Una vez, mi amiga española me dijo: “siempre te vemos criticando a Occidente, ¿cuándo vas a criticar a tu propia gente?, sería bueno que también hicieras autocritica con tu gente”.
Es posible que se haya perdido, que en algunas ocasiones criticamos a los que amamos. Porque siempre nos gusta verlos mejor, no solo eso, sino que quizás la crítica es muchas veces una crítica a la humanidad; a la humanidad que nos une a todos, es una especie de autocrítica, aunque algunos les parezca una crítica hacia el otro.
Luego leí un artículo en un periódico local online, en el que comentaban que las autoridades Egipcias permitían entrar a los sudaneses, que huyen del infierno de la guerra, a Egipto sin visado. Recuerdo que me molestó mucho los comentarios de la mayoría de las personas que deploraban la decisión. Estos comentarios no eran diferentes, eran similares a los comentarios que había leído en español, con anterioridad, sobre los inmigrantes y sus condiciones en Occidente. Y la verdad me parece irónica cuando leo estos comentarios en árabe de personas que quizás estén soñando con la emigración.
Lo que leí me hizo reflexionar sobre nuestra visión como árabes, de los pueblos africanos menos desarrollados. ¿Los vemos cómo inferiores? ¿Somos racistas en nuestra opinión?, y si lo somos entonces, ¿por qué exigimos que los occidentales no sean racistas con nosotros?
También me hizo preguntarme, ¿es el egoísmo aquí y allá el motivo de esta forma de pensar? ¿Olvida la gente que está expuesta a los mismos desastres y malas condiciones a las que están expuestas otras personas? Si no nos ayudamos y cooperamos en las crisis, esto no significa, otra cosa, que nuestro descenso al fondo de la civilización. ¿Nos enorgullece ser más civilizados que los que nos precedieron?
El Islam, acusado siempre, ha llamado a renunciar al racismo porque Dios no mira nuestras caras, sino nuestros corazones, nos creó diferentes y en nuestras diferencias está su sabiduría. Nos creó en pueblos y tribus para conocernos, y con todas esas enseñanzas que llaman a la tolerancia, nuestra realidad es completamente diferente.
La verdad es que no podemos evolucionar, aquí o allá, a menos que trascendamos todos esos estrechos puntos de vista para ascendernos al vasto cielo de la humanidad, solo entonces tendremos derecho a jactarnos de ser mejores que los que nos precedieron. Pero hasta ahora, no veo que seamos mucho mejores que ellos, pues la oscuridad nos rodea a todos, y sin embargo nunca pierdo la esperanza porque sé con certeza que una poca luz ilumina mucha oscuridad.