Un ruido me despierta, me incomoda, estaba por un momento a gusto, ya me acostumbre a sus visitas, la verdad, son realmente increíbles, lo crean todo, ¿Esa masa gris es el artificie, o quién, qué es realmente?
Dibujan sendas intransitables embarradas, animan a caminar mientras el silencio sin eco se hace un fuego enorme, arrasando el bosque, crepitando en su vacío esos sentidos replegados que el frio invitaba a dormir, ahora siento calor.
Alguien cree que puede apagarlo, que iluso, fluye de repente en cascadas, agua helada, procedente de la noche profunda, cuando el cielo esta oscuro y barruntan los quejidos.
En el olvido del averno quedan los retazos de piel quemada, las cabronas cicatrices de la piel desnuda que ya no siente, los remolinos de ausencias ya perpetuas, entre los riscos posiblemente queden ajadas historias desbordadas, hirientes, en el discurrir del absurdo tiempo en la puta vida que nos ocupa, aquellas que arden en el desierto, cuando el alba marcha y la muerte queda tal vez sin espera.
Solo soy una copia imperfecta en esa máquina creada por ti, que comete el error, deberías corregir la programación. No tiene sentido caer siempre en el mismo bucle que se repite una y otra vez….
Rastreo universos buscando espacios, sin darme cuenta equivoco el rumbo obviando que solo es bruma, esa niebla que envuelve mi sueño, por ti producido, cambia de una vez el chip, por favor.
Me empeño en cerrar espacios por que aparece como una orden tuya escrita, pero no es posible, ¿Tú no existes? O sí.
Soy tan solo un reflejo que se empeña en ser vida, en verter colores en universos paralelos que se funden en la distancia.
Incito a los habitantes, si los hubiera de esos universos, a que alteren los magnetismos a través de la corriente del anillo, produciendo tormentas eléctricas, que distorsionen la realidad, pero ¿Cuál? La mía, la tuya, la suya, la real, la irreal…
El viento solar arriba al cementerio, todo aquello que encuentra en su camino y que clasifica como inservible, fluyendo la antimateria.
Soy yo, quien hace que rebose y desplace la energía negativa de los polos que se abrasan y se funden en la negrura del universo.
Desgrano los momentos en los que la juventud brilla, convierto el presente en pasado y no dejo que exista el futuro ¿Cómo? Fácil.
¿No recuerdas tu instrucción? Vaya programador.
“Obviando el cotidiano devenir, deshace sueños e ilusiones, vierte arrugas, sinsabores, arrulla sonrisas sonoras, encauza esperanza y deja que sean ellos que pidan clemencia al tiempo. Un tiempo que no existe…”
En un margen del programa, escribiste “Aunque dos universos formen parte del mismo pilar y en la umbría descansen, deja que segué mi maldad su belleza en dos mitades, y sólo bajo la piel, quedarán muestras ciegas a los ojos de aquellos que ya no creen.
Algo que solo un alma pura podrá encontrar, como en un árbol al sesgar el rayo, corteza herida vistes aún el cobre, restos de salvia brotan, buscan cerrar heridas. Blanco viste la muerte, a tu lado, mientras tu apuras la vida.”
Temblaba, mientras desde mi pequeño rincón observaba aquel mundo recreado por ti. Cruzó la sombra y sentí su fría mirada, expectante, sorprendida, penetró. No era aquel su deseo.
@María José Luque Fernández texto
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