Litoral fue el hermoso nombre de una revista que sirvió de punto de encuentro y rampa de lanzamiento desde Málaga para una pléyade significativa de autores y autoras que acabarían integrando la llamada Generación de Plata de nuestra literatura con una brillante nómina de poetas preferentemente, pero que concitó la colaboración artística de narradores, pintores, músicos, filósofos y demás exponentes del Grupo del 27. Esa revista, con un nombre azul lleno de brisa y de espuma, consiguió tejer una urdimbre de arterias culturales que transportó su sangre nueva a todos los rincones del mapa literario de su época.
Ahora, prácticamente un siglo después, la ciudad de Málaga ha vuelto a acoger (hace un par de semanas) a poetas de toda España en la edición XXVII del Encuentro “Poetas en Red”, y así la estela del número 27 ha vuelto a vincularse a Málaga mediante una inmensa red de comunicación y transporte de emociones y sentimientos.
Hablando de transportes, mis medios de desplazamiento favoritos – que son a pie o en tren – encuentran refugio de nuevas esperanzas a través de ese mismo nombre, Litoral, en dos proyectos que se mueven entre los plazos de un progreso lento y los sinsabores de varias promesas incumplidas. Por una parte, la Senda Litoral, ese recorrido excepcional a lo largo de casi 200 km por la costa malagueña que permite a caminantes, senderistas y ciclistas un contacto estrecho con muchos hallazgos de naturaleza y patrimonio; y por otra, el clamor por retomar la ejecución de ese corredor ferroviario, el Tren Litoral, que mejore las líneas de cercanía y acometa en fases sucesivas la ampliación de nuevos tramos hasta llegar, bordeando la Costa del Sol occidental, hasta los confines del Mediterráneo.
Ojalá el ejemplo integrador de la revista Litoral consiga difuminar en un plazo razonable de tiempo la sensación de eterno tira y afloja de todos los partidos que se han ido turnando al frente de ayuntamientos, Diputación, Junta de Andalucía y Gobierno de España, porque parece claro que, por el desarrollo urbanístico de nuestra costa y por su fama internacional como lugar de vacaciones, centro de interés para negocios y empresas, y foco de marcado acento cultural y tecnológico, toda esta zona debe tener una buena red de infraestructuras de transporte.
Y ojalá que, dejando ahora a un lado la alta velocidad de los trenes, también se completen los tramos pendientes de esos senderos puestos al servicio de la lenta velocidad de nuestros pasos, a ritmo de marcha o de simple caminata a lo largo de paseos marítimos, cerca de playas y acantilados en toda suerte de parajes naturales, y el litoral malagueño encuentre nuevos motivos para brillar en toda su grandeza.
La revista Litoral, de la mano de los poetas e impresores malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre en su primer impulso, también ha tenido sus tramos de altibajos e interrupciones, pero actualmente se sigue editando con el sello espléndido del Centro Cultural de la Generación del 27. Permitamos que ese nombre azul lleno de brisa y de espuma nos siga acompañando en cualquier divagación, poética o no, mientras enfocamos los ojos al horizonte marino desde algún enclave del paisaje cercano a la orilla o desde la ventanilla de nuestro compartimento de tren, en cualquier realidad soñada, o, mejor todavía, en un sueño hecho, por fin, realidad.