Santiago de Chile –
Habiendo creído exactamente lo opuesto de lo que mostró el resultado electoral, pensaba en que sería el “apruebo” el que bordearía el 60%, quiero reflexionar sobre este error de apreciación del momento actual. Este resultado del plebiscito, me pone en evidencia que no estaba mirando correctamente; quiero aprovechar mi desilusión para reflexionar y ajustar la mirada sobre el proceso social.
Hacia dónde vamos como sociedad en Chile, habiendo pasado por el estallido del 2019, la pandemia y la convención constituyente del 2020, la elección de Boric del 2021 y el Rechazo a la nueva constitución del 2022. Parecía que estábamos montados en la ola del cambio social, impulsados por una nueva generación y el protagonismo de la mujer y de lo femenino; fuerzas que sintonizaban hacia un nuevo acuerdo social, que podría superar el individualismo extremo.
Cuáles fueron mis premisas de análisis:
1. El proceso general (mundial) avanza hacia la desestructuración de los estados nacionales y las instituciones relacionadas con ellos; esto se debe a que no están pudiendo dar respuestas a los conflictos que tienen carácter global, regional o mundial. Esta desestructuración de las instituciones provoca desbordes sociales, pone en jaque a la democracia formal, a la solidaridad y cohesión de las poblaciones y a la propia psiquis de las personas.
2. El proceso de transformaciones en la sociedad chilena hace pie en una nueva generación y en el protagonismo de las mujeres y la sensibilidad de lo femenino. Podría estar gestándose gracias a estas nuevas fuerzas, una respuesta al conflicto que está ocurriendo en el proceso global.
3. Estos actores sociales, los jóvenes y las mujeres, estarían logrando un nuevo acuerdo social e interpersonal, que posibilita la convergencia de la diversidad, en torno al bien común, a la descentralización, a la valoración de la diversidad cultural, a la educación y salud pública, y el cuidado del medio ambiente.
4. Este impulso renovador se expresaría en una nueva constitución desde la convención constituyente.
El más del 60% del rechazo, con la participación inédita del 80% del electorado cuestiona estas premisas. Las elites económicas, políticas y algunos intelectuales, rechazaron esa propuesta; consideraron que el tratamiento de la diversidad propuesto por la nueva constitución, produciría divisiones sociales insalvables, que terminaría desestructurando al estado.
La campaña del Rechazo logró que se percibiera el proceso de cambios como el responsable de la desestructuración institucional y social; y no como la respuesta de Chile a un proceso que no es sólo nacional sino mundial. Esto se logró con una gran campaña en que se peraltaron los factores más agresivos o disruptivos de la convención. La campaña para rechazar la propuesta fue permanente, millonaria y sin pudor, pero… hace mella en un estado del alma. No creo que la campaña comunicacional, aunque impúdica y millonaria, sea el factor principal que explica el Rechazo. Pero si hay que comprender el estado del alma en que ésta penetró.
Algunos análisis del Apruebo dicen “ganó el miedo”, y creo que pueden tener razón. Pero ese miedo no fue infundido por la campaña del Rechazo, sino que está ya instalado en una parte importante de la población. Más bien, todos vivimos en un estado de conciencia atemorizada, en que somos susceptibles a que una campaña del miedo surta efecto. Si durante el estallido del 2019, por un instante perdimos el miedo y nos reconocimos, es probable que durante la pandemia lo recuperamos y nos desconocimos.
El supuesto de que fue la constitución de 1980 la que creó el individualismo, conduce a suponer que el proyecto constitucional de la convención sería capaz de superarlo. Pero este creo que fue mi principal error de análisis. El individualismo no lo crean las leyes como tampoco superarlo es posible por decreto. El individualismo al final de cuentas es un encierro en uno mismo, para protegerse de un mundo que percibo agresivo. El individualismo es una respuesta al temor, y el temor es una expresión del sinsentido de mi existencia. El proyecto constitucional nos dio sentido, pero no transformó nuestro propio individualismo. Y eso nos pesó en cada paso.
El Rechazo a la propuesta constitucional devuelve el protagonismo a las elites económicas y políticas. Al menos por un tiempo. Hay épocas más osadas en que muchos están dispuestos a riesgos para abrir el futuro y explorar nuevos caminos, y otras, en que eso produce temor y optamos por tratar de detener el tiempo. Pero el intento de cambio y de humanidad no se detendrá y cada paso es un precedente para el próximo momento de inspiración colectiva.
Ahora vivimos el fracaso del intento de cambio y de gestación de un nuevo acuerdo social que ponía como eje los derechos humanos, sociales, ecológicos, la diversidad y la multiplicidad.
Fracasó este intento que se expresó en el estallido social y se canalizó en la convención constituyente. Hay que decirlo: fue grandioso, con momentos sublimes. Pero también con errores. Habría que tratar de entender la raíz de esos errores. No creo que nuestros errores sean, los que se exageraron en la propaganda del Rechazo: las estridencias de los convencionales, la inexperiencia política de la juventud, o el protagonismo de los pueblos originarios. Ni siquiera los maximalismos. Todo ello por el contrario es muy valorable al tratarse de un proceso de muchos y popular y necesarios para el aprendizaje conjunto. Todo ello además fue surfeado durante el mismo proceso constituyente y eso más bien muestra una Convención de mucho vuelo y valor. Lograron que primara lo constructivo y no lo retardatario.
El intento me parece sublime, pero hasta no recibir la arrolladora votación del Rechazo, no me di cuenta de que era mucho más difícil de lo que se suponía. Millones de personas votamos Apruebo, millones que vencimos nuestros temores, apostando por el futuro de un proyecto conjunto, es admirable. Llegamos lejos, pero algo faltó para producir una conversión revolucionaria de la sociedad y de nosotros mismos.
¿Qué faltó? Qué hicimos y qué no hicimos.
¿Qué tenemos que cambiar para que el próximo intento tenga más posibilidades?
Estas preguntas merecen muchas conversaciones.
Seguro que nuestros errores son más importantes que los que nos refriegan en la propaganda del Rechazo. Por ejemplo:
-no haber comprendido en profundidad y con empatía el estado de miedo de la población;
-no haber comprendido el nivel de resentimiento y revanchismo que acompaña al temor y que también lo padecemos los que queríamos este cambio. El resentimiento nos violenta y debilita.
-no haber dimensionado la crisis personal que estamos viviendo cada individuo y grupo social; crisis de angustia, al caerse las referencias políticas y religiosas; crisis de pánico al perder vigencia las creencias más íntimas, desamparo al sufrir la discordia familiar; depresión y sinsentido que se ocultan en el frenesí del consumo.
Sobre todo, no haber comprendido que estos temas no se resolverían si ganaba el apruebo, porque son mentales y no sólo sociales. Todos temas que deberemos enfrentar en el seno de nuestras propias comunidades.
Ahora las elites intentarán reconducir el proceso social y ojalá les vaya bien. Que les vaya bien es lo que más sirve a todos. Sin embargo, es muy difícil que lo logren porque creen que pueden detener esta desintegración social con cambios formales o periféricos. Y tampoco ellos han comprendido la raíz del temor en el corazón de la gente, aunque sepan como manipularlo, y tampoco ellos han superado la enfermedad del resentimiento y la venganza.
Nosotros vemos la necesidad de cambios profundos sociales, que buena parte de ellos está reflejada en la propuesta constitucional fallida. Vemos la necesidad de un sentido que nos trascienda, que por momentos nos conmovió en esta lucha por una nueva constitución.
Pero tengo que reconocer que esto no será posible sin un cambio humano al interior de nosotros mismos y en nuestras comunidades; un cambio interno que nos ayude a superar el rencor acumulado, el propio individualismo y la violencia. Las comunidades que buscan el cambio de la sociedad, requerimos incorporar estas prácticas mas espirituales junto a la acción social.
Es el momento de conversar, reunirnos, integrar juntos, y ver cómo reencontramos el intento; cómo construimos el próximo paso, con más amistad, más solidaridad, y redes de confianza que protejan a la comunidad.
La propuesta constitucional es un logro, que, si bien no se pudo efectivizar, es un acuerdo logrado por el pueblo, una construcción que da una dirección común y se puede transformar en proyecto político. Un proyecto revolucionario en que las fuerzas del cambio están ya de acuerdo. Puede ser muy potente, la convergencia de la diversidad de los movimientos sociales y políticos en torno a esa propuesta.
Pero ya sabemos que no bastará si no hacemos un esfuerzo por un cambio simultaneo en lo personal, en nuestra reconciliación profunda, en nuestra fe interna, en una acción que erradique la violencia para lograr los cambios queridos.