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sábado, diciembre 21, 2024

La Naturaleza que merecemos

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No siempre hacen falta palabras para hablar. Basta una mirada, un gesto, una forma de respirar, o de reír, silencios oportunos, cadencias y ritmos al emitir sonidos… Los mensajes no son sólo palabras. Comunicación no verbal, como la llaman los estudiosos. Fue la primera comunicación en La Tierra y es con la que todavía se entiende la Vida. La Naturaleza nos habla, a nosotros y de nosotros. Dime qué Naturaleza tienes y te diré quién eres, como sociedad. No hay mayor reflejo de una sociedad que su entorno natural más inmediato. Y en esto, Málaga, la capital de la Costa del Sol, la región que ha destruido miles de hectáreas de ecosistemas naturales valiosísimos, y sus especies asociadas, no puede salir bien parada. En efecto, el entorno de Málaga deja mucho que desear, a pesar de que enarbola el estandarte de una Exposición Universal que tiene como lema la sostenibilidad, en un acto de puro cinismo.

Y si hay un espacio que refleja claramente este desprecio a su Naturaleza más inmediata, ése es el Arraijanal. La última playa natural del municipio de Málaga, un espacio único en todo el litoral mediterráneo andaluz. Un espacio marginado, vejado, pisoteado, maltratado, que incluso estuvo en riesgo de la mayor aberración a la que se puede someter un terreno litoral: el proyecto de una marina, que supondría su total eliminación. Y, a pesar de todo, la Naturaleza sigue resistiendo, aunque pocos saben comprenderla. Pero lo que aquí ocurre, en el Arraijanal, es un ejemplo modélico porque concentra toda una serie de estrategias encaminadas a la destrucción de un territorio. Algunas de estas cosas ya han sido publicadas porque destapan casos únicos que no se habían relatado antes, y sirvan así de ayuda o testimonio a otras personas ante hechos semejantes, y que por lo menos sirva de ejemplo, de mal ejemplo.

Centrándonos en la mayor aberración, allí donde se expropiaron unos terrenos para hacer un parque público, cambiaron su destino a la construcción de una exclusiva academia de fútbol con nada menos que 10 campos de fútbol. Un trueque digno del televisivamente alabado Jesús Gil, ya que, para llevar a cabo estas obras, se tuvo que fragmentar el proyecto en varios distintos, con el eufemismo de “fases”, y eludir así la evaluación ambiental, con el beneplácito cómplice de la autoridad autonómica. Muchos celebraron el inicio de estas obras, de la que ya se ha calificado como la Academia de los Idiotas porque, pensando que allí iban a jugar sus niños en muy poco tiempo, y que pudiendo elegir cualquier otro lugar de Málaga prefirieron que fuera un lugar alejado y marginal, porque los sitios marginales son los ideales para llevar a los niños, y que curiosamente estaba más cerca del aeropuerto internacional que de la ciudad, tras 4 años de obras, están tratando de terminar algo para poder abrir la academia de 1 campo de fútbol.

La fragilidad de los ecosistemas litorales ya debería ser una razón para la protección del Arraijanal, y más aún en una provincia como Málaga que tiene el 75% construido, y sabiendo también que muchas de estas especies sólo pueden vivir en el litoral. Pero los “académicos del fútbol” se burlaron de estos ecosistemas alegando que no son bosques (porque, según ellos, sólo los bosques merecen protección, aunque sea un pinar artificial). Entre las especies más despreciadas está el caso de la denominada como chinche del Arraijanal, una chinche predadora que es endémica de la zona, de la que se burlaron deliberadamente porque desconocen lo que es una chinche, y también, como sucede con las plantas, sólo los animales grandes merecen su consideración y no todas las especies amenazadas, ya que aquí el tamaño importa, o eso es lo que ansían. Sin embargo, estas personas hicieron historia porque representaron un caso de especismo hacia una especie amenazada por el simple hecho de pertenecer a un grupo concreto de insectos, el de las chinches, y sin saber lo que es una chinche. Todavía se encuentran algunos que siguen prodigando su ignorancia ahí donde los enfermos mentales se delatan: twitter.

Más importancia ha tenido el caso de la planta Muscari parviflorum, una bulbosa escasa y amenazada que se encontraba, como otras muchas, en el Arraijanal. Fue relevante porque realizaron un gran despliegue para extraer todos los bulbos que pudieron y llevárselos a otro lugar, como la Desembocadura del Guadalhorce, donde no hay hábitats para esta planta. Salieron en todos los medios locales autodenominándose “rescatadores” y tergiversando la ubicación para situarla en Guadalmar, como si esta planta pudiera crecer en el cemento, pero nadie ha reconocido que estaban equivocados ni siguen por aceptar ningún valor medioambiental. Como ya ha ocurrido en otras ocasiones, la Consejería en materia de medio ambiente participó en esta acción blanqueando las irregularidades que otras administraciones cometen. Es importante relatar esta actuación porque evidencia claramente cómo las traslocaciones, una práctica conservacionista tan aplaudida, contribuyen a las destrucción de los ecosistemas, lo que ha permitido su publicación y presentación en congreso.

Tal y como van las obras, aunque lentas, seguramente se termine uno de los campos de fútbol aunque, teniendo en cuenta que ya hemos comenzado el declive energético, existe la posibilidad real de que no se termine ninguno. Y aún concluyéndose uno o unos pocos de los campos de fútbol, no es esperable que tengan mucha utilización dada la ubicación tan apartada en la que se encuentran de la capital, ya que su acceso se verá dificultado cuando el descenso energético apriete. Esperemos que al menos los campos de fútbol tengan césped natural para que puedan servir de alimento para las vacas.

Fuera de la academia, la situación no ha cambiado, pero las intenciones de hacer un parque en la zona no pueden ser nada beneficiosas si lo que pretenden es hacer una zona con jardines, tal y como nos tienen acostumbrados, lo cual sería el remate final a la supervivencia de un espacio natural que agoniza.

La del Arraijanal no es más que una muestra de cómo una sociedad, la malagueña, trata a su entorno más cercano, no sólo desentendiéndose de su cuidado sino, también, destruyéndolo activamente. Porque en esto no sólo han contribuido los políticos y empresarios con intereses económicos, puesto que la propia sociedad malagueña también ha contribuido al deterioro de este paraje, empezando por los propios vecinos que, durante años, se han atrincherado en sus fortalezas y han dado la espalda a su realidad más inmediata. Ni qué decir tiene de los “académicos del fútbol”, que se han autonombrado expertos medioambientales, utilizando como argumento el deterioro ecológico al que ellos mismos han contribuido por dejación. Pero a los que no tienen conciencia no se les puede pedir mucho, por eso es más grave, si cabe, la posición de las organizaciones medioambientales, desde las que defienden un enfoque más radical hasta la tibieza de los que se llaman conservacionistas, porque no han sabido concentrar sus esfuerzos en una plataforma que supiera hacer frente a este proyecto. Al contrario, parecen más enfocados en realizar intervencionismos, a veces en lugares distantes, que causan más mal que bien al medio ambiente que pretenden defender. Y esto es así porque algunas de estas organizaciones son expertas en causar malestar social, y la que prometía mucho al final se limitó a “decorar” las alambradas. Así que, en definitiva, como con los políticos, tenemos la Naturaleza que merecemos, como sociedad.

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