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sábado, noviembre 30, 2024

Las tinieblas de la humanidad

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Vibras de emoción cuando se dispersan las ondas de luz a tu alrededor. Te empeñas en alcanzarlo pero no lo consigues, tu mano rasga el aire con una delicadeza extrema.

Sensación que llena mi alma mientras en la distancia te observo. Me falta el aire en un microsegundo que se me antoja eterno, no es sino la desilusión que me embarga al no saberte plena.

Volvemos a escuchar la melodía que sólo en nuestros oídos suena, es con tu mirada que se activa.

Entre los pliegues de las paredes se esconde, si esos que solo tu y yo podemos ver. Sin saber como se hace aire y se evapora. Es ahora entre los pliegues de mi piel, arrugas cuya existencia no quiero reconocer, donde se aloja. Sin más espero el momento, el cielo se ilumina y el rayo te alcanza, aún no habiendo tormenta. Ahora sí lo conseguiste.

Pulsión íntima que se hace eco y nos acompaña durante ese tiempo cuyo cálculo es exacto, la velocidad de la luz.

La atmósfera se torna más ligera, mi respiración se enlentece, se complementan los sentidos alcanzando la plenitud, todo gracias a ti, a tu luz.

Has crecido o a mi me lo parece, tiene gracia la cosa, mira que después de tanto señalar en la pared tu altura, ahora ya no quede espacio para ello. Que no cielo, que no soy una exagerada, solo te veo como eres, grande.

En mi mente se encadenan las imágenes, desde tu nacimiento, todo parece verídico, no encuentro ningún ápice de falsedad, no es imaginación mía este alumbramiento que ha tenido lugar.

Los tiempos de oscuridad siembran la tierra, nuestro entorno llora sangre por qué la humanidad se difumina como el agua entre mis dedos al lavarme las manos tras ese momento de confusión, que me envolvió el ayer y me impedía verte así.

El reloj que no avanza, la manilla que se ancla en el pretérito dejándonos expuestos al vacío.

Los grises, esa paleta que se envuelve entre las sombras donde todo es inexpugnable, camino que es un lodazal en el que se empezuñan nuestros sentimientos, dejando de ser. En su oscura profundidad se inmersiona el todo, la vida.

Su melodía se acalla mientras la crisálida renace, aleteo y el caos se disuelve, los monstruos se esconden de nuevo, y eclosionan todas ellas al mismo tiempo, la luz se hace presente.

Y tú de nuevo vibras, al ritmo de esa melodía que es la vida, envuelta en sensaciones que te llenan de paz y sosiego.  Y se hace camino a tu encuentro contagiando esa alegría que llevas en tu rostro prendida.

Solo eran mis pesadillas, aquellas que me acompañan siempre, cuando entre las costuras de mi piel no me encuentro a mi misma. Entonces el eco barrunta en mi cerebro convirtiéndose en el dueño de mí. Las tinieblas se hacen paso acercándome al borde del precipicio mientras yo elevo mis plegarias hacia la luz.

Cadenas que hacen que la vida pese y no le encontremos sentido. Momentos de pereza y desidia que nos conducen al olvido.

Insulso enemigo con el que entablar batalla donde todas las armas se disponen en retroceso para nosotros, nos aventaja, nos conducen por suerte, no siempre, al suicidio.

Entre las oscuras aguas navegas sin encontrar el faro que alumbre mi destino.

Carcelero de mis sueños, ejecutor de mis ideas, erase de mis vivencias, ese es sin duda alguna, ella, la sombra en la que retozan las tinieblas y que con tanta frecuencia termina siendo nuestra dueña.

Esqueletos que a nuestra vera se asientan, ellos son los que pasean por el reino de los vivos, restando nuestras fuerzas, dejando por los suelos esas expectativas para el mañana.

No dejes que esto suceda, no me dejes en la antesala de la muerte, envuélveme en tus alas y aletea, mucho, para que el mundo resurja entre los pilares de la tierra, esculpidos a fuego lento, pero no del averno. Sostenes de la humanidad que empequeñecida no encuentra su camino.

@María José Luque Fernández.

 

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