El deseo es la esencia humana, carece de objeto. Todas las personas deseamos lo mismo, pero nos diferenciamos en cómo nos la arreglamos con el deseo: renunciando, postergando, sustituyendo, elaborando de forma diferente… Hablamos de ese caldero de pulsiones primitivo al que cualquier circunstancia le vale como expresión, pero no es lo mismo unos caminos que otros. Ponernos en juego en nuestro vivir conlleva también saber que hay un final y que domeñar ese caldero de deseos en caminos convenientes donde se civilice, se encuentre en el amor, en la producción… evitará que construyamos una marejada de síntomas por la incapacidad de gestión con la realidad.
Renunciar a nuestro deseo, ese camino posible humano, el que nos lleva a producir algo más de mí que yo mismo/a, tiene unas consecuencias negativas. Hay falsos espejismos, ilusiones, que nos derriban y nos hacen creer que existe el becerro de oro, el amor único, la felicidad como algo material, no como un desplazamiento y metáfora de un trabajo continuo en el amor hacia los demás, produciendo y teniendo en cuenta que hay otros…
Aprender a sumar conlleva aceptar la multiplicidad que hemos de habitar: trabajadores, amor, lo social…Hay cuatro posiciones: padre, madre, hombre y mujer, que hemos de ser capaces de habitar tanto un sujeto femenino como masculino.
La inteligencia, el amor, la satisfacción no están hechos en ningún lugar, se producen en lo social, y hemos de poder producir una realidad donde no nos reduzcamos.
A veces acontecen conflictos, hostilidad, envidia, celos…que actúan en nosotros como si fuera un timón y repercuten directamente en nuestra posición frente a la vida.
No somos criaturas tiernas y necesitadas de amor, también en nosotros reside ese caldero que puede llegar a manejarnos y estropear nuestro vivir o ser una fuente de creación. El psicoanálisis es fundamental para ello.
No somos sin otros, y los compromisos nos atan fuertemente a la realidad, nos ayudan a no aislarnos, a no caer en delirios, en películas con protagonistas con nombres y apellidos que siempre van girando en torno al mismo drama, porque lo reprimido retorna.
Psicoanalizarse permite romper con ciertas tendencias, formas de reaccionar infantiles sometidas por esos deseos reprimidos y que al final terminan construyendo frases en nosotros, modos de pensar y de mirar que nos coartan el desarrollo, el amor y nos impiden desarrollar nuestro máximo potencial.
Psicoanalizarse te permite construir tu propia libertad.