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Cultura

Cultura aplicada

Cultura aplicada

Muchos tienen de la cultura un concepto resbaladizo porque su atención dispersa no logra enraizar sobre ningún soporte en el que se asiente según un sentido meramente oportunista de la vigencia, la actualidad o la moda. Muchos lo aplican con demasiada ligereza a casi todo lo que no encaja en ningún otro hashtag o etiqueta, y entonces la cultura deviene en prácticamente todo, un remolino, un cajón de sastre, un puré interesado de vagas referencias y citas a pie de página, como un bien social de segundo plato que termina por ser la pariente pobre, con la partida económica más exigua, y en la cartera ministerial menos apetecible.

La cultura verdadera es la sangre que riega todos los cuerpos de la historia, e incluye las manifestaciones de todos los pueblos, con su arte, sus costumbres, sus formas de reflejar sus inquietudes físicas y metafísicas, pero también sus métodos y soluciones para afrontar la necesidad de comunicación, la alegría de vivir y la lucha por sobrevivir.

En Málaga tenemos la fortuna de contar desde hace años con una iniciativa como el MaF, un compendio de actividades en las semanas previas al Festival de Cine que, según el eslogan oficial, tiene a la cultura enfocada hacia el cine como argumento, pero lo hace con una apertura de miras y una generosidad encomiables, acogiendo en su abanico exposiciones, conferencias y conciertos, y propiciando un amplio menú de manifestaciones del pensamiento, la literatura, la ciencia, las artes visuales, la tecnología… Se acaba de abrir la convocatoria de actividades y proyectos para la edición de 2024, que se extenderá a lo largo de casi todo el mes de febrero.

Cristina Consuegra, la dinámica gestora que coordina tan ambicioso programa, se esfuerza en aclarar que la cultura, lejos de ser una recompensa para las élites, puede convertirse en un instrumento para la felicidad personal y colectiva, y que no equivale a ocio y entretenimiento, aunque los frenéticos ritmos de vida actuales prefieran generalmente consumir ciertas actividades diseñadas para no pensar, antes que detenerse en otras que requieran alguna complicidad en las tareas de decodificación para mejorar los niveles de comprensión y aumentar la intensidad del disfrute.

Yo tuve la suerte de participar en dos ediciones del MaF; una como poeta, en el primer “Versometraje”, y otra como educador, con una performance de “Personas-Libro” implicando a mi alumnado de Bachillerato. En ambas ocasiones tuve la sensación de participar en algo grande, auténtico y vivo que se benefició de las bondades del trabajo en equipo y que supo llegar a la sensibilidad del público.

La cultura es del pueblo, pero ha de ser de un pueblo exigente y activo, con sentido crítico y muchas ganas de celebrar la vida. Renovar cada año una programación abierta que pretenda, con estos supuestos, permear el tejido social reflexionando sobre el ejercicio de la cultura, es una tarea que ennoblece la vida ciudadana en nuestra sociedad malagueña y optimiza la recepción posterior de uno de nuestros mejores escaparates a nivel nacional e internacional: el Festival de Cine de Málaga, que se instalará entre nosotros cuando llegue la primavera.

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Carlos Pérez Torres (Málaga, 1958) es escritor y educador. Licenciado en Filología inglesa, ha trabajado muchos años dando clases de Literatura en institutos de Málaga y su provincia. Entre sus obras narrativas destacan títulos como «Nico y Aurora» (2008), «Relatos del impostor» (2016), “Círculos concéntricos” (2018), «Notas al margen» (2022) y «Mala conciencia» (2023). En poesía, entre otros libros, ha publicado «Temblor» (2000), «Razón de convivencia» (2006), o «Antología privada» (2019), y prepara actualmente «Horas de insomnio». También es articulista y autor de novelas de infantil/juvenil.

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