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miércoles, noviembre 6, 2024

Un 40% de las guerras son por explotar recursos naturales, según la ONU

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  • Hoy se celebra el Día para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados

Al menos cuatro de cada diez conflictos internos en países registrados en los últimos 60 años han tenido relación con la explotación de los recursos naturales, tanto por su valor, como la madera, los diamantes, el oro, los minerales o el petróleo, como por su escasez, como la tierra fértil y el agua. Su riesgo de recaída se duplica con respecto a otros casos.

Naciones Unidas aporta ese dato con motivo del Día para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, que se celebra este miércoles.

El secretario general de la ONU, António Guterres, apunta en un mensaje que “los conflictos y el medio ambiente están estrechamente ligados” y que, “en todo el mundo, los recursos naturales han desempeñado un papel importante en al menos el 40 % de los conflictos dentro de los países”.

En su mensaje con motivo del Día para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la guerra y los Conflictos Armados, recogido por Servimedia, Guterres señala que “el aumento de las temperaturas por el cambio climático amenaza ahora con agravar aún más las tensiones y el estrés medioambiental”.

“Con demasiada frecuencia, el medio ambiente se encuentra entre las víctimas de la guerra, ya sea por actos deliberados de destrucción o daños colaterales, o porque, durante los conflictos, los gobiernos no asumen su papel en el control y la gestión de los recursos naturales”, indica.

“CAMINO HACIA LA PAZ”

Guterres subraya que, “si bien la perturbación del clima y la degradación ambiental no son la causa directa de los conflictos, pueden exacerbar su potencial”.

“Sus efectos combinados socavan los medios de vida, la seguridad alimentaria, la confianza en las autoridades, la salud y la educación, y la igualdad social. La degradación de los recursos naturales y los ecosistemas se suma a los desafíos a los que se enfrentan las comunidades ya vulnerables a corto y largo plazo. Las mujeres y las niñas se ven afectadas de manera desproporcionada”, añade.

Guterres recalca que “una mejor gestión de los recursos naturales y los ecosistemas podría allanar el camino hacia la paz en las sociedades devastadas por la guerra y ayudaría a los países en situaciones de crisis a dar un paso más para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, puesto que, “de aquí a 2030, más del 80% de las poblaciones más pobres del mundo podrían estar concentradas en países afectados por la inestabilidad, los conflictos y la violencia”.

Por otro lado, Naciones Unidas apunta que la humanidad siempre ha contado sus víctimas de guerra en términos de muertos y heridos, de ciudades destruidas, de medios de vida arruinados, pero «el medio ambiente ha sido con frecuencia la víctima olvidada». «Pozos de agua contaminados, cultivos quemados, bosques talados, suelos envenenados y animales sacrificados, todo se ha dado por válido para obtener una ventaja militar», señala.

Naciones Unidas considera primordial garantizar que la preservación del medio ambiente forme parte de las estrategias para la prevención de conflictos y para el mantenimiento de la paz y su consolidación porque, según recalca, “no puede haber paz duradera si los recursos naturales que sostienen los medios de subsistencia y los ecosistemas son destruidos”.

GUERRA DE VIETNAM

La preocupación pública sobre los efectos medioambientales de los conflictos bélicos alcanzó su punto máximo durante la Guerra de Vietnam, donde el uso del herbicida tóxico Agente Naranja y la deforestación masiva resultante y la contaminación química que causó provocaron una protesta internacional que condujo a la creación de dos nuevos instrumentos legales internacionales.

La Convención sobre la Prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles fue adoptado en 1976 para prohibir el uso de técnicas de cambio ambiental como medio de guerra.

La Convención de Modificación Ambiental fue adoptada en 1976 para prohibir el uso de técnicas de modificación ambiental como medio de guerra. El Protocolo I, una enmienda a los Convenios de Ginebra adoptada en 1977, incluyó dos artículos que prohíben que la guerra pueda causar «daños generalizados, a largo plazo y graves al medio ambiente natural».

Sin embargo, estos instrumentos se pusieron en tela de juicio durante la Guerra del Golfo de 1990-1991. La extensa contaminación causada por la destrucción intencionada de más de 600 pozos petroleros en Kuwait por el ejército iraquí en retirada y las reclamaciones posteriores de 85.000 millones de dólares (unos 76.700 millones de euros) en daños ambientales llevaron a nuevas llamadas para fortalecer la protección legal del medio ambiente durante los conflictos armados.

KOSOVO, IRAQ…

Ha habido otros casos de conflictos armados que han seguido causando daños significativos al medio ambiente, directa, indirectamente y como resultado de la falta de gobernanza y el colapso institucional.

Por ejemplo, decenas de sitios industriales fueron bombardeados durante el conflicto de Kosovo en 1999, lo que condujo a la contaminación química tóxica en varios puntos críticos (como Pancevo, Kragujevac, Novi Sad y Bor) y despertó la alarma sobre la posible contaminación del río Danubio. Y entre 12.000 y 15.000 toneladas de fueloil fueron liberadas al mar Mediterráneo tras el bombardeo de la central eléctrica de Jiyeh durante el conflicto entre Israel y el Líbano en 2006.

Más recientemente, el conflicto armado en Iraq que comenzó en junio de 2014 y terminó con la captura de las últimas áreas controladas por el grupo terrorista Daesh (también denominado Estado Islámico o ISIS) y la retirada de los militantes de esta organización en 2017, dejó una profunda huella ambiental a su paso.

Cuando estos se retiraron, prendieron fuego a los pozos de petróleo, lo que provocó la liberación en el aire de una mezcla tóxica de dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono, hidrocarburos aromáticos policíclicos, partículas y metales como níquel, vanadio y plomo.

(SERVIMEDIA)

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