NUESTRA REACCIÓN AFECTIVA Y DE ACCIÓN FRENTE A ACONTECIMIENTOS DE LA NATURALEZA Y PELIGROS ES UN TERMÓMETRO QUE REFLEJA NUESTRA SALUD EMOCIONAL.
Somos muy vulnerables frente a las inclemencias de la naturaleza, vemos cómo es necesaria una organización, unas directrices adecuadas para preservar la fragilidad de nuestras vidas. Construir un espacio seguro es gracias a muchas personas, profesionales, especialistas, que trabajan para que vivamos en una condiciones adecuadas. La vivienda, el mantenimiento de las calles, los espacios compartidos… permiten protegernos de situaciones precarias. Una de las mayores fuentes de sufrimiento para las personas son los desastres naturales. Frente a la impotencia de no poder manejar terribles acontecimientos externos como inundaciones, terremotos, incendios…se hacen totalmente necesarias las labores de prevención, de puesta en marcha de avisos para que se cometan las menos imprudencias posibles. Nos damos cuenta que no podemos poner nuestra vida en manos de otras personas, de la necesidad de cuidarnos, y guiarnos por criterios científicas, donde una actitud infantil o malsana puede costar vidas. Se ha unido el cariz del temor a una tragedia real, donde se han cobrado vida y donde se han vivido imprudencias, no ha habido un plan de acción sino de reacción.
Hay un refrán que dice “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Desgraciadamente, hemos vivido en este mes una situación muy trágica en Valencia donde cientos de fallecidos nos han hecho preguntarnos cuál es el valor de la vida humana, si tenemos precaución y cuidado de nuestras vidas, si elegimos vivir o, por el contrario hay tendencias en nosotros que nos llevan a manifestar conductas de riesgo, a jugarnos la vida por cambiar un coche de sitio, a continuar con un itinerario de agenda que no tiene en cuenta la realidad, a parecer chiquillos frente a situaciones donde, temerariamente, no se es capaz de ver el peligro, de establecer un límite entre lo que es vivir y la posibilidad de morir. Psíquicamente, en nuestras acciones, muchas veces exponemos ese halo de seguridad, de “inmortalidad”, donde siempre es a otro, no a mí a quien “le toca”. Teniendo la muerte muy presente con nuestros vecinos valencianos, me pregunto si tiene que ocurrir siempre una desgracia para que se marquen los límites, para establecer unos protocolos adecuados.
Es el momento de realizar un ejercicio de observación, de tomar distancia frente a la vorágine de las noticias, de nuestro vivir cotidiano ¿que afectos se ponen en juego frente a una situación de catástrofe, o de vulnerabilidad? Cómo reaccionamos y en la expresión de un acontecimiento de determinada magnitud va a hablar de cómo es nuestro deseo, si remamos, si nos dejamos caer, si aprovechamos esa situación para expresar nuestro grado de tristeza, desánimo, melancolía, de nuestro temperamento vital, si lo utilizamos para encerrarnos, como un búnker, o para establecer lazos de ayuda, de comunicación. No estamos solos, ser solidarios, no caer en ese narcisismo primitivo, tener en cuenta los demás, que sin otros no somos, que estamos en una cadena humana, que la fortaleza de uno es la fortaleza de muchos, que se contagia, y que una persona guarda relación, como mínimo, con 20 o 30 otras, y que lo importante es el valor humano y las relaciones. Vivir el presente, planificar el futuro, teniendo en cuenta que en las personas pueden haber contradicciones, tendencias que impulsan a no ejercer siempre el bien para uno, ejercer acciones de riesgo que hablan de una melancolía, una agresividad vuelta hacia uno mismo, el masoquismo… Son elementos muy importantes a trabajarlos, porque eso va a determinar que seas cauto/a, previsor/ra, que trabajes para la vida y no para la muerte. Generar ideas catastrofistas no ayudan a estar preparados, sino a generar momentos de inquietud, de miedo, que se convierte en un terreno apto para que cualquier enfermedad campe a sus anchas, para que seas carne de cañón y no un campo donde el deseo produzca vida. Que no te gane el pulso a la riesgo, sí el de la vida. Hoy, también cuidemos de la salud mental. Estamos a disposición de todos los damnificados, personas que necesiten ayuda para continuar, superar las pérdidas, y generar futuro. Que no tenga que pasarte una desgracia para darte cuenta y reaccionar, que vida, sólo hay una. Aprende a vivir, a vivir en el deseo.
Laura López, Psicóloga colegiada, Psicoanalista