La Argentina tuvo tres años intensos con una administración a cargo de Alberto Fernández que atravesó diversas situaciones que complicaron aún más el esquema económica, político y social que dejó la gestión de Mauricio Macri.
En los hechos objetivos, y analizando los datos y números comparativos con otros países de la región y el mundo, también se deduce que los desaciertos del gobierno del Frente de Todos hicieron que las cosas fueran más complicadas para los argentinos.
Los índices inflacionarios casi doblan los que dejó Cambiemos, y pese a las tasas de crecimiento que saca a relucir Casa Rosada, es desde su seno donde se reconoce que esas mejoras no llegan a la gran mayoría de los ciudadanos, que tiene a más de 18 millones de personas en esa situación (un 43,1%), y en ese universo a 3 millones que directamente están en la indigencia. Es decir que se trata de gente que no tiene acceso a la alimentación.
Estos datos provienen del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), mientras que los oficiales del INDEC todavía no se conocen, aunque los últimos que se dieron a mediados de este 2022 no están muy lejanos de estas cifras escalofriantes.
Ese mapa indica que está por arriba de 11 millones, la cantidad de menores de 14 años que crecen en hogares pobres. Mientras que los chicos indigentes son más de 12,7 por ciento. cantidad que dio a conocer el organismo que dirige Marco Lavagna, el economista que responde al ministro de Economía, Sergio Massa, y que desde agosto no entrega los resultados del Censo 2022, uno de los temas que enturbian cada vez más el Indice de Precios al Consumidor que se hace público todos los meses, y que según señala el este pasó de superar el 7% al 4,9%. Porcentajes que no reflejan las subas en todos los rubros del mercado, especialmente en el de los alimentos.
Las internas en la coalición de Gobierno fueron un ingrediente explosivo para un mandato que comienza su último año intoxicado por pujas electorales que apremian debido a que las Primarias Abiertas simultáneas y Obligatorias serán el 13 de agosto, con la urgencia de presentar candidatos en tan sólo seis meses, el 24 de junio.
El votante percibe dos cosas: que los guarismos positivos que da el Gobierno no son los que se sienten en el bolsillo y que este fenómeno tiene que ver precisamente con esa desesperación de la clase política por poner como prioridad sus ambiciones de Poder y no las necesidades de una población, que pierde capacidad adquisitiva todos los días.
El triunfo mundialista, las fiestas y el inicio de la temporada estival, oxigenan un poco el pésimo clima social que viene agobiando al conjunto de la sociedad. Lo cierto es que esto tiene fecha de vencimiento. En febrero Fernández llamará a Sesiones Extraordinarias en el Parlamento con el fin de definir, entre otros temas, el conflicto por los fondos coparticipables de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que están judicializados y además, forman parte, de pujas electorales entre el peronismo y su alter ego opositor macrista, que tiene como aspirantes a la candidatura presidencial -por ahora- al alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, a Patricia Bullrich (presidenta del PRO), y radicales como el gobernador jujeño, Gerardo Morales y el neurólogo Facundo Manes, entre otros.
Está claro que el Presidente llega a su último año en el sillón de Rivadavia con un desgaste que pocos mandatarios han tenido que atravesar. Su relación insalvable con Cristina Kirchner, su vice -que fue quien lo ungió en la fórmula que se impuso a Juntos por el Cambio- ahora tiene que ver con disputar liderazgos endógenos vínculados con posicionarse -en caso de una derrota- como un bloque opositor a quien llegue a Balcarce 50 el próximo 10 de diciembre.
La batalla no se da en el marco de la política únicamente, sino también en el campo judicial, mediático y territorial. La titular del Senado es la dirigente peronista que mantiene el mayor caudal de votos en esa fuerza, especialmente en los cascos suburbanos donde hay mayores necesidades, en particular en el lugar donde se libra la madre de todas las batallas a la hora de definir como quedará el tablero de cara al 2024.
Las resistencias del jefe de Estado a su mentora se hacen notar cada vez más, el efecto que causa esa decisión le va restando apoyos y por eso son cada vez menos quienes se quedan a acompañarlo hasta el final de su período presidencial. la renuncias no cesaron ni hasta las últimas horas del año que expiró.
La interventora del Instituto Nacional Contra la Discriminación, Victoria Donda, y el máximo responsable de la Oficina Anticorrupción, Félix Crous, fueron quienes pegaron el portazo, casi con las copas de sidra en la mano, para volver a las entrañas del Cristinismo, donde saben que anida el calor de la jefa política, que más allá de un triunfo o derrota en los comicios que se aproximan, seguirá teniendo potencia decisoria en una Argentina que se debate entre grietas que hacen estallar en el aire los acuerdos de las últimas alianzas que llegaron a la Rosada.
El propio Primer Mandatario reconoció -en un brindis de fin de año con los periodistas acreditados en la sede del Poder Ejecutivo- que los meses que se vienen van a ser difíciles, no solo por que el país crecerá mucho menos, sino porque se impondrá una salvaje pelea plebiscitaria, hacia afuera y adentro de las ligas partidarias que se conformen.
Habrá que ver cómo podrá gobernar el país quien suceda a Alberto Fernández, provenga del peronismo o la centro derecha local. La inmensa deuda con el FMI (45.000 millones de dólares) es la que seguirá marcando el ritmo de la economía, y en consecuencia, de todo el espectro productivo de una nación en la que los encuestadores preguntaron a quién votarían los argentinos, en un ejercicio de credibilidad o no a la corporación política, y el resultado fue, Lionel Messi.
Juan Pablo Peralta, periodista acreditado permanente en Casa Rosada y el Parlamento nacional argentino.
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