Pasión por viajar. Eso es lo que define mi vida personal y familiar, y son muchas las ideas que se nos ocurren y los proyectos de viaje que pasan por la mente cada año; pero siempre con dos premisas, disfrutar y descubrir nuevos rincones, tanto en España como fuera. A raíz de varias conversaciones y que me llegaran diversas informaciones, mi foco se centró en Álava, siempre volver a Euskadi (paisajes, gentes y gastronomía que te llenan solo con escuchar su nombre) fue un placer y quizás pensé que era momento de descubrir a la que puede ser la más desconocida de las tres provincias vascas.
Pues allá que lo planteamos en la familia y empezamos a organizar. Somos una familia de dos adultos y cuatro niños, así que con seis personas, la logística nunca es fácil aunque los proyectos son siempre motivadores. Y lo primero es que el destino y su llegada a él sean operativos para este tipo de «grupos». Y Álava lo es, por tener aeropuerto en Vitoria con vuelo directo desde Málaga, donde partimos, y también tener el de Bilbao cerca, que es uno de los que más tráfico tiene de España.
La idea siempre es llegar en avión, buscar coche de alquiler, alojamiento que sirva de cuartel general para la semana y desplazamientos a los sitios que nos interesen. Y estando en el corazón de Álava y Euskadi, íbamos a tener de todo, paisajes, naturaleza, patrimonio, gastronomía y curiosidades.
Día 1, Bilbao como aperitivo
La llegada por cuestión de fechas fue a Bilbao, aprovechando para ver la ciudad en el primer día, hasta que cogiéramos el coche rumbo a Álava. Desde San Mamés al Guggenheim, pasando por la Ría y sus zonas verdes, la Gran Vía y el casco antiguo, el paseo para ir calentando motores fue de lo más gratificante. Una ciudad moderna, cosmopolita y con mucha vida.
Tras este paseo, cogimos el coche dirección al Camping El Roble Verde, en pleno corazón de Álava (a 40 minutos de Bilbao), entre los municipios de Pobes y Ribera Alta. Entre los paisajes de San Vitores y la Sierra de Tuyo, algunos entornos naturales son dignos de admirar y por los que aventurarse; como Atalaya, Cantoblanco, Montemayor, Somo, y otro montón de pequeñas cimas entre 700 y 1.000 metros de altitud, compuestas principalmente por bosques de encina, roble, quejigo y pino.
Primera noche en la tranquilidad alavesa, vida pero silencio, movimiento pero serenidad, el viaje por esta gran desconocida para nosotros comenzaba a tomar forma en nuestros corazones.