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domingo, diciembre 22, 2024

Contra el dios del trabajo

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Por Julio Collado Nieto

Sostiene Pereira que, estos días, ha estado rumiando algunas preguntas al hilo de la actualidad: ¿Es posible trabajar menos horas y rendir más? ¿Por qué no reducir la jornada máxima oficial de 40 horas, que lleva sin modificarse desde 1983? En 1866 la I Internacional (sindicalistas socialistas y anarquistas) incluyó entre sus reivindicaciones los tres ochos: ocho horas de trabajo, ocho de descanso, ocho de ocio. En 1.886, en Chicago, se hizo la Huelga General por la reducción de jornada. En dicha lucha, se produjo el procesamiento y ejecución de varios dirigentes anarquistas, origen de la celebración del 1º de Mayo. Ya ha llovido. ¿Cuántos trabajadores o estudiantes pueden afirmar que cumplen hoy aquella propuesta de hace casi dos siglos? Y siguió preguntándose: ¿Es conveniente rebajar el tiempo del trabajo para aumentar el bienestar de las trabajadoras, trabajadores y estudiantes? ¿Perjudicaría esa rebaja la productividad de la economía o los resultados del aprendizaje escolar?

Algunos datos históricos sobre el tiempo de trabajo son reveladores: En 1848, en Francia, lucharon y consiguieron la jornada de 72 horas semanales (12hx6 días). En  España, en 1902, ¡cincuenta años más tarde y solo para mujeres y niños!, la jornada era de 66 horas semanales (11×6 días). En 1919, tras la huelga sindical de La Canadiense (Barcelona), la jornada se rebajó a 48 horas semanales. En 1931, la II República la estableció en 40 horas. Durante la Dictadura, subió a 65 horas. En 1975, la Transición la fijó en 42 horas y en 1983, el Gobierno del PSOE, la rebajó hasta las 40 horas. Hoy, la jornada real, conseguida por la lucha sindical, está en una media de 38,2 horas semanales. Así que lo que propone el Pacto PSOE-Sumar, rebajar la jornada máxima a 37,5 en dos años, no es nada estrambótico. Situaría a España en la senda de Noruega (37,5), Bélgica (37,8), Holanda (37,2) o Francia (35,6).   

En cuanto a los salarios, España está por debajo de la media europea en un 21%. Ávila, bastante por debajo de la media española. Así es que la economía española se fundamenta más en los bajos salarios que en la formación, la organización, la innovación, la investigación y la tecnología (responsabilidad de las empresas) de las que depende la productividad. Porque la eficacia se consigue por la mejora de esas variables y por la motivación del trabajador y ésta mejora si dispone de más descanso y más calidad de vida al poder conciliar vida personal, vida familiar y vida laboral. Uno de los graves errores de España es el “presentismo” laboral, ese calentar la silla más por contentar al “jefe” de turno que por producir.  Una mala costumbre empresarial que entre otras cosas dificulta el avance hacia la flexibilidad y el teletrabajo.

Se trata, pues, de cambiar una cultura de la cantidad por la de la calidad; una cultura que propicie el conseguir los objetivos propuestos empleando menos tiempo en la oficina, eliminando viajes improductivos y contaminantes, reduciendo gastos en edificios, en luz y en calefacción, a cambio del bienestar trabajadores y empresarios, cuyos intereses deben ser compatibles y complementarios.

Todo lo anterior, puede y debe aplicarse a la jornada escolar para que no suceda que los estudiantes trabajen más horas que sus madres, padres o profesores. Porque en las tareas escolares en España, se echan demasiadas horas, más que en la mayoría de Europa, mientras los resultados no son mejores ni mucho menos. La razón parece obvia: si se alarga la jornada escolar, si el currículo es excesivo, si la organización y las nuevas herramientas de trabajo no se usan al máximo, si no  descansan lo suficiente, si el ocio deja de ser un derecho fundamental, los alumnos se desmotivan y se logra que “según van creciendo, menos les gusta acudir al cole”. ¿O no es cierto?

¿Cómo concilia (palabra que hay que aplicar y no solo decir) un niño o un adolescente su derecho al ocio, su relación distendida con padres y hermanos si su jornada escolar se alarga horas luchando con los “deberes escolares”? Si se llaman “escolares” habrá que hacerlos en la “escuela” y no convertir a las madres y a los padres en profesores cuando su tarea es ser educadores del ocio y de la vida junto a sus retoños. Los sicólogos alertan del crecimiento de los problemas mentales en edades cada vez más tempranas porque padres, hijos, alumnos y profesores dedican poco tiempo para estar juntos y conversar. Las largas jornadas laborales de unos y de otros impiden lo importante: sociabilizarse en la casa y en la escuela.  Así es que, los sustitutos son el móvil y el ordenador. ¿Cuántos disgustos familiares provocan los mal llamados “deberes escolares” al igual que las jornadas laborales maratonianas de los adultos? Es el mercado, dicen, como si fuera algo irremediable. Y no lo es. La Historia demuestra que la regulación del ocio y del trabajo no ha dejado de cambiar gracias a la lucha sindical y la aprobación de Leyes a favor de los trabajadores. Poner coto al Mercado, es la única forma de hacer ciudadanas y ciudadanos un poco más felices.

Enviado por José Antonio Sierra

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