A nivel mundial se estima que la prevalencia de personas que sufren de fibromialgia es en torno al 2,10%, es decir, dos de cada 100 personas padecen de este síndrome. La edad en la que se manifiesta más frecuentemente es entre los 40 y 50 años y sobre todo en mujeres, aunque también la padecen hombres.
El síntoma principal es el dolor, un dolor músculoesquelético, es decir, que afecta a los huesos, los músculos y lo tendones, no a las articulaciones. El dolor es generalizado y duradero, que se siente en brazos, piernas, cabeza, pecho, abdomen, espalda y glúteos. La persona lo describe como un malestar doloroso, continuo y difuso, con ardor o punzadas, de localización imprecisa. Le duele todo el cuerpo y se le hace insoportable. Algunas de las frases que los pacientes suelen utilizar para describir su situación dolorosa son: “parece que me ha pasado un camión por encima”, “es como si me hubieran dado una paliza”. Pueden aparecer también sensaciones de hormigueo en las manos y piernas, agarrotamiento, hipersensibilidad auditiva y del dolor, sensaciones de mareo, inestabilidad, hipersudoración, alteraciones intestinales…
También suele estar asociada a la fibromialgia la fatiga y el cansancio en más de un 70% de los pacientes. Cursa con crisis de agotamiento durante uno o dos días, aunque también de forma continua. Supone para la persona una gran incapacidad para realizar cualquier actividad diaria.
Son frecuentes las alteraciones en el sueño, donde hay despertares frecuentes y no es reparador, la persona no se levanta descansada.
Llama la atención que, tras la exploración física y pruebas, no se objetiva ninguna lesión ni limitación del movimiento. Todos los exámenes aparecen como normales, sin ninguna lesión ni limitación que pueda justificar la sintomatología. Esto la hace ser una enfermedad muy incomprendida, donde las personas se sienten muy desamparadas. La etiología era desconocida, no explicable desde los instrumentos de la escucha médica. Se había pensado como un trastorno de los mecanismos de percepción del dolor, donde supuestamente se debía a una disminución del umbral del dolor. Desde el Psicoanálisis se sabe de su etiología y se realiza un trabajo de transformación de este padecimiento.
El dolor es una señal de alarma que nos alerta de que un órgano está dañado. Es un mecanismo de protección, que nos hace apartarnos de ciertos peligros. Pero vemos que en la fibromialgia hay dolor sin una lesión que lo justifique. Hablamos de dolor psíquico y también de una erogenización de ese órgano (hay aspectos psíquicos que lo sustentan). Esto supone un rechazo en muchas disciplinas y sectores, una dificultad de aceptación de que no sólo hay dolor orgánico, ocasionado por una lesión en el cuerpo. Y psíquico no quiere decir que se lo imaginen o que lo simulen, el dolor es real. Los síntomas no son inventados.
A través del Psicoanálisis sabemos por estudios referentes a la histeria, la neurosis de angustia, a la neurastenia, que el cuerpo hace de escenario de lo psíquico. Cualquier estímulo va a ser elaborado en el ser humano tanto por vía somática como por vía psíquica. Hay personas con una estructura, una posición psíquica determinada, en ocasiones, que en lugar de poder pronunciar una frase, la escenifican en el cuerpo. Por ejemplo, algo que me ha caído mal, que ha producido una sensación muy fuerte, hace que no me pueda levantar, que me paralice, que mis piernas no respondan. Son mecanismos psíquicos inconscientes, que nada tienen que ver con “la voluntad”. A veces, ciertos dolores de cabeza, vemos que están relacionados con algo que nos molesta y que no podemos hablar. A todos nos ha pasado en alguna ocasión que un dolor de cabeza está relacionado con una preocupación . Esto vemos que, incluso, está enraizado en el saber popular, cuando se habla de que algún asuntos nos van a producir “quebraderos de cabeza”. O por ejemplo, una intolerancia frente a la incertidumbre, en vez de sentirla o expresarla, se padece en vértigos, mareos… Son puestas en escena de frases inconscientes, que hablan de una dificultad de expresión, de elaboración por vía psíquica. El mecanismo de conversión es un mecanismo en el sujeto que hace que se desvíe y se “convierta” en el cuerpo una frase, un conflicto en la persona. Ej: fue como si le diesen una bofetada, y en la persona aparece una parálisis facial. Ese estímulo ha sido desviado por vía somática. Pero ese saber no cura, hay que hacer un trabajo psíquico con el psicoanalista para transformar esa forma de elaboración.
La fibromialgia está sostenida por una estructura histérica, en la mayoría de los casos (pero habría de escucharse en su análisis el psicoanalista), donde elabora por vía somática aspectos psíquicos. Es muy incapacitante para las personas. Cuando hablan de crónico desde la medicina es porque no se entiende desde esa disciplina, y se intentan paliar los síntomas.
Para el psicoanálisis nos ofrece una nueva postura, una nueva lectura de la enfermedad, trata al sujeto psíquico. Y con psíquico nos referimos aquí a lo inconsciente, inabarcable desde la psicología. El diagnóstico puede calmar esa incertidumbre, pero ¿ahora qué? Hay que resolver la posición psíquica que sostiene los síntomas.
El dolor es una forma de expresión en esa zona, vinculada a frases, a una historia de su vida que se escenifica en ella. Por ejemplo, hay un caso de una paciente que tenía dolor en una pierna funcional, la tenía paralizada, pero sin una lesión orgánica y esa pierna era donde su padre, en el lecho de su enfermedad, apoyaba la cabeza mientras le cambiaba el vendaje. Hay una historia psíquica, una conexión con ese dolor.
Es importante una atención integral de la persona con fibromialgia, incluir el Psicoanálisis en su tratamiento, que le ayuden a ir transformando su estructura psíquica. El psicoanálisis sabe de la etiología y la inteligencia de este padecimiento.
Laura López, Psicóloga- Psicoanalista
en formación con Grupo Cero
www.lauralopezgarcia.com