La debilidad de Alberto Fernández, en materia de política interna, lo arrastra a priorizar una virtual agenda internacional. Es por eso que Casa Rosada está absolutamente enfocada en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que se desarrollará en Buenos Aires el próximo 24 de enero.
Ya está confirmada la presencia que más interesa al pequeño núcleo duro que rodea al jefe de Estado, nos referimos a su par brasileño -recientemente asumido- Luiz Inácio Lula da Silva. Las invitaciones más polémicas fueron cursadas a Nicolás Maduro (Venezuela), Miguel Díaz Canel (Cuba) y Daniel Ortega (Nicaragua). Es que representantes de la oposición reclaman que cuando alguno de estos tres mandatarios regionales pise suelo argentino sea detenido por violar los derechos humanos en sus países.
La portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, salió a enfrentar las diatribas contra esas administraciones a las que un sector de la población argentina considera autocráticas. Como representante del Primer Mandatario, la vocera con rasgo de ministra, aseguró que los referidos fueron elegidos democráticamente.
Propios y extraños no logran entender por qué, si la estrategia era aferrarse a la idea de encolumnarse en la figura de Lula y un nuevo Mercado Común del Sur, se embarra la cancha defendiendo a gobiernos que son cuestionados por las principales naciones del mundo. «Ni Cristina (Kirchner), ni Sergio (Massa) se ven beneficiados con esto,todo lo contrario», planteó un dirigente del Instituto Patria,lugar desde donde se definen la políticas del ala kirchnerista de la colaición gobernante.
La feroz pelea endógena en el Frente de Todos ha dejado un gobierno tripartito, en el que el poder real lo tiene la vicepresidenta Cristina Kirchner, a cargo del Senado nacional, y ahora su coyuntural mano derecha (otrora enemigo), Sergio Tomas Massa, ministro de Economía. Quien junto a ella, llevan ahora las riendas del Palacio de Hacienda y el futuro del peronismo en las elecciones de este año.
Al titular del Poder Ejecutivo, al que se considera traidor en las filas del Cristinismo, le ha quedado un mero rol institucional, al que se le pasa factura por sus intentos emancipatorios y ahora, reeleccionistas, vaciándole actos, eventos, reuniones y toda actividad que requiera de funcionarios ajenos a su gestión. No sólo eso, la mala imagen presidencial está alejando de Balcarce 50 a gobernadores e intendentes, que son, al fin y al cabo, el corazón del Partido Justicialista.
Ante esa diyuntiva, Fernández opta por ver si puede explotar su presidencia pro tempore en la CELAC y demostrar que puede marcar una hoja de ruta en el denominado «patio trasero» de los Estados Unidos. Recordemos que Joe Biden evitó tener un encuentro personal con él en la Casa Blanca, a la que en poco tiempo tendrá acceso Lula da Silva. Es que hasta ahora el líder del Partido de los Trabajadores viene sacando provecho de la asonada bolsonarista que quiso marcarle el rumbo (y/o destronarlo) una semana después de tomar el bastón de mando, de una nación que fue aliada histórica de la principal potencia de América.
El hombre de Pernambuco sabe jugar con la ambigüedad como pocos. Mientras florea a Fernández, que todavía tiene 11 meses de mandato por delante, no tiene empachos en mantener su alianza con la senadora Kirchner. Todos recuerdan cuando se puso una gorra que decía «CFK 2023», apenas ganó la primera vuelta electoral.Sabe que debe calmar las aguas en su país, donde persiste la resistencia a su administración. Hasta tuvo que echar al jefe del ejército de sus fuerzas armadas, algo que no cayó nada bien entre quienes repudian su retorno al Poder. De todos modos el madamas del PT llega a Buenos Aires para reunirse con Fernández y Cristina Kirchner por separado,y luego estar en la CELAC, porque si hay que en estos momento no el conviene, es un clima de desestabilizante en la República Argentina.
Juan Pablo Peralta, periodista acreditado permanente en Casa Rosada y el Parlamento de la República Argentina.