El primate más grande que ha caminado sobre la Tierra (‘Gigantopithcus blacki’) se extinguió hace entre 295.000 y 215.000 años al volverse vulnerable a climas cambiantes que sellaron su destino y que le hicieron incapaz de adaptar sus preferencias alimentarias y sus comportamientos.
Así lo explica un equipo de investigadores dirigido por Yingqi Zhang, del Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados de la Academia China de Ciencias (China) en un artículo publicado en la revista ‘Nature’.
Ese simio gigante podía medir hasta tres metros de altura y pesar unos 250 kilos, y vagó por las llanuras kársticas del sur de China. Se trata de un ancestro humano muy lejano que se extinguió antes de que los humanos llegaran a la región, con pocas pistas de por qué. Hasta ahora han aparecido alrededor de 2.000 dientes fosilizados y cuatro mandíbulas como únicos signos de su existencia.
Un equipo de investigadores chinos, australianos y estadounidenses han arrojado luz a algunas dudas al concluir que ‘Gigantopithcus blacki’ desapareció hace entre 295.000 y 215.000 años, mucho antes de lo que se suponía, después de vivir en entornos boscosos ricos y diversos.
“La historia de ‘G. blacki’ es un enigma en paleontología: ¿cómo pudo extinguirse una criatura tan poderosa en un momento en que otros primates se estaban adaptando y sobreviviendo? La causa no resuelta de su desaparición se ha convertido en el Santo Grial de esta disciplina”, afirma Yingqi Zhang.
“HAZAÑA”
La evidencia definitiva que revela la historia de la extinción de ese simio gigante proviene de un proyecto a gran escala que recopila evidencia de 22 sitios de cuevas repartidas en una amplia región de la provincia de Guangxi (sur de China).
«Es una gran hazaña presentar una causa definida para la extinción de una especie, pero establecer el momento exacto en que una especie desaparece del registro fósil nos da un plazo objetivo para una reconstrucción ambiental y una evaluación del comportamiento», indica Kira Westaway, geocronóloga de la Universidad Macquarie (Australia), quien añade: «Sin una datación sólida, simplemente se buscan pistas en los lugares equivocados».
Los investigadores utilizaron múltiples técnicas para fechar muestras, mapearon dientes para extraer información sobre el comportamiento de los simios y estudiaron los sedimentos con polen y fósiles en cuevas para reconstruir los entornos en los que ‘G. blacki’ prosperó y luego desapareció.
Además, aplicaron seis técnicas de datación diferentes a los sedimentos y fósiles de la cueva hasta producir 157 edades radiométricas. Estas se combinaron con ocho fuentes de evidencia ambiental y de comportamiento, y se aplicaron a 11 cuevas que contenían evidencia de ‘G. blacki’ y también a 11 cuevas de un rango de edad similar donde este simio no vivió.
La datación por luminiscencia, que mide una señal sensible a la luz encontrada en los sedimentos funerarios que encerraban los fósiles de ‘G. blacki’, fue la técnica principal, respaldada por series de uranio y resonancia de espín electrónico de la datación de dientes.
«Al fechar directamente los restos fósiles, confirmamos que su edad se alinea con la secuencia de luminiscencia en los sedimentos donde fueron encontrados, lo que nos brinda una cronología completa y confiable para la extinción de ‘G. blacki’», explica Renaud Joannes-Boyau, geocronólogo de la Universidad Southern Cross (Australia).
MENOS ALIMENTO
Gracias análisis detallados de polen, reconstrucciones de fauna, análisis de isótopos estables de los dientes y un examen detallado de los sedimentos de la cueva a nivel micro, el equipo estableció las condiciones ambientales que llevaron a la extinción de esa especie.
Luego, utilizando oligoelementos y análisis de textura de microdesgaste dental de los dientes de los simios, el equipo modeló el comportamiento de ‘G. blacki’ mientras florecía, en comparación con el comportamiento durante la desaparición de la especie.
Hace entre 700.000 y 600.000 años, el medio ambiente se volvió más variable debido al aumento de la fuerza de las estaciones, lo que provocó un cambio en la estructura de las comunidades forestales.
Los orangutanes (género ‘Pongo’), un pariente cercano de ‘G. blacki’, adaptaron su tamaño, comportamiento y preferencias de hábitat a medida que cambiaban las condiciones.
En comparación, ‘G. blacki’ dependía de una fuente de alimento de respaldo menos nutritiva cuando sus preferencias no estaban disponibles, lo que disminuía la diversidad de sus alimentos. El simio se volvió menos móvil, tenía un rango geográfico reducido para buscar alimento y afrontó estrés crónico, con lo que sus poblaciones fueron menguando.
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