En momentos difíciles surge lo peor pero también lo mejor del ser humano. Recientemente en España, en la región de Valencia, aún consternados por una catástrofe sin precedentes en la región, preguntándonos cómo se ha podido llegar a ese nivel de desorganización y de pérdidas humanas. Toca recomponerse, continuar en la lucha, reivindicar el valor humano y, en muchos de los casos superar tragedias familiares, pérdidas y continuar, pasar el duelo y poner el foco en los siguientes pasos.
La negación, la ira, el sufrimiento, el dolor, la tristeza… forman parte de un proceso normal en estos casos, donde la tragedia, el impacto, pone en jaque los recursos de la persona. ¿Cómo sobreponerse frente a una tragedia, frente a una situación que nos impacta también emocionalmente?
Hay un primer momento de desorganización psíquica, donde hay un ingreso en el aparato psíquico de estímulos en muchas ocasiones inelaborables, que pueden ocasionar un bloqueo en la respuesta, desconcierto, estupor, miedo, ansiedad, sensación de no saber cómo abordar la vida..,
Hay personas que después pueden responder a nivel de la situación, poniéndose a salvo, ayudando a otros, organizando respuestas que trabajen a favor de la vida. Ahí, la angustia es un momento, se traspasa esa barrera y se sigue adelante. Pero puede instalarse la angustia como padecimiento, con sintomatología como la taquicardia, sensación de volverse loco, asfixia, bloqueos, vértigos mareos… buscando en la realidad algo en lo que apoyarse, a alguien, y donde tiene que arreglárselas con la incertidumbre, el temor al futuro, ocupando su materialidad psíquica.
En un primer paso es necesario la expresión de los afectos, de las experiencias internas relacionadas con la situación vivida como traumática. Sentirse escuchado, comprendido, facilitar la expresión de los sentimientos, del miedo, la tristeza, la angustia, el enfado, ayuda a reducir reacciones agresivas contra otras personas o contra sí mismos. Frente a una experiencia vivida como desbordante puede verse rebasada la capacidad de digerir y simbolizar. La labor profesional puede llegar a ser crucial en un primer momento, donde una escucha e intervención adecuadas, le dan un sentido de realidad, le ayudan a tramitar lo que vivió, donde hay que hacer especial hincapié en que no es lo que le pasó, sino cómo lo vivió, como lo ha elaborado o no. Le va a proporcionar un espacio de seguridad, donde no se le va a juzgar, y le va a poder ayudar a poner en palabras aquello que le ha rebasado, que le ha conectado con otras huellas inconscientes, que le han hecho regresar a modos de reaccionar, fijaciones de un yo más inmaduro, que le impiden afrontar la realidad y dar los siguientes pasos. Vemos que nuestra reacción no depende tanto del suceso sino de nuestra disposición psíquica, nuestra salud mental y del umbral de la cantidad.
Frente a la incertidumbre se acentúa la angustia, por eso es necesario producir una calma, la angustia tiene un efecto de contagio. En una persona angustiada pueden llegar a ponerse en juego, a raíz de lo que es vivido como traumático, trastornos del sueño, de la alimentación, pesadillas, recuerdos recurrentes del momento traumático. aislamiento, defensas obsesivas… e incluso patologías previas pueden acentuarse o transitar por un estado melancólico donde la desidia, la culpabilidad, los autorreproches, la ruptura con la realidad, la incapacidad de sustitución, de ilusionarse por la vida, de establecer nuevos lazos o mantener los anteriores hacen mella en la persona. Por ello es muy importante esa ayuda profesional.
Uno puede llegar a salir fortalecido frente a experiencias vivida, donde la vida nos muestra que estamos sujetos a crisis, a situaciones difíciles, pérdidas, y no queda otra que transitarlas, y unirse a la vida, a las relaciones, a la construcción de lo venidero. Volver a la normalidad es importante, poder canalizar la energía en sujetarse a la realidad a través de la del acción del trabajo, de establecer una rutina para no aislarse, para no entrar en un bucle que ancla a la persona, establecer lazos con el entorno, en la riqueza de las relaciones, el establecimiento del cuidado diario, la higiene, los hábitos saludables y no dejarse guiar por los estados de ánimo, la tristeza, la pereza, la falta de ganas, sino marcarse una rutina y unos objetivos básicos, dentro de las posibilidades. Un intento de solución donde no es la adaptación, sino la aceptación y la capacidad de transformación, de sustitución lo que va a dirigir los próximos pasos. Lo que ocurre que hay una complejidad en las personas y una serie de contradicciones y ambivalencias que pueden estar marcando nuestro vivir, por eso que es necesario que un profesional pueda escucharnos esos procesos, inconscientes para la persona, de los cuales padece y que es necesario transformar para que estar en las mejores condiciones de respuesta, venga lo que venga en la vida.
Enfocarse en lo importante, en lo que sí se puede hacer, no en lo que se perdió o lo que es imposible. Establecer prioridades y tener en cuenta que solo, no se puede, contar con apoyo social y profesional.
Recordemos que la felicidad es un estado del alma, permitir construir esa parcela donde tener en cuenta que “hay golpes en la vida, tan fuertes..”, como dice el poeta, pero hay que sumar, volver al camino donde otras personas también nos necesitan, tener en cuenta que somos una cadena y estamos conectados con muchísimas personas. Juntos se puede más. Les comparto un poema que es una oda a la resiliencia:
ODA A LA RESILIENCIA de Rodolfo Alonso
Primero un brote
Después el otro
Van asomando
Casi sin verse
Del viejo horcón
Recién tronchado
Por los verdugos
Del municipio
Parecía muerto
Crecía adentro
Muy de a poquito
Como a escondidas
Se puso verde
Fresco y reciente
Brotes y brotes
Ramitas hojas
Se los cortaron
Pero insistió
Bien en silencio
Dando la vida
Un brote aquí
Y otro allá
Se hicieron muchos
Y están creciendo
Temí por ellos
Temí por mí
Aún hay peligro
De que Ésos vuelvan.
Laura López, Psicóloga-Psicoanalista
www.lauralopezgarcia.com