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miércoles, diciembre 11, 2024

Un poco de rigor: El «Andaluz» no es una lengua

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Por José Antonio de Yturriaga

El pasado 3 de diciembre, la consejera de Cultura de la Junta de Andalucía, Patricia del Pozo y el presidente de la Fundación Rojas-Marco, Alejandro Rojas-Marco, firmaron en presencia del presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, un Protocolo para proteger y fomentar la lengua andaluza, y favorecer su uso institucional.

 

Antecedentes

Desde hace algún tiempo, sectores cercanos al Sindicato Andaluz de Trabajadores, controlado por Podemos, se vienen defendiendo posiciones separatistas, exaltando, a tales efectos, la autonomía de la lengua andaluza con respecto a la española, y proponiendo la creación de una Academia Andaluza de la Lengua al margen de la Real Academia Española (RAE). Como ha afirmado Rojas-Marco, no hay nada más común que la identidad de un pueblo y nada genera más poder que el habla, que es mucho más que un medio de comunicación. Los separatistas pretenden utilizar la lengua que consideran propia para forjar la identidad del pueblo andaluz y separarlo del pueblo español. Su principal ideólogo es el filólogo malagueño, Juan Porras -exconcejal de Mijas- que ha escrito una disparatada Gramática de la Lengua Andaluza. Su mayor logro propagandístico fue la publicación en 2017 de una traducción al “andalús” de la famosa obra de Antoine Saint-Exupéry “El Principito”, bajo el título de “Er Prinzipito”, traducido por Uan Porrah. La surrealista versión “andaluza” comenzaba así: “Una beh, kuando yo tenia zeih añyoh bi  un dibuho  mahgnifiko de un libro tenti’e la zerba birhen ke ze  yamaba ‘Ihtoriah bibiah’. En é ze figuraba una bixa boa tragandoze una fiera”.  

Como ha observado Rafael Cano, se trata de un completo disparate, un sinsentido y un absurdo sobre otro absurdo, lo que siembra en el ámbito académico el desconcierto ante  la osadía y la frivolidad que supone querer dotar de una ortografía propia a una variante meramente oral del castellano, como es el andaluz. Para Pedro Carbonero, la traducción de esta obra a una supuesta escritura en andaluz buscando reivindicar el interés por nuestra cultura, produjo el efecto contrario por su falta de objetividad científica. 

Unos entusiastas “andalusistas” propusieron a la Junta la creación de una Academia Andaluza de la Lengua y le pidieron que les cediera la iglesia de San Hermenegildo, un edificio en desuso considerado bien de interés cultural que fue sede del parlamento andaluz, basándose en el precedente de la Academia Canaria de la Lengua. Pasaron por alto, sin embargo, que dicha Academia fue creada en 1999 para el estudio de la lengua y la literatura españolas en las Islas Canarias, frente a las tentativas de los militantes del Movimiento para la Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC), liderado por Antonio Cubillo, de separar Canarias de España. Según sus Estatutos, su objetivo es “el estudio y la descripción de la variedad canaria del español, así como de la producción literaria realizada en el archipiélago”, objetivo totalmente contrario al perseguido por los independentistas de utilizar el guanche para fomentar la identidad el pueblo canario, como paso previo a la declaración de la independencia de las islas.

La entonces secretaria general del Podemos andaluz, Teresa Rodríguez -licenciada en Filología- reconoció que sería muy difícil establecer una Gramática y una Academia por las características dialectológicas propias de la historia del habla y de la lengua en Andalucía. Para Antonio Rodríguez Almodóvar, todo impulso para dignificar el habla andaluza es positivo, pero para ello no considera necesario el uso de este tipo de herramientas, teniendo en cuenta que la RAE ha creado la figura de 24 nuevos correspondientes que en diferentes Comunidades autónomas estaban trabajando en la defensa de las diferentes modalidades del castellano. “En estos momentos, no parece haber consenso entre la comunidad de académicos, lingüistas y escritores para apoyar este tipo de iniciativas”. Había en esos momentos por parte de la Academia una gran apertura para incorporar nuevos términos en la próxima edición del diccionario que se iba a  publicará en versión digital. Resulta enriquecedor que se incluyan en el diccionario palabras de carácter local, como “toná”, “seguiriya” “granaína”, “taranto” o “guagua”, y se dé beligerancia lingüística a vocablos extraídos del lenguaje popular de las regiones de España o de los países hispanoamericanos, siempre que gocen de una extendida raigambre y se indique su origen.

Según  Carbonero, la creación de una de Academia no era el procedimiento más adecuado, pues dicho concepto se encontraba vinculado a la existencia de  una lengua, y estaba claro que el andaluz no es tal, sino una modalidad lingüística del  español. Las hablas andaluzas son una variedad del español que se habla en Andalucía y -según el substrato de cada una de ellas- el castellano va tomando diferentes matices, principalmente fonéticos y en menor media léxicos, sin afectar a la estructura de la lengua propia que es la española. Es evidente -ha concluido Manuel Alvar- que el andaluz no existe como lengua porque, si existiera, sería algo diferente del español y eso es una falsedad que no merece la pena ni discutir. No conozco el texto del Protocolo, pero sí las declaraciones de Rojas-Marco y de Moreno.

 

Opiniones de Rojas-Marco

Conozco a Rojas-Marco desde los años 50, cuando coincidimos en la Facultad de Derecho de la Universidad Hispalense, aunque él estaba un par de cursos por debajo del mío. Ya entonces daba muestras de sus hechuras de líder político, aunque su orientación era algo distinta a la que luego tomaría cuando se erigió en el gran Pope del Partido Andalucista (PA). Ha manifestado que éste no murió de muerte natural, sino que lo mataron, y a quienes mueren así los llamamos “mártires qué hacen milagros como el que pasa hoy”. Yo tengo más bien la impresión que el PA -aparte del fuego que recibió del exterior- se suicidó por las divisiones internas dentro del partido, tanto ideológicas  como personales. Repasemos brevemente su historia.

Lo que sería el PA se inició en 1965 en la Facultad sevillana de Derecho bajo el liderazgo de Rojas-Marco, Luis Uruñuela y Miguel Ángel Arredondas, que heredaron el nacionalismo andalucista de Blas Infante. Defendían la democracia, el socialismo económico y el liberalismo cultural, así como la autonomía política para Andalucía en igualdad con las otras regiones de España. En 1974 se creó la Alianza Socialista de Andalucía, que se incorporó a la Junta Democrática de España. En 1976 se creó el Partido Socialista de Andalucía, que en 1979 pasó a denominarse “PSA-Partido Andalucista”, y en las elecciones generales obtuvo cinco diputados en el Congreso.

Sentía cierta simpatía por el andalucismo porque algunos de mis mejores amigos de la Universidad -como Luis Uruñuela o Juan Carlos Aguilar- se habían afiliado al PA, aunque yo no compartiera su nacionalismo artificial y agresivo. Había en el partido  dos corrientes de pensamiento: la del nacionalismo moderado que propugnaban Uruñuela, Aguilar o Arredondas, y la más radical encarnada por Rojas-Marco y Pacheco, que trataban de anclar el partido en la tradición islámica andalusí, lo que llevó a Alejandro a flirtear con el loco de Gadafi y a dar beligerancia a su ”Libro verde”. Una de las discrepancias que tenía con mis amigos andalucistas atañía a la vía de acceso de la región a la autonomía, que se zanjo con el referéndum de 1980.

Según un sondeo de ICSA-Gallup de la época, 67.8% de los encuestados creían que Andalucía era una región y tan solo 10.2% estimaba que era una nacionalidad, por lo que yo prefería recurrir al artículo 143 de la Constitución en vez de al 151, ya que Andalucía no tenía -como las tres Comunidades históricas- una especificidad propia como eran la Lengua o el Derecho. En unas declaraciones que hice a la sazón a “Informaciones de Andalucía”, afirmé que la Comunidad Andaluza debería ser un elemento de estabilidad en las relaciones un tanto tensas existentes entre el centro y la periferia, y encarnar un regionalismo descentralizado que no atentase a la unidad nacional.

El Gobierno de Unión de Centro Democrático -partido en el que yo militaba- abordó de forma muy desacertada la cuestión, al proponer una pregunta casi ininteligible, ningunear al pueblo andaluz y sugerir a sus militantes que se abstuvieron en la votación, en la vana esperanza de que no se alcanzara el 50% de los votos en cada provincia. El pronunciamiento a favor de la vía del artículo 151 consiguió el 54% de los votos y -aunque el Almería no se consiguió alcanzar el 50% requerido- el Gobierno dio por buena la votación y aceptó que Andalucía se igualara -con toda legitimidad- con Cataluña, el País Vasco y Galicia. Con ello se rompió el frágil equilibrio alcanzado por los constituyentes mediante la concesión de un régimen especial de acceso a la autonomía a las Comunidades históricas. El establecimiento del “café para todos” llevó a éstas a exigir más competencias que las concedidas a las demás “regiones” por ser “nacionalidades”. Desde mi puesto de secretario general técnico en el Ministerio de Asuntos Exteriores -entre cuyas competencias figuraba el seguimiento de los aspectos internacionales de las relaciones entre la Administración central y las Comunidades Autónomas- pude comprobar la denodada porfía por las competencias, que provocaron un lamentable ”strip-tease” competencial del Estado, que aún perdura.

Rojas-Marco ha llegado a decir que “yo no hablo castellano, yo hablo andaluz”, lo que no deja de ser una solemne majadería. No me digas, querido Alejandro, que ahora hablas como “er prinzipito” de Uan Porrah. Imagínate que los hispanoparlantes de América dijeran que ellos no hablaban español, sino portorriqueño, veracruzano, bogotano o quiteño. La lengua española dejaría de ser la segunda más hablada en el mundo. No me dirás que la gloriosa pléyade de escritores andaluces -de Nebrija a García Lorca, de fray Luis de Granada a Alberti, de Bécquer a Pemán, o de Ganivet a Muñoz Molina, pasando por los hermanos Machado, Villaespesa, Juan Ramón Jiménez, Altolaguirre, Cernuda, Aleixandre, Rosales o María Zambrano- escribieron sus obras maestras en andaluz.

 

Opiniones de Moreno

El presidente de la Junta ha afirmado que la firma del Protocolo suponía una defensa del habla andaluza o de las hablas andaluzas. ¿En qué quedamos, en el singular o en el plural? Obviamente se debía referir al plural, ya que no hay una lengua andaluza única y -como él mismo ha reconocido- cada pueblo de la región tiene sus propias características lingüísticas. Vaya un ejemplo pedestre, pero significativo. Para expresar una gran cantidad, un granadino dice “panzá”, un gaditano “pechá” y un sevillano “jartá” ¿Cuál de estas expresiones es la genuinamente andaluza? Dentro de una misma provincia, como Granada, son muy diferentes las expresiones y el acento de los naturales de la capital, de su vega, de Baza o de Motril, e incluso dentro de una misma ciudad, como Sevilla, difieren las hablas de los residentes en los Remedios o en el barrio de las 3.000 viviendas. Cuando a los 15 años me trasladé de Almería a Cádiz, al principio tenía dificultad en entender alguunas expresiones de los gaditanos, no solo por el acento, sino también por el uso de palabras -como mascota, copa o candela-a las que yo aplicaba un significado distinto al local. Llegué a incluir en mi agenda un mini-diccionario de “falsos amigos”.

Moreno ha dicho que se siente orgulloso de ser andaluz. Yo también. Nacido en Granada, cursé los estudios primarios en Baza, los secundarios en Almería y Cádiz, y los universitarios en Sevilla. Me considero, por tanto, andaluz por los cuatro costados, aunque, por mor de mi profesión diplomática, he pasado la mayor parte de mi vida en el extranjero o en Madrid. Procuro bajar a Andalucía siempre que puedo, porque -como Anteo- necesito tocar la “mamma tierra” para recargar las baterías y, desde que cruzo Despeñaperros, se me alegran las pajarillas. Soy -siguiendo la terminología de Miguel Ríos- un andaluz de la “novena provincia”. Este distanciamiento físico -que no mental-tiene inconvenientes, pero también ventajas, porque me da una cierta lejanía y perspectiva para evaluar con objetividad lo que ocurre en la región, a diferencia de mis compatriotas “in situ”, que pecan a veces de parroquialismo y de ombliguismo. En mis años mozos en Baza era testigo de cómo el pastor ordeñaba a diario las cabras a la puerta del Juzgado, y en mis veranos en la muy noble villa de Huéscar, en un cortijo de la familia de mi madre que contaba con una almazara, me acostumbré a comer pan con aceite antes de conocer lo que era la mantequilla. Pero que sea andaluz, no quiere decir necesariamente que sea andalucista y, mucho menos, “andalusista”, porque, sobre todo, me siento español. Lo soy por ser andaluz, y soy europeo porque soy español.

La Junta de Andalucía -ha afirmado Moreno- es consciente del legado prodigioso de la lengua andaluza, que es la voz de la tierra y el reflejo del alma de los ciudadanos y, por eso, la “va a cuidar y proclamar como seña de identidad”. Esta afirmación es motivo de preocupación, pues -como ha comentado la presidenta de la organización “Hablamos español”, Gloria Lago, a Moreno se le ha pegado la “identittis” lingüística catalana, puede que por el hecho de haber nacido en Barcelona, lo que imprime carácter. Según el profesor Manuel Toscano -en “Contra Babel: Ensayo sobre el valor de las lenguas”-, para los nacionalistas la lengua no es solo un medio de comunicación, sino la esencia misma del alma nacional, que debe ser cultivada por todos los patriotas. Rojas-Marco ha dicho que la lengua es lo que forja la identidad y la unidad de un pueblo. De aquí que los nacionalistas de pueblos que -como el andaluz- no tienen una lengua propia, traten de inventarse una para consolidar su identidad. Como ha criticado Miguel Ángel Robles, la Junta ha hecho el ridículo y contribuido a disolver, junto a los separatistas de toda laya, la identidad de España , y para ello necesitan separar el andaluz del castellano con el fin de crear una nueva lengua que sirva de base a la nación andaluza. Sé que Moreno no es secesionista, pero, con su frivolidad de coquetear con el nacionalismo por estimar que le podría ser electoralmente rentable, está entrando en peligrosas aguas movedizas. Se equivoca en su empeño porque los andaluces se identifican con la lengua española y son maestros en su uso, aunque su acento pueda diferir del de los habitantes de otras regiones de España. Le sugiero que siga gobernando como hasta ahora -que no lo está haciendo mal- y se olvide de las voces de sirena nacionalistas.

También afirmó el presidente de la Junta que “a España le irá mejor si Andalucía tiene más peso y se piensa en clave andaluza”. Concuerdo con lo primero, pero no tanto con lo segundo. Andalucía debe ser un contrapeso al predominio en la acción del Gobierno de Sánchez de las minorías separatistas de Cataluña y del País Vasco. Ahora bien, aunque sea natural y lógico que quiera obtener el máximo rendimiento posible para Andalucía de las aportaciones del Gobierno central en proporción a su número de habitantes y a su peso político y económico, no debe unirse a la jauría confederalista que trata de incrementar sus recursos a costa del Estado, como pretende hacer Cataluña con el concierto fiscal acordado entre el PSOE y ERC. Debe procurar que los legítimos intereses Andalucía coincidan con los intereses generales de España.

Aunque no sepamos exactamente lo que es el habla andaluza, estoy seguro de que no es una lengua propia, sino una variante del español. Moreno estima, sin embargo, que deberá estar presente no solo en la forma de hablar de los andaluces, sino también en las instituciones, en las universidades y en los medios de comunicación. A estos efectos, va a crear un Grupo de Trabajo presidido, por la profesora gaditana Teresa Bastardín, para fomentar el habla andaluza en los  centros educativos, incluidas las universidades. ¿Qué significa esto? ¿Va a interferir la Junta -como en Cataluña la Generalitat- en la vida educativa y cultural de Andalucía? ¿Exigirá  a maestros, profesores y funcionarios un cierto nivel de conocimiento del andaluz? Todo esto me parece disparatado y creo que Moreno ha hecho un alarde de frivolidad al acoger reivindicaciones del nacionalismo de izquierdas que en nada benefician a los ciudadanos andaluces. En opinión del Lago, la Junta va a montar un chiringuito para implantar el andaluz en la Comunidad con el fin de potenciar la identidad de un pueblo como el de Andalucía que se identifica plenamente con el español. Cabe señalar el silencio ominoso de la RAE, que algo tendría que decir ante el intento de grave fragmentación de la lengua que representa y a la que debe dar brillo y esplendor.

En su artículo en “El Mundo” sobre “Dando vueltas en la noria de las singularidades”, Manuel Arias Maldonado ha afirmado que los gobernantes autonómicos andaluces han explotado con ardor creciente el folclore regional, confundiendo a menudo la parte -Sevilla y la Andalucía occidental- con el todo. Si bien el preámbulo del Estatuto de Andalucía contiene pasajes vergonzantes sobre la presunta singularidad andaluza, no parece que los indígenas nos hayamos tomado el asunto muy en serio, pasiones localistas al margen. El narcisismo identitario está lejos de ser nuestro fuerte. Viene esto a cuento de la audaz tesis metafísica formulada esta semana por Juan Manuel Moreno: “El alma andaluza es un reflejo el alma de los andaluces”. ¡Ni un solo Volk sin su Geist en la España confederal! Moreno fue aún más lejos al afirmar que semejante tesoro merecía ser protegido por las instituciones. El veterano andalucista Rojas-Marco remachó el argumento diciendo en castellano que él no hablaba castellano sino andaluz. A su manera, es una genialidad de cuño borgiano, pero sería lamentable que los andaluces hubieran de ponerse a dar vueltas en la noria de las singularidades, gastando en ello dinero y energía, como si no tuvieran nada mejor que hacer. Asunto distinto sería que Moreno hubiera concluido que solo reforzando la conciencia regional andaluzas podría enfrentarse con éxito con el lucrativo parasitismo confederal que practican nacionalistas catalanes y vascos en el zoco plurinacional montado por los Gobiernos de Sánchez. “Por desgracia, quizás tenga razón y eso, sin decir nada bueno, ya lo dice todo”.

 

Conclusiones

Como según el dicho español, “todo se pega menos la hermosura”, el mal ejemplo de Andalucía ha contagiado a Extremadura, cuya Asamblea aprobó el pasado día 6 una propuesta de Unidas por Extremadura, para el reconocimiento de la lengua extremeña y del portugués de la raya. La Cámara ha instado al Gobierno regional a que las declare bien de interés cultural e incluya en el currículo escolar el fomento, conocimiento y hablas de las lenguas extremeñas, asumirlas como elementos de entidad cultural, reforzar la conciencia lingüística, e investigar, divulgar y fomentar el habla en los medios de comunicación con campañas informativas. La propuesta fue apoyada por todos los partidos salvo Vox, cuyo portavoz, Juan José García, mantuvo que el extremeño era un castellano mal hablado y que con la decisión adoptada se creaba en Extremadura un problema identitario que no existía en la región. Le contestó la portavoz podemita, Nerea Fernández, que de ninguna manera querían generar un problema identitario, sino “proteger nuestra identidad, cultura, tradiciones y formas de hablar”. Era“un acto de justicia lingüística hacia nuestra historia y nuestra tierra”. Como siga este proceso centrifugador, Babel se va a quedar a la altura del betún.

En su ansia por ampliar la base electoral del PP en Andalucía, Moreno se ha pegado un tiro  en el pie y ha puesto el habla andaluza a nivel del extremeñu, del panocho o del caló, con lo que ha dado motivo para la rechifla general y a la  manifestación de los tópicos sobre Andalucía, como ha hecho Arcadio Espada en su columna en “El Mundo” sobre “El alma y el habla andaluzas, según la inteligencia creada”, cuando afirma que se presenta “un programa la mar de apañao pa las escuelas, los medios, las instituciones, la cultura y hasta pa los gabinetes de psicología, pa quitarnos los complejos de una vez”. Sus comentarios no tienen la mínima gracia. Hay que pedir a los dirigentes andaluces rigor y seriedad al tratar de un tema tan personal como la forma de expresarse de los ciudadanos. Aunque no sea esa su intención, con esta peregrina decisión la Junta hace el caldo gordo a los enemigos de la lengua española, de Andalucía y de España.

Madrid, 10 de diciembre de 2024

Enviado por José Antonio Sierra

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