A medida que se acerca el momento en que se dé a conocer el fallo contra Cristina Kirchner en la causa «Vialidad», aumenta la tensión entre el kirchnerismo y el Poder Judicial. Las convocatorias a movilizar y cortar calles que han hecho diferentes actores del oficialismo -en caso de que la Vicepresidenta sea condenada- tiene un factor de riesgo para la paz social que intenta sostener el Frente de Todos mientras lleva adelante un plan de ajuste que va contra su discurso «nacional y popular».
«El horno no está para bollos», declaró un dirigente que en la interna palaciega ya se cruzó hacia el bando cristinista, y como tantos otros, dejó de pregonar el «albertismo». Ese dispositivo que quedó trunco en la maraña de promesas que hizo Fernández a propios y extraños, y que nunca cumplió. De hecho, hace horas juró a los movimientos sociales que pese a las judicializaciones se iban a abonar los Potenciar Trabajo este lunes. Por el momento nadie cobró y se enciende la alerta roja en las organizaciones que amenazaron con salir del Gobierno y plantarse frente a Alberto Fernández y la posibilidad de que no termine su mandato. Un tema de extrema gravedad.
El Presidente quiere seguir en el centro de la escena con actos protocolares y permanentes reuniones que no mueven el amperímetro de una administración que piensa más en llegar a fin de año -con la menor conflictividad posible- que en resolver los problemas de fondo que no pudo solucionar en tres años de gobierno.
El ministro de Hacienda, Sergio Massa, es la cara visible de los recortes y el nuevo niño mimado del FMI. Varios de los partidarios de la titular de la ex mandataria afirman que «Néstor (Kirchner) jamás hubiera entregado el timón de la economía a Massa». Esta discusión se da mientras varios intendentes, gobernadores y sindicalistas promueven la candidatura del hombre de Tigre, que paradójicamente mide en las encuestas muy por debajo de otros dirigentes peronistas.
Lo cierto es que es el Peronismo el que parece perder en todos los escenarios posibles el año próximo. Las excusas por el fracaso de su gestión no suman votos. La mayoría del electorado responde negativamente a la figura de los posibles candidatos que integran el Frente de Todos, y además está cansada de escuchar las justificaciones oficiales que giran en torno a la herencia que dejó Mauricio Macri, la pandemia, y la guerra entre Rusia y Ucrania.
Comparada con la suba inflacionaria que sufren los países de la región y del resto del mundo -salvo Venezuela y Zimbabue- la de Argentina es la tercera peor del globo. Mientras que el máximo registrado en naciones del primer y tercer mundo, llegó a un promedio de entre 8% y 10& interanual, la local supera el 6% mensual y va camino al 100 por ciento en este 2022.
Para el común denominador de la sociedad, las causas penales de CFK no son de su interés, en el día a día, las prioridades del ciudadano pasan por el imparable aumento del Índice de precios al Consumidor (IPC) y la inseguridad, que casi todos los días se carga alguna víctima fatal. La promesa de Massa es bajar la inflación a un 3% promedio mensual, una entelequia que sólo podría ejecutarse, como ya algunos sospechan, manipulando los datos que entrega el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), que tiene en su dirección a un hombre del ministro de Economía, Marco Lavagna.
Lo últimos números que arrojó el organismo no estuvieron nada acordes a lo que percibe la gente en cada valor que abona en los diferentes rubros del mercado.
Los intereses de la clase política chocan con los de la sociedad. Si nos referimos a quienes están a cargo de la administración central, cada funcionario da preferencia a sus cuestiones particulares. Alberto Fernández y Sergio Massa están inmersos en sus aspiraciones electorales, y Cristina Kirchner a su situación judicial. En rigor de verdad, las aspiraciones del primero son casi nulas y las del segundo dependen de un giro casi imposible en materia económica (que tampoco le garantiza la bendición del electorado). La Vicepresidenta no tiene manera de escapar al sino de jueces y fiscales que poseen muchas imputaciones para seguir avanzando sobre las expectativas de la ex presidenta.
En este escenario, a la actual senadora Kirchner no le quedaría otra opción más que jugar electoralmente por un cargo legislativo. Las posibilidades de imponerse con una candidatura presidencial están mucho más acotadas que las de Lula da Silva en Brasil. Ella y sus laderos, lo saben.
En las últimas horas, Cristina concedió una entrevista a un medio paulista en la que volvió con el tema del lawfare, la persecución jurídica y mediática sobre los dirigentes populares (entre los que se referencia), las explicaciones con respecto a su riqueza, y otros ítems que ya manifestó en sus testimoniales jurídicas y actos públicos.
La euforia mundialista eclipsa temporalmente la suba de combustibles (16% en cuatro meses), que inevitablemente vuelve a incrementar los precios de alimentos y el resto de bienes que se consumen. El plan de «Precios Justos» naufraga como su antecesor: Precios Cuidados, y desde la secretaría de Comercio Interior, su titular, Matías Tombolini, aduce que es un problema de «señalética».
Sin embargo, los productos del esquema no están en góndola en su gran mayoría. Además, vale aclarar que este sistema no representa un congelamiento de precios sino un convenio entre el Gobierno y las empresas para limitar las subas de unos 2 mil artículos a no más del 4 por ciento mensual.
Esto ocurre a la vez que las cifras de la pobreza son cada vez más preocupantes, el presidente Fernández, inmerso en una suerte de dimensión paralela, autoriza la compra de un nuevo avión presidencial que le constará al Estado (es decir a todos los argentinos) 25 millones de dólares. Un lujo que países más ricos no se dan. Está claro que la clase política, incluyendo a la oposición, está en una sintonía muy diferente a la de la calle.
Los privilegios de la corporación dirigencial se grafican en los incrementos salariales que se han otorgado en el Parlamento nacional, mientras que la mayoría de los trabajadores ganan por debajo de la línea de pobreza, la indigencia, o sobreviven en una economía en negro. Esa que las organizaciones sociales han bautizado Economía Popular, o directamente por fuera de ese programa cuasi informal, sobreviviendo entre changas y mendicidad.
No son pocos los que al ver a miles de argentinos siguiendo a la selección nacional en Qatar no entienden el cuadro general de la Argentina. Ocurre que ese grupo de clase media, no está por encima del 5 por ciento de la población. Es tan minoritario, que representan la clara muestra de las inconmensurables brechas que se agudizan en un país que tiene cada vez menos personas con capacidad económica para llevar una vida digna, y con gente que está cada vez peor, dependiendo de más asistencia estatal y de la supervivencia para llevar un plato de comida a la mesa de sus familias.
Este cuadro es insostenible en el tiempo. Las bases dirigenciales dan cuenta de esto y coligen que quien asuma el 10 de diciembre de 2023 las tendrá más difícil que la administración actual. La tarea de correr hacia adelante los problemas no es más que una práctica acumulativa que en algún momento pasará factura. La olla a presión tiene un límite de 2/3 de su capacidad. La sociedad argentina está llegando a ese punto y parece que no son pocos los hombres con poder en el país que participan de ese juego peligroso de hacer las veces de que todo va a ir mejorando.
Juan Pablo Peralta, periodista acreditado permanente en Casa Rosada y el Parlamento nacional argentino.
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