Se aproximan una fechas especiales, de celebraciones, encuentros, finales y principios… Las fiestas Navideñas son fechas muy simbólicas, donde se celebra el nacimiento del niño Jesús para la religión católica y también un cambio de año. Son fechas por un lado religiosas, y por otro también emocionales, de cambios, donde hay un final de año y comienzo de otro. Representa un tiempo de reflexión, de consumo, de alegría, familia, conexión social, pero también puede llegar a ser un motivo de estrés y conflictos emocionales.
Estamos expuestos a una gran cantidad de estímulos visuales, auditivos, prisas, interacciones, reflexiones, recuerdos, etc. Puede acontecer una dualidad emocional, donde por un lado se manifiesta alegría y por el otro melancolía. Vemos también cómo hay personas a las que les encanta la Navidad y otras que la odian. Va a depender del proceso vital donde nos encontremos, de la capacidad de sustitución, de reacción, la capacidad de transformación de nosotros mismos frente a los avatares de la vida, a lo que intrínsecamente tengamos asociadas estas fechas y de nuestro narcisismo. Hay personas que no pueden alejarse de recuerdos infantiles ni añoranzas y que el paso del tiempo muestra nuestra mortalidad.
Idealizar la Navidad como la fecha más mágica y maravillosa del año puede generar unas expectativas muy altas y, en consecuencia, dificultades para aceptar la realidad. En ocasiones, se impone a uno mismo y a su alrededor unos objetivos que son imposibles de alcanzar, que no tienen en cuenta o bien las posibilidades económicas, la realidad de las relaciones ni los tiempos. A veces se espera demasiado de otras personas. Una cosa es querer y otra es poder. Pueden llegar a generarse situaciones frustrantes donde surgen sentimientos de desamparo y quedarse instalado/a en la imposibilidad. Hay que revisar las expectativas que nos creamos y lo que nos imponemos sin tener en cuenta nuestra realidad. Querer ser feliz todo el tiempo es una utopía que puede generar frustración, enfado, ansiedad… A veces aferrarse a recuerdos acentúa ciertas emociones que aparecen exageradas. Los recuerdos son encubridores e idealizados.
El impacto que puede causar en la salud mental es la producción de estrés, ansiedad, incrementar un proceso melancólico. Las expectativas elevadas, anticiparse a los planes, la nostalgia, la acumulación de tareas laborales y sociales (burnout navideño) pueden jugar en contra de la persona.
Los factores más comunes estresantes son la presión económica, derivado por el excesivo gasto, las expectativas sociales (presión por cumplir con los roles sociales, con obligaciones impuestas por uno mismo o el entorno) y la soledad (para las personas que han sufrido pérdidas o quienes sus seres queridos se encuentran lejos). Estas fechas también pueden ser una repetición de deseos y conflictos infantiles, la expresión simbólica del deseo. Puede ser un recordatorio estas fechas de lo perdido: infancia, seres queridos, también oportunidades, el salto entre lo que uno es y “lo que debería ser”. Pueden surgir conflictos no resueltos entre familiares, amigos que resurgen y también podemos estar con nuestro ideal del yo, con expectativas idealizadas que nos impiden disfrutar de momentos. La exigencia continua es una gran enemiga para la vida.
Si normalmente no se socializa durante el resto del año, puede llegar a producir presión por llegar y estar a la altura de situaciones, relaciones y olvidarse de momentos donde relajarse y hacer otras actividades más acordes con la persona. Es necesario también un autocuidado, poner límites en los tiempos.
En los regalos también aparecen situaciones donde la inestabilidad económica, la frustración a la hora de realizar el regalo adecuado o los regalos adecuados, pueden empañar el sentido de que realmente la relación con el otro, el amor, la escucha, tenerle en cuenta, es el mejor regalo. Basarnos en lo material solamente no es buen consejero, es una dirección que nos marca el consumismo.
El exceso en las comidas puede generar también algún disgusto, donde el malestar físico y emocional por haberse sobrepasado los límites en exceso, expresa un “modus operandi” interior de la persona, con un patrón de excesos y a su vez de castigo. Seguramente también puede acontecer en otras épocas y situaciones.
Es muy importante priorizar, enfocarse en dar gracias a lo que uno es y ha producido, minimizar el hecho de compararse con los demás, y sí establecer esa red de apoyo, contar con los seres queridos sin expectativas, sin esperar nada. Esto conlleva a una aceptación.
Planificar actividades realistas y significativas, establecer límites para evitar una sobrecarga emocional y financiera, buscar momentos también para cuidarse y reflexionar sobre los deseos que pueden sustentar las expectativas navideñas.
Nuestros gestos, regalos, tensiones, rituales…hablan de nuestra capacidad de gestión, de si nos aceptamos a nosotros mismos, los demás y los cambios. ¿Se repiten los roles familiares cuando nos reunimos? ¿Vemos realmente al otro como es o como creo que es?
La Navidad puede llegar a servirnos de espejo emocional, reflexionar acerca de como las personas manejamos nuestras relaciones, deseos y conflictos.
Nuestro bienestar va a depender de la capacidad integrar nuestras emociones y expectativas y la realidad de forma saludable . Evitar caer en dinámicas que se repiten, permitiendo otro tipo de diálogos, cambiando un poco nuestra posición en el escenario va a producir otras dinámicas relacionales.
Más allá de las tradiciones, podemos resignificar nuestra navidad, según nuestros valores y necesidades. Cada persona debe construir su propia relación con la Navidad, más allá de ciertos rituales sociales para evitar alienarse a principios con los que no se está de acuerdo, y sí encontrar un sentido personal en la celebración. Crear rituales propios que hagan sentir conectado, preguntarte qué aspectos de la navidad resuenan contigo y cuales no, y producir ese tiempo de reflexión sobre el año que termina y los aprendizajes adquiridos nos ayudará a poner un punto al texto de nuestra vida para dar sentido a muchas situaciones, darnos cuenta de lo ya conseguido y de continuar, teniendo en cuenta la mayor de nuestras riquezas: el amor, las relaciones.
Laura López, Psicóloga-Psicoanalista- Perito judicial