practicaba el arte de la guerra». Con ella tuvo Hércules cuatro o cinco hijos, pero la paz conyugal se rompió cuando (denuevo) nuestro héroe le fue infiel con otra princesa (¡Cómo no!) de nombre Yole.
De nuevo los celos, esta vez de Deyanira quien, utilizando una pócima que le había proporcionado el centauro Neso (elaborada con la sangre de éste cuando Hércules lo mató de un flechazo), mató sin querer a su amado. Había sido engañada por el tal centauro (que le había prometido que, si untaba una túnica de Hércules con él, nunca le sería infiel), Deyanira siguió en consejo al pie de la letra.
Como resultado, cuando el marido vistió la tela, esta se le pegó al cuerpo y comenzó a arder. El héroe murió entre las llamas convertido en una tea humana. Tras su reducción a cenizas su padre, el dios Júpiter, le hizo ascender a los cielos en forma de nube, divinizándolo.
Sin embargo, la hazaña más famosa en su faceta de garañón está asociada a una de sus increíbles hazañas: cazar al león de Citerón que devastaba el ganado de Tespio, rey de Tespis, en Beocia. Este tal Tespio, otro gran marañón, como casi todos los personajes olímpicos, estaba casado con Megamede y con ella, y la colaboración de algunas concubinas formó una familia de cincuenta (50) hijas.
Deslumbrado con la hazaña de Hércules, quien acabó con la bestia tras cincuenta días de persecución Tespis, prendado del forzudo Hércules, y deseoso de convertirse en abuelo de una prole engendrada por tan magnífico ejemplar de semental, fue ofreciéndole una a una sus hijas, cada noche, tras la jornada de caza, durante los cincuenta días que se alojó allí. Ellas son conocidas colectivamente como Tespiades (Pánope, Euribia, Lisidice…).
Existen varias versiones del hecho, reduciendo a una semana y aún a un solo día esta hazaña sexual. Según las diferentes versiones, Hércules tuvo cincuenta o cincuenta y un hijos con las tespíades. De los cincuenta, siete se quedaron con su abuelo Tespio; a tres los enviaron a Tebas y los cuarenta restantes a la isla de Cerdeña, para colonizarla. Haciendo una aproximación entre ambos conquistadores (Hércules y Don Juan), no sabríamos quien ganaría el título de «gran marañón››. Se sabe que nuestro paisano confesó a su rival (Don Luis Mejía) que había seducido a 72 mujeres. De Hércules se ignora el número exacto, pero lo que no cabe duda es que su hazaña con las hijas de Tespis sobrepasa a cualquier marca humana.
Rosa M. Ballesteros García. Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena