Tribuna de opinión de Saverio Mayer, CEO de Smurfit Kappa Europa
La decisiva votación de la UE del Reglamento sobre los envases y residuos de envases (PPWR) podría derivar en una norma destinada a prevenir los residuos, pero con un vacío legal que provoque montañas de desechos.
Hace seis años, millones de espectadores vieron cómo una hembra de albatros alimentaba a su polluelo recién nacido con trozos de plástico en el documental ‘Planeta Azul II’, de David Attenborough. Esta imagen dio lugar a una movilización en apoyo a envases más sostenibles y menos vertidos de residuos en la naturaleza.
Sin embargo, las promesas de envases más sostenibles no tuvieron el impacto esperado. Según Eurostat, los envases aún constituyen el 36% de los residuos sólidos urbanos, y esta cifra va en aumento. Este continuo incremento, sumado a los bajos niveles de reutilización y a un reciclaje deficiente de los plásticos, dificulta el desarrollo de una economía circular con bajas emisiones de carbono.
El órgano de gobierno que podría impulsar un cambio significativo es la Unión Europea, donde los Miembros del Parlamento representan a su electorado. Según un estudio encargado por Smurfit Kappa, el 65% de las personas encuestadas prefieren los envases de papel al plástico.
Para ello, la UE propone la promulgación del Reglamento sobre los envases y residuos de envases (PPWR). Esto supone un paso en la dirección correcta y todas las personas implicadas apoyan sus objetivos de reducción de residuos y emisiones de CO2. En 2020, el Consejo Europeo ya tomó la determinación de lograr que todos los envases fueran reutilizables o reciclables para 2030.
Sin embargo, las propuestas de imponer normas de reutilización obligatorias a los envases de transporte despiertan cierta inquietud. Como ya señalé a principios de este año, dejarán desamparado al mejor sistema de reciclaje del mundo y provocarán que el plástico producido como envase reutilizable se duplique para 2040. Un reglamento que pretende prevenir los residuos incluye un vacío legal que podría provocar montañas de desechos.
La realidad es que, actualmente, tan solo se recicla el 9% del plástico. El 91% restante acaba en vertederos e incineradoras o bien en nuestros ríos, playas y océanos. El plástico también representa entre el 10 y el 13% de las emisiones de CO2 que debemos eliminar para 2050. Aunque promover el uso de envases reutilizables es positivo, estos deberían ir de la mano de los materiales reciclables.
En España, el sector agroalimentario también ha advertido que la reutilización no contempla el constante aumento de las emisiones de CO2 provocado por la logística, así como los sistemas de lavado y transporte necesarios para los envases reutilizables.
Asimismo, la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), que representa a dos millones de empresas y profesionales autónomos de todos los sectores, ha recalcado “la importancia de fijar objetivos realistas, basados en un análisis de sostenibilidad y solo cuando se demuestre que tienen beneficios claros para el medioambiente y la sociedad”.
No sugiero que eliminemos los envases de plástico. Debemos ser pragmáticos: el plástico tiene —y tendrá— múltiples aplicaciones, pero se puede —y se debería— sustituir por una alternativa sostenible.
Con el Reglamento sobre los envases y residuos de envases, la UE debe adoptar decisiones importantes. La primera de ellas tendrá lugar este 21 de noviembre, cuando el Parlamento Europeo celebre la votación definitiva de este Reglamento. Después, el 18 de diciembre, el Consejo de Medio Ambiente decidirá cuál es su postura con respecto a este.
El principio fundamental debería ser el siguiente: no deberíamos sustituir el mejor sistema de reciclaje del mundo por un sistema de devolución y reutilización cuya eficacia no está demostrada para justificar un producto que las personas prefieren usar menos antes que aumentar su consumo.
En teoría, si reutilizáramos todo el plástico, este no acabaría en la naturaleza, pero esto no es cierto. Actualmente, se considera que un sistema de reutilización es eficaz cuando presenta unos índices de devolución del 75%, lo que equivale a tan solo cuatro circuitos o rotaciones del productor de un bien envasado al consumidor y, de nuevo, al productor. Sin embargo, el objetivo del reglamento dista bastante de esto.
Existe un riesgo evidente de que, por muy bienintencionado que sea este reglamento, Europa acabe con cantidades ingentes de envases reutilizables de gran tamaño que, en la práctica, apenas constituirán unos pocos circuitos o rotaciones y que, además, no son reciclables, según las definiciones del propio reglamento.
Los sistemas de devolución y reutilización son altamente eficaces si los materiales son totalmente reciclables e, idealmente, biodegradables. Este hecho es de vital importancia, puesto que, en el futuro cercano, no existirá un sistema de devolución y reutilización perfectamente cerrado. Los miles de distintos plásticos existentes presentan composiciones químicas distintas que no se pueden reciclar de forma conjunta. De esta manera, es imposible que exista un procesamiento eficiente de los plásticos, si bien el reglamento propuesto exige que todos los envases reutilizables sean reciclables cuando se conviertan en residuos.
Por suerte, los envases de cartón ya son 100% reciclables y biodegradables. Una de las principales prestaciones de estos envases es que se pueden personalizar para adaptarse a la perfección a prácticamente cualquier producto. De esta forma, se ahorra espacio y se logra una mayor eficiencia en el transporte, al tiempo que se reducen las emisiones de CO2.
En Smurfit Kappa, trabajamos cada día con nuestro equipo de más de 1000 diseñadores para desarrollar envases personalizados que se adaptan a las necesidades de nuestros 70 000 clientes. Y, para ello, no hemos tenido que reinventar la rueda: los envases sostenibles, 100% renovables, reciclables y biodegradables ya existen.
Al igual que en otros momentos importantes de la historia, la inminente votación en la decisión del Parlamento Europeo y el Consejo depende de que los políticos hagan todo lo que esté en su mano para elegir entre dos posibles futuros: un futuro en el que la producción del plástico siga predominando y aumente; o un futuro alternativo, y mejor, en el que los envases de cartón, con su actual sistema de reciclaje —claramente superior— cuya eficacia está más que demostrada en Europa, se convierta en el pilar de las políticas comunitarias para lograr una economía verdaderamente circular. ¿Se comprometerán nuestros líderes políticos con una Europa verde y circular? ¿O, en cambio, continuarán favoreciendo los materiales fósiles que incrementarán aún más la actual montaña de residuos de envases de plástico de Europa?