¿Qué hablamos cuando hablamos de pornografía? ¿Influye en la sexualidad de la persona o es más bien un modo de expresar su sexualidad? ¿Cómo pensar esta cuestión cuando es una “tendencia oculta”, y la pareja se entera de ello? ¿Falta de respeto, de amor, de deseo? ¿Es una cuestión de perversión? ¿Tal vez tiene que ver con la madurez de la persona, su fijación a un goce infantil?
La palabra Pornografía, etimológicamente proviene del griego, prostituta y grafos, tratado. La pornografía alude al mundo de las fantasías, esas fantasías inconscientes, más toscas, más vulgares. Es un fenómeno bastante consumido y popular, en constante expansión y de fácil acceso, relacionada con la tendencia al hedonismo, la inmediatez y a ciertos estereotipos donde la mujer está posicionada en un lugar de objeto, cosificada, no en el lugar de sujeto de sus deseos, de su sexualidad. Ante todo la pornografía se ha convertido en una gran industria, un negocio: consumir rápido, accesible, en grandes cantidades… De hecho la facturación según cifras del FBI en EEUU y la ONU del sector cinematográfico y la pornografía están entre los 10.000 y 14.000 millones de dólares anuales. Según online MBA, el 12 por ciento de los sitios webs son pornográficos y en pornografía se gasta unos 2500 millones de euros cada segundo. Todo un negocio.
Pero debemos de pensar que no es lo externo, sino la estructura psíquica de la persona, sus bases y su desarrollo que van a incluirla o rechazarla en mayor o menor medida. Nuestra sexualidad se van constituyendo desde que nacemos, ciertas tendencias en nosotros, más primitivas, más toscas, más animales podríamos decir, del orden de la inmediatez, han de ir modalizándose para acceder a ser sujetos sociales. Se va a producir una distancia entre esos deseos que dejan una impronta en nosotros, y que están reprimidos, y lo que se satisface en la realidad. De alguna manera haciendo referencia a la prostituta, lo que se escenifica forma parte de ciertas fantasías que están en el imaginario universal, correspondientes a momentos de nuestro desarrollo afectivo-sexual infantil que han de reprimirse y transformarse. Están relacionadas con los primeros amores, esos infantiles que son los progenitores. Para el ser infantil, la madre en algún momento de su relación, pasa por cierto grado de degradación, donde “no es suya” sino que está relacionada con el padre y mantiene relaciones con él. Está la madre idealizada, “santa” y la “prostituta”, donde no puede aunarse la madre como mujer y sujeto deseante en el infantil sujeto. Volver a ese lugar infantil es no poder aunar la corriente cariñosa y la sensual en los objetos actuales del amor, con otras mujeres. Así hay hombres que son impotentes frente a la persona que aman y sólo puede desear a la mujer que, digámoslo de alguna manera, está en una posición más “denigrada”. Es la dicotomía en un momento infantil de su propia madre, que no puede aceptarla como una mujer, como un sujeto deseante. En la mujer se juega también esa cuestión con lo prohibido, con lo oculto, donde con el amante sí dan rienda suelta a su sexualidad, pero con el partener digamos “oficial” no se lo permiten. Hay en todos los seres humanos una sexualidad inconsciente que tiene como objeto a esos primeros amores, los padres. De hecho, en la pornografía se pone en juego una cuestión vouyerista, observa una escena sexual, en los niños hay investigaciones sexuales. Hay fantasías que han sido prohibidas en nosotros, por nuestra moral, pero que pertenecen a ese desarrollo amoral de nuestra constitución. Se relegan al inconsciente todos esos contenidos para que venga el florecimiento de la pubertad y podamos estar en la civilización humana. Lo que nos llega a nuestra conciencia ya está deformado por la represión, por nuestras propias intolerancias, nuestras fijaciones infantiles… La vida amorosa del adulto está pautada, determinada por vicisitudes infantiles Por eso es necesario hacer un trabajo psíquico. Todos hemos partido de esas fantasías, pero hay que renunciar a ellas para acceder a una vida más humana. Ese tipo sexualidad supone un ahorro de un trabajo para acceder al mundo, a las diferencias.
La pornografía está asociada a la época juvenil, ahora hay un contenido más “in streaming”, películas… pero con anterioridad ya circulaban revistas, litografías…relacionado con la curiosidad sexual, con los primeros descubrimientos.
Los contenidos que abarca la pornografía vemos que corresponden a situaciones más groseras, esteriotipadas, donde no hay palabras, no hay diálogo, conversaciones ni afectividad después del coito, raramente existen preámbulos… Cuerpos esbeltos, tonificados, e infatigables, capaces de mantener ese ritmo durante horas, con orgasmo y erección continuas, una ilusión de placer ilimitado y sin barreras… Es una sexualidad del orden de lo autoerótico, observando una escena, donde no se accede al encuentro con un otro. La consumición de la pornografía está muy relacionada con una forma de satisfacción sexual muy precaria y rudimentaria. Hay un salto, entre lo que se muestran en esos vídeos y la realidad, son fantasías. Está más bien regido por el principio del placer.
Hay un carácter repetitivo en cuanto al argumento, se recrean esquemas y poses corporales, son producciones predecibles, con una base común. Las escenas son un refugio que protegen al sujeto de su encuentro con lo real . La pornografía llega a creer que ya tenemos resuelto lo que sucederá en el encuentro, algo que está destinado a fracasar, el encuentro con el otro es incertidumbre, requiere de una conquista, de palabras, de acercamientos, de cierta sorpresa frente a lo nuevo, aceptación de las diferencias, la barrera de ese encuentro físico con el otro y todas las fantasías inconscientes que ponen en juego el rechazo, el goce, etc.
La pornografía tiene más que ver con la masturbacion infantil, porque la sexualidad está circunscrita a nuestra relación con el otro. “Mas- turbar” está relacionado con algo que turba frente al encuentro real, está en juego la angustia, es un refugio, una manera de satisfacerse infantil, sin mediar un trabajo en la relación con el partener sexual. Se ponen de manifiesto las fantasías autoeróticas del sujeto, donde todo es posible. Muchas veces, frente a situaciones que producen tensión en la persona, se recurre a la pornografía como modo de satisfacción inmediato, por no poder soportar cierta tensión de energía tan necesaria por otro lado para utilizarla con posterioridad en objetivos mayores, metas más a medio y largo plazo. No soportan la tensión, en seguida “descargan”.
Es necesario trabajar nuestros propios deseos, con la ayuda de un psicoanalista. Hay personas que no pueden encontrarse con su pareja para mantener relaciones sexuales, somos una complejidad. Muchas veces vemos que lo fácil no interesa, atrae lo prohibido, genera más excitación .Nos gusta cierta dificultad para que se avive la llama de la pasión pero ¿cómo hacer para que no se vuelva algo perverso, que tenga que ser de la misma manera? Esas tendencias han de ser transformadas, porque van a limitar muchísimo a la persona y su relación con el otro. Se convierten en problemas con el deseo, el amor y el goce.
El problema es cuando ese acto masturbatorio es un modus operandi. La genitalidad es sólo un vértice de la persona. En otros ámbitos de su vida, seguramente, tampoco habrá una materialización. El concepto de sexualidad es más amplio, es su relación con su posición en lo social, en las relaciones, con el trabajo, la producción, lo económico… El problema es todo lo que no puede hacer , las inhibiciones en el amor y en otros aspectos de su vida, que se manifiestan en esa imposibilidad de contacto, en esa “descarga” inmediata.
La pornografía en relación con la pareja es una cuestión a estudiar en su contexto, en la idiosincrasia de la relación. Existe también una ingenuidad en creer que tu pareja te va a satisfacer en todo. Si la pareja ha “pillado” de repente al otro hablando con otra persona de forma picante, en un chat, o viendo contenido pornográfico… de alguna manera viene a señalar algo. Muchas veces son tapadera de otras cuestiones que no se hablan, ese acto es una expresión, donde va a ser necesaria una ayuda profesional de un psicoanalista, que ayude a transformar algunas cuestiones en ellos. Muchas veces se interpreta como una falta de amor, de respeto, pero son cuestiones morales y simplificatorias, engañosas, de la cuestión. ¿Para qué sirve en la relación? ¿Lo utilizan como un juego? Todo depende. Sí es necesario indicar que no coincide el goce con la moral, tiene que ver con el inconsciente, que es amoral, hay una contraposición entre lo que me gustaría y lo que sucede. En esa forma de expresión, que el otro se entera, hay como una dedicatoria, tal vez es cuestión de renovar aspectos de la relación, del deseo que hay que consultar y trabajar.
La pornografía es un medio para que el sujeto se relacione con esto prohibido que lo hace gozar (masoquismo, incesto…) todo lo que el principio de realidad le impide llevara a cabo , y que esta más relacionado con su forma personal de obtener placer, que lo que socialmente podría estar aceptado. Está relacionado con un aspecto inconsciente de la fantasía . La verdad tiene estructura de ficción, puedo articular la verdad oculta de mis pulsiones en el vivir, y manifestar una vida más insatisfactoria por la dificultad en transformar ciertos aspectos que me producirían un mayor goce en mi vida. Mejor consultar con un psicoanalista, que es experto en esa escucha del goce, el amor y el deseo.
Os dejo una frase muy importante, una apertura para seguir conversando en la próxima:
«El sexo del amor quiere decir que no hay sexo sin amor, pero, fundamentalmente que no hay amor sin sexo, que quiere decir: no hay amor sin palabras.»(Miguel Oscar Menassa).
Laura López, Psicóloga colegiada
Psicoanalista en formación con Grupo Cero
Terapeuta de parejas y sexualidad