Los procesos de enfermedad hablan de la propia historia del paciente, de cómo se articulan en él su forma de reaccionar frente a sí mismo y a la realidad, de posicionarse en los pasos fundamentales en su vida, en las relaciones, en el mundo… Sigmund Freud ya nos señaló hace más de un siglo que el síntoma habla y Miguel Oscar Menassa nos indica, en un aforismo: “enfermarse es una manera burda, torpe, de sentir el cuerpo”. Habla de nuestra mortalidad. Cómo vivo está determinado en cómo voy a morir. Hay enfermedades que se producen en las personas que provocan que el círculo familiar se vea afectado, directa o indirectamente. Puede presentar cierta gravedad, una minusvalía, tener una permanencia en el tiempo, o ser crónica, entrar en un proceso de cuidados y de dependencia, precisar de cuidados especiales diarios… Son situaciones difíciles donde, en muchas de las ocasiones, las personas que están a su alrededor padecen de lo que se denomina “el síndrome del cuidador”. Más allá de la red de apoyo, de las instituciones y de los medios posibles a su alcance, la implicación de algunos de sus familiares pueden llegar a repercutirles de manera importante en su salud.
Numerosos estudios señalan que la asistencia a un enfermo por parte de familiares se encuentra en la base del desarrollo de trastornos psíquicos y perturbaciones orgánicas. Hay una innegable vinculación de lo corporal y lo anímico. La acción de lo anímico sobre el cuerpo es un hecho comprobado. Los síntomas se hallan bajo la influencia directa de las excitaciones, de las conmociones, las preocupaciones. Incluso estados persistentes de naturaleza penosa producen en el cuerpo cierta desnutrición, envejecimiento precoz, alteraciones en los vasos sanguíneos.. Tienen también una relación directa con la capacidad de resistencia frente a enfermedades. Un estado melancólico hace que el sistema inmune disminuya y se sea más propenso a las enfermedades infecciosas y bacteriológicas, incluso a producir ciertas enfermedades como el cáncer, el infarto de miocardio….
Ante una situación de enfermedad de un ser querido, puede suceder que esa persona se encuentre absorbida por una situación que conlleve un gran gasto de energía y atención, con la sombra del enfermo en su propio yo, apartando su vida y que reaccione con una represión de sus propias manifestaciones emocionales que llegan a desbordarles psíquicamente o, a través de complejos mecanismos inconscientes, llevarles a somatizar en el cuerpo. Ciertos deseos pueden ser un arma afilada para la persona. La ambivalencia afectiva forma parte de todas las relaciones más próximas, y que en situaciones difíciles puede despertar cierto poso de hostilidad, deseo de que fallezca y todo termine cuanto antes, puede haber culpa…todo ello es inconsciente, nada sabe de ello la persona. Así pueden aparecer síntomas como el insomnio, fatiga generalizada, taquicardia, somnolencia, tristeza, vértigos, sudoración, depresión, problemas a nivel funcional, pensamientos negativos persistentes… Por haber una elaboración por vía psíquica, terminan afectando a la persona.
Desde el psicoanálisis sabemos de la existencia del psiquismo como inconsciente, donde hay una implicación con lo que le sucede, a través de complejos mecanismos, operaciones y sistemas que conforman el aparato psíquico.
Hay personas que son más susceptibles que otras, donde la capacidad de reacción puede verse inhibida frente a la suma de las dificultades. Vemos que también es una cuestión de cantidad y hay en cada persona una tolerancia diferente. Muchas veces vemos cómo pueden llegar a identificarse con el enfermo, abandonar su propia vida, tomar decisiones inapropiadas guiadas por el sentimiento de culpa y la confrontación entre la moral y los propios deseos, o un amor infantil reprimido, imposible. Uno no sabe lo que perdió con eso que perdió, son lazos inconscientes que hacen que se tambaleen ciertos pilares en las personas que hay que analizar. Pueden llegar a enfermar como el propio enfermo. La enfermedad es una mala solución, mejor con psicoanálisis.
La enfermedad en la familia sería no hacer lo conveniente para ciertas situaciones, que a veces son comandadas por formas de pensar que enferman. Un cuidador/a es una función, un trabajo, mejor establecer ciertos límites, tan necesarios para no limitar la vida.
Si estás pasando por una situación difícil en el ámbito familiar o en tus relaciones próximas, mejor consultar con un psicoanalista, un espacio donde poder hablar con total libertad, poder pronunciar en voz alta fantasías, representaciones, que se relacionan con estos procesos, y poder elaborarlo de manera adecuada. Un proceso de conocimiento y transformación.
Laura López, Psicoanalista en formación
con Grupo Cero
y psicóloga colegiada.
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