Compartir este artículo

Libros

Pasen y lean

Pasen y lean

Si la cara fuera, como dicen, el espejo del alma, resultaría complicado para cualquier persona ocultar ante observadores mínimamente receptivos determinados aspectos de su personalidad, su carácter, sus modos de reaccionar y de conducirse por la vida. Es como si cada individuo fuera un libro, y el rostro mostrara una especie de avance de contenidos.

En las especies animales cada individuo-libro pertenece a una tirada más homogénea, porque, como escribe Olga, personaje  principal de la novela “Donde el corazón te lleve”, a ojos de cualquiera no experto en zoología o no familiarizado especialmente con ellos, cada antílope podría ser idéntico a cualquier otro antílope, al igual que cada león nace con morro de león, y todos ellos mantienen siempre el mismo aspecto en la naturaleza. Pero es el hombre, y nadie más que él – mantiene en sus reflexiones Susanna Tamaro –, quien tiene un rostro, un mapa en el que se encuentra todo: su historia, su padre y su madre, su personalidad, las cosas buenas y no tan buenas que ha recibido de sus antepasados. Nada de tiradas en serie: cada libro, un ejemplar único; cada persona, un universo.

Al igual que un rostro humano, según hemos visto, ofrece una primera identidad, la portada de un libro cobra una importancia que encierra matices que el mundo editorial no siempre ha cuidado como debiera. Es indudable que una portada neutra no predispone a la lectura, pero, por el contrario, si nos cebamos en la idea de la portada como gancho que presente sólo elementos atractivos, es fácil caer en mecanismos tramposos que acentúen al final una sensación de decepción o engaño si la lectura no va respondiendo a las promesas tan alegremente expuestas.

Etimológicamente, la portada es la puerta que debe abrirnos la casa, y si puede hacernos sentir a gusto en ella desde el principio, mucho mejor. A mí, sin embargo, me gusta más la idea de la portada como una ventana, un hueco que ya desde los estantes permite a los lectores potenciales asomarse tímidamente al interior, o un resquicio que descubre a las personas que ya han leído el libro los modos sutiles o ingeniosos en los cuales el contenido también aflora, se muestra o se intuye. Movimientos de doble dirección, hacia dentro y hacia fuera: invitaciones y oportunidades para una comunicación completa.

Del mismo que una contraportada debe interesar pero nunca pecar por exceso de información, la configuración de la portada no ha de acumular elementos icónicos ni “destripar” sucesos definitivos o claves fundamentales. La historia la debe contar el libro a lo largo de sus páginas, y esta obviedad nunca deberían olvidarla los maquetadores ni los artistas gráficos encargados del diseño de las portadas. Un dicho muy interesante en lengua inglesa nos advierte: ‘Do not judge a book by its cover’. Literalmente, no juzguen un libro por su portada, o lo que es lo mismo, no determinemos el valor de algo basándonos sólo en su apariencia.

Así que ya lo he vuelto a hacer: dedico un párrafo a las portadas de los libros concebidas como estímulos para la inteligencia o la sensibilidad, y en el párrafo siguiente desando el camino relativizando el valor de la portada y, de paso, poniendo en entredicho mi tercer proverbio de este artículo al defender más las mil palabras que la única imagen.

En los últimos tiempos, destaca el caso de los best-sellers o libros de superventas porque se sigue estrictamente en el lanzamiento promocional la norma de mantener la misma portada en todas las ediciones del mismo libro, en los mismos países distintos en los que se publica, antecediendo a todas las diferentes lenguas a las que se traduce. En tales circunstancias, cuando no hay margen para la artesanía o la creatividad de grupos profesionales en las diversas culturas receptoras, la portada del libro, más que a una ventana de doble dirección, se parece a un logotipo comercial.

En cualquier caso, tampoco una etiqueta estereotipada debería predisponer en contra de una lectura si uno tiene personalidad suficiente y maneja criterios propios. Ya saben, nunca (pre)juzguen un producto por su logotipo.

Compartir este artículo

Carlos Pérez Torres (Málaga, 1958) es escritor y educador. Licenciado en Filología inglesa, ha trabajado muchos años dando clases de Literatura en institutos de Málaga y su provincia. Entre sus obras narrativas destacan títulos como «Nico y Aurora» (2008), «Relatos del impostor» (2016), “Círculos concéntricos” (2018), «Notas al margen» (2022) y «Mala conciencia» (2023). En poesía, entre otros libros, ha publicado «Temblor» (2000), «Razón de convivencia» (2006), o «Antología privada» (2019), y prepara actualmente «Horas de insomnio». También es articulista y autor de novelas de infantil/juvenil.

Deja una respuesta

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

Ir a la barra de herramientas