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Rosa M. Ballesteros García – [email protected]

Hace tres años, en 2018, una periodista filipina de nombre María Ressa recibía emocionada el XI Premio internacional Libertad de Prensa de la UMA de la mano del profesor Díaz Nosty, director de la Cátedra Unesco de Comunicación, en un acto presidido por la profesora Isabel Jiménez Lucena, delegada del Rector para la Igualdad y Acción Social y compañera de quien esto escribe en los estudios de género. Otra de las compañeras feministas, Isabel Moyano Ramos, en calidad de traductora, nos trasladaba al auditorio las palabras de la homenajeada. Este año, apenas hace unos días, en octubre, la Academia sueca le otorgaba a María Ressa* el galardón de más prestigio: el Nobel de la Paz[1]. Hoy, recordando el evento, Isabel nos comentaba a las compañeras «el dinamismo, pasión por su trabajo y una voluntad inquebrantable de no ceder a las amenazas y dificultades dobles de ejercer su trabajo por ser mujer y por no estar alineada con el régimen dictatorial de su país». El olfato no había fallado, como tampoco falló con la activista, periodista y abogada congoleña Caddy Azduba, premiada en 2009 con el Premio internacional de periodismo Julio Anguita Parrado; en 2010 con el de Libertad de Prensa de la UMA (como Ressa) y en 2014 con Premio Príncipe de Asturias que le reconocía su lucha por la libertad de prensa, la reconstrucción de la paz y los derechos humanos, especialmente los de la infancia y las mujeres en zonas de conflicto. En 2015 recibió el premio Optimista Comprometida con la Libertad de Prensa que otorga la revista Anoche Tuve un Sueño. Esperemos que el olfato siga funcionando.

María Ressa, como tantas otras que la preceden en este premio, es una mujer comprometida en la construcción de la paz y la defensa de los valores democráticos, ya que este premio es un reconocimiento social y político. Desde la primera ganadora, la baronesa checa Berta Von Suttner, Presidenta honoraria de la Oficina Internacional por la Paz, pacifista y escritora, allá por 1905, hasta Ressa, han sido distinguidas con el prestigioso galardón de la Paz un total de 17 mujeres[2], todas ellas comprometidas con la paz, la libertad, el anti-belicismo y los derechos de las mujeres y la infancia. Tuvieron que pasar casi tres décadas para que otra mujer, la socióloga estadounidense Jane Adams, quien presidía la Liga Internacional de Mujeres Pro Paz y Libertad, se viera reconocida en 1931. En 1946, recién finalizada la Segunda Guerra Mundial, el mismo premio le fue otorgado a la historiadora y socióloga estadounidense Emily Greene Balch*[3], presidenta honoraria internacional de la misma Liga. Treinta años pasaron (1971) para que se premiaran a dos activistas, Betty Williams* y Mairead Corrigan*, fundadoras del Movimiento de Paz de Irlanda del Norte (luego renombrado Comunidad de Gente de Paz).

En 1979 el premio recayó en la religiosa Teresa de Calcuta, fundadora de las Misioneras de la Caridad en Calcuta, y canonizada por la Iglesia Católica. Tres años después, en 1982, la diplomática y feminista sueca Alva Myrdal* se le concedió el galardón «Por su magnífico trabajo en las negociaciones de desarme de las Naciones Unidas». En 1991 el premio recayó en la política birmana Aung San Suu Kyi, líder de la Liga Nacional para la Democracia (LND) por su lucha no violenta por la democracia y los derechos humanos. Al año siguiente (1992) fue la activista social guatemalteca Rigoberta Menchú, desde muy joven involucrada en las luchas reivindicativas de los pueblos indígenas y campesinos, lo que le valió persecución política y el exilio.

En 1997 la profesora y activista de derechos humanos estadounidense Jody Williams fue reconocida con el premio por su empeño en eliminar minas antipersonas y de racimo por sus devastadores consecuencias sobre las poblaciones. En 2003, ya iniciado el nuevo milenio, la abogada iraní Shirin Ebadi fue premiada por sus esfuerzos por la democracia y los derechos humanos, especialmente en la lucha por los derechos de las mujeres y los niños. En esta misma línea, en 2011, tres mujeres: la política Ellen Johnson-Sirleaf*, la activista social y feminista Leymah Gbowee*, ambas libanesas, y la periodista y política yemení Tawakkul Karman* logran el premio por su lucha no violenta por la seguridad de las mujeres y los derechos de las mujeres a la plena participación en la obra de construcción de la paz.

Las dos últimas candidatas (antecesoras a María Ressa) son la activista pakistaní Malala Yousafzai*, premiada en 2014 por su lucha contra la represión de los niños y jóvenes, y por el derecho de todos los niños a la educación y la iraquí Nadia Murad* en 2018 por sus esfuerzos para acabar con el uso de la violencia sexual como arma en guerras y conflictos armados, una práctica que, desgraciadamente, no ha perdido vigencia, pues el cuerpo de las mujeres se considera un objetivo para humillar al enemigo.

Por otro lado, el papel de las mujeres en la construcción de la paz va más allá de la lucha contra la guerra: incorpora la deconstrucción de formas estructurales de violencia que existen en la sociedad actual. La Paz es fertilidad y abundancia, del mismo modo que el papel que se ha destacado de las mujeres se ha centrado en su fertilidad y en ser generadoras de vida. Ejemplo de todo lo dicho es el movimiento socio-político «Mujeres de negro», movimiento que promueve los principios del antimilitarismo, el feminismo y la no violencia. Iniciado en 1988 con grupos en los que se integraban feministas israelíes, palestinas y norteamericanas para movilizarse contra la ocupación de Palestina. No se quedó ahí, porque pronto se extendió a Italia, contra la Guerra del Golfo, y, sobre todo, a la antigua Yugoslavia. En la actualidad, hay grupos en numerosos países, que se han unido en la Red Internacional de Mujeres de Negro, promoviendo la solidaridad entre mujeres por encima de las divisiones mediante la creación de coaliciones multiculturales de mujeres por la paz.

Todas las mujeres mencionadas tienen en común, como ya apuntamos, el compromiso con la libertad de la humanidad toda. Ressa, por ejemplo, ha sido condenada por su gobierno y está en espera de juicio. Su defensora, por cierto, es la prestigiosa abogada Amal Clooney, esposa del famoso actor, que ha visto reconocido su ingente trabajo integrándola en la lista de Personas del Año de la revista Time en 2018 y a la Comisión por la Democracia de Reporteros Sin Fronteras. Toda ellas conforman una genealogía de feministas pacifistas que, muy merecidamente, han visto reconocida su lucha por mejorar a la humanidad. Porque, en contra de algunas opiniones torticeras, el feminismo es, fundamentalmente, el humanismo integral que entiende la sociedad en clave de cooperación y no de enfrentamiento.

 

EL ATENEO LIBRE DE BENALMADENA

“benaltertulias.blogspot.com”

“ateneolibredebenalmadena.com”

 

[1] Premio compartido con el periodista ruso Dmitri Muràtov.

[2] La baronesa de Suttner había publicado en 1889 ¡Abajo las armas!, un alegato antibelicista que se anticipó apenas unos años al desastre de la Primera Guerra Mundial (1914-1919). En Literatura se ha premiado a 16 escritoras y 2 a economistas. El grupo más numeroso es el de las científicas en las distintas ramas: Física, Química y Medicina con 22 premios.

[3] Todos los nombres señalados con asterisco son premios exaequo.

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