La mayoría de las especies evolucionan adaptándose a presiones ambientales similares a gran escala, según un estudio que contradice las teorías de Darwin. Los biólogos evolucionistas han creído tradicionalmente que la mayoría de las nuevas especies se forman porque se han adaptado a entornos diferentes. Pero un nuevo estudio de la Universidad de Toronto, publicado en la revista Science, arroja luz sobre lo que los investigadores han denominado un «punto ciego» en nuestra comprensión de por qué se forman nuevas especies.
«Descubrimos que, en realidad, las especies se adaptan sistemáticamente a presiones ambientales similares», afirma en un comunicado Sean Anderson, coautor del artículo junto con el profesor Jason Weir mientras obtenía su doctorado en la Universidad de Toronto Scarborough. «Están experimentando la clásica adaptación darwiniana, pero no lo hacen en entornos muy diferentes».
Aunque en general se admite que las poblaciones deben separarse físicamente para empezar a evolucionar hacia nuevas especies, los investigadores afirman que lo que ocurre durante ese aislamiento ha sido turbio. Durante décadas, la teoría predominante ha sido la especiación ecológica, es decir, que los grupos evolucionan porque migran a entornos diferentes y experimentan presiones a las que no se enfrenta el resto de su especie, ya sean nuevas fuentes de alimento o depredadores. Las características ambientales, denominadas adaptación divergente, impulsan la selección natural que da lugar a la formación de una nueva especie. Los pinzones de Darwin, que desarrollaron picos más adecuados para las semillas que para los insectos, son un ejemplo.
Pero también es frecuente ver especies que han evolucionado hasta el punto de que ya no pueden reproducirse con sus parientes más cercanos, aunque siguen compartiendo la mayoría de los rasgos con sus congéneres. Esto hizo pensar a los investigadores que los entornos en los que tuvo lugar la evolución, aunque geográficamente distantes, podían no haber sido tan distintos. Se trata de una explicación establecida pero menos aceptada, conocida como adaptación paralela.
«Las ideas sobre la adaptación divergente han estado dominadas en gran medida por el estudio de organismos modelo, es decir, especies con grandes diferencias ecológicas», explica Anderson. «Queríamos ver qué patrones podíamos encontrar estudiando tantas especies como fuera posible».
Los investigadores utilizaron el mayor y más amplio conjunto de datos jamás reunido sobre los rasgos divergentes de las especies y sus parientes más cercanos, las parejas hermanas. También crearon un modelo estadístico que permite, por primera vez, estimar si una especie evolucionó con una adaptación paralela o divergente. En casi 3.000 parejas hermanas de aves, mamíferos y anfibios, las especies evolucionaron mayoritariamente bajo presiones ambientales similares a gran escala.
«Descubrimos que la adaptación paralela parece ser lo que predomina, y no importa qué rasgos se observen, es lo mismo en casi todos los grupos de parejas de especies», dice Anderson, que ahora está realizando una investigación posdoctoral en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. «Nos sorprendió lo consistente que era esta firma».