Desde la generación dorada de la que Brasil gozó entre 1958 y 1962 (la del surgimiento de Pelé y el esplendor de Garrincha), ningún país fue capaz de ganar dos Mundiales consecutivos, un logro que a primera mirada, y a segunda también, asoma plausible a la hora de analizar el potencial de Francia.
Por exagerado y disparatado que parezca, el entrenador Didier Deschamps dispone hoy de un material prima superior a la que en el Mundial de Rusia se llevó la Copa después de dejar en el camino a la Argentina en octavos de final, a Uruguay en cuartos, a Bélgica en semis y a Croacia en el partido decisivo.
Para empezar a hacer las cuentas, es pertinente reponer que en su equipo titular Deschams dispone de la lujosa base que goleó a los balcánicos en Rusia.
Por saber: Hugo Lloris en el arco, Raphael Varane en el centro de la defensa, Ngolo Kanté y Paul Pogba en el mediocentro y el tridente ofensivo de Antoine Griezmann, Olivier Giroud y Kylian Mbappé.
Incluso, si prefiriera jugar con línea de cuatro, podría conservar a los laterales de entonces, Benjamin Pavard y Lucas Hernández.
Pero mejor examinemos a Les Bleus de arco a arco.
Arqueros, tantos como para elegir y descartar `a piacere`. Además de Lloris (Tottenham Hotspur), dos en pleno ascenso, Mike Maignan (Milan) y Alphonse Areola (West United), más dos veteranos como Benoit Costil (Burdeos) y Steve Mandanda (Olympique de Marsella), sin contar a la joya de estos tiempos, Albant-Marc Lafont (cedido por Fiorentina a Nantes), crack de las selecciones nacionales juveniles Sub-16, Sub-17 y Sub-21.
¿Defensores?
En una hipotética línea de tres, Varane podría ser acompañado por los muy competentes William Saliba (Olympique de Marsella) y Presnel Kimpembe (París Saint-Germain), pero además coexisten Kurt Zouma (West Ham United), Jules Koundé (Sevilla), Leo Dubois (Olympique de Lyon), Clement Lenglet (Barcelona), Lucas Digne (Aston Villa) y Theo Hernández, acaso el mejor lateral zurdo del planeta, más Dayot Upamecano (Bayern Múnich), una de las más notables apariciones de los últimos tiempos en materia de defensores centrales.
Upamecano comprende 23 años, 1.86 centímetros y 90 kilogramos de pura pericia en el arte de defender.
En el medio campo «el pulpo» Ngolo Kante (Chelsea) es inamovible y su compadre Paul Pogba (Manchester United), de irregular presente, bien podría ser sustituido por Jordan Veretout (Roma), Thomas Lemar (Atlético de Madrid), Adrien Rabiot (Juventus), Christopker Nkunku (Lepzig) o Matteo Guendouzi (Olympique de Marsella) y por qué no por otras de las gemas que ha impulsado Deschamps: el juvenil Aurelien Tchouameni, crack del Mónaco, clase 2000, una máquina de cortar y pasar la pelota a sus compañeros.
Pero si Francia puede ufanarse de disponer de dos o tres futbolistas en cada puesto y no menos de media docena por línea, qué decir de la paleta de colores de tres cuartos de campo, calle arriba.
Intacto el tercero que coronó en Rusia con Antoine Griezmann (Atlético de Madrid), Olivier Giroud (Milan) y Kylian Mbappé (por estos días el jugador más determinante del mundo), se han sumado dos centrodelanteros de primer nivel, tal como Wissan ben Yedder (Mónaco, máximo goleador de la Ligue 1) y el diabólico Karim Benzema, dentro del área igual de letal o más que monstruos de la talla del polaco Robert Lewandowski y el inglés Harry Kane.
Por si acaso, por si necesitara alternativas plausibles más hacia las orillas, Deschams puede echar mano a Kingsley Coman (Bayern Múnich), Moussa Diaby (Bayer Leverkusen) y Anthony Martial (Sevilla).
En un equipo consolidado, maduro, en velocidad crucero, a Francia se le caen del placard los jugadores extraordinarios.
Dicho de otro modo: ninguna selección está autorizada a soñar con ganar el Mundial de Qatar si no puede imaginarse cómo derrotar a Francia.
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