En un lugar de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.
Embustes de la gente decía mi buen amigo, nada malo tiene comer judías con su poquito de tocino y su mucho de chorizo, un rabo de toro, de los que ya quedan pocos, y por supuesto mojado con un poquito del sudor de la tierra.
Truenos y centellas, donde vamos a dormir en esta inhóspita tierra, las estrellas poblaron ya el horizonte y aún tardaremos en llegar a ese pueblo dormido, a través del cual supe tu
historia. Cual si fuera un libro abierto, calle a calle, paso a paso, tu hazaña relata. Dulcinea del Toboso llamárase.
En los tiempos que corre, no serías tan valiente pues la hidalguía y la cortesía de tus caballeros, hace tiempo no existen.
Te imagino agarrado fuertemente al aspa del molino, y un escalofrió recorre mi cuerpo aquellos gigantes con quienes librabas fatal batalla, se asemejan enanos frente a los
molinos de hoy día, gigantes de hierro que por su número parecen un verdadero ejercito conquistando las campiñas de tu tierra.
La venta, un parador hoy día, lleno de enemigos dispuestos a entablar batalla sin in igual contigo, también versada, pero no en las letras, que de sus bocas emergen fieras y víboras,
que ni tan siquiera los labriegos de tu tierra habrían osado nunca mentar.
Y tu linda labradora Dulcinea del Toboso, la dama de tus sueños, a quien ofrecer tus victorias y tu vasallaje; tu corazón llenaría la dama de la noche, con su pálido rostro,
vestida de negro de la cabeza a los pies.
Esa noche en vela, reflexión y esperanza, deseo de ser armado caballero en la noche clara de luna llena, en compañía de las estrellas; nauseabundo ruido, desesperanza, tristeza y oscuridad en los suburbios de la gran ciudad.
Y quien te nombraría caballero sino un niño pijo, con ese desparpajo en el habla, con esas promesas de delitos y desfalcos.
Grandes derrotas en tus batallas, vencido y entristecido, por tus frustrados sueños de grandeza, de amor, de coraje.
Sueños de un pasado muy lejano y todos ellos compartidos, anhelamos los valores de tus señores caballeros.
Aventuras, desafíos, las tendrías, el polvo de la llanura, la contaminación de nuestras ciudades, los ejércitos enemigos, la humanidad entera.
Y tu viejo y flaco rocinante, desbocado calle abajo, apabullado ante tanto gentío.
Y en medio de tanta multitud, la nada, un gran vacío, tu gran amigo y escudero Sancho, tu fiel vasallo
@María José Luque Fernández.