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sábado, noviembre 23, 2024

Una historia de fiebres recurrentes

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La malaria o paludismo es una enfermedad que llegó a España hace unos dos mil quinientos años, lo que quiere decir que, de hecho, constituye un mal endémico entre nosotros responsable de diversas epidemias de variable mortalidad. Está producida por un parásito del género plasmodium que transmite el mosquito anópheles a través de su picadura, y que se desarrolla preferentemente en aguas pantanosas insalubres, manifestándose clínicamente por la aparición de fiebres intermitentes, dolores de cabeza y musculares, diarrea y decaimiento. Particularmente infortunada es su localización cerebral.

En 1880 el médico militar francés Charles Louis Alphonse Laveran (Paris 1845-1922), estableció el origen protozoario de la enfermedad lo que le valió la obtención del Premio Nobel de Medicina en 1907. En España los primeros trabajos sobre anofelismo se deben al médico escocés Iam Macdonald en las minas de RioTinto, en Huelva, en el año 1900 y a los médicos españoles Francisco Huertas y Barrero (Cáceres 1847-Madrid 1933) y Antonio Mendoza (fallecido en 1918) que hicieron un estudio pormenorizado de la enfermedad en Extremadura, en 1901.

En 1902 llega a Madrid a hablar de paludismo en el XIV Congreso Internacional de Medicina el Dr. Gustavo Pittaluga Fattorini (Florencia 1876-La Habana1956) discípulo del Prof. Giovanni Battista Grassi (1854-1925 que había demostrado la transmisión de la malaria por el mosquito anófeles), cuyos conocimientos despiertan el interés de Santiago Ramón y Cajal, a la sazón director del Instituto Nacional de Higiene Alfonso XIII. Pittaluga se nacionalizaría español en 1904 y en 1905 fue nombrado jefe del Servicio de Desinfección de dicho Instituto, y en 1911 Catedrático de Parasitología y Patología Tropical de la Universidad de Madrid. En 1920 se hizo cargo de la organización de la lucha contra el paludismo en España, ejerciendo como representante español en los organismos internacionales de esta lucha.

Uno de sus más destacados discípulos fué el Dr. Sadi de Buen Lozano (1893-1936) miembro de una ilustre familia de científicos: su padre fue el fundador del Instituto Español de Oceanografía y su tío Luis Lozano Rey, Catedrático de Vertebrados de la Universidad de Madrid, sus hermanos, Demófilo Catedrático de Derecho, Fernando y Rafael oceanógrafos, Víctor ingeniero industrial y Eliseo también médico que se doctoró con una tesis sobre el paludismo, y que colaboraron con él.

El Dr. Sadi de Buen se dedicó a combatir la malaria a través de la investigación y de la práctica. Desde 1920 dirigió la fundación de 32 dispensarios antipalúdicos y en 1924 fundó y dirigió el Instituto Antipalúdico de Navalmoral de la Mata. Con ayuda de su hermano Fernando introdujo en España la “gambussia affinis” un pez carnívoro americano que se alimenta de las larvas de los mosquitos, y que consiguió aclimatar en las quebradas de Cáceres como agente preventivo. También hizo estudios sobre la lepra y la leishmaniosis, otra enfermedad protozoaria propia de la península ibérica. En 1931 fue nombrado Director General de Instituciones Sanitarias, segundo cargo en la Dirección General de Sanidad que en aquel momento ostentaba el Dr. Marcelino Pascua (Valladolid 1897-Ginebra 1977) que fue profesor de Higiene en la Facultad de Medicina de Madrid y diplomático del gobierno de la República.

También fue profesor en el Instituto Nacional de Higiene el Dr. Juan Gil Collado (Jaén 1901-1986) un experto en mosquitos que estudió la distribución en toda España y en el norte de África, del mosquito anófeles, procurando una cobertura inestimable a la campaña contra el paludismo desarrollada por el Dr. de Buen.

Con todas estas medidas, la gran expansión del paludismo fue controlado en nuestro país después de las epidemias sufridas que afectaron sobre todo a Extremadura, Cataluña y los arrozales valencianos, siendo vehiculizados especialmente a través de las obras del ferrocarril. Pero la Guerra Civil y sus intereses ideológicos frustraron los avances conseguidos. El Dr. Pittaluga fue depurado y separado de la Docencia en la famosa orden ministerial de febrero de 1939 y se exilió en Cuba donde siguió trabajando. Igual suerte sufrieron los demás integrantes de la familia de Buen, y lo mismo le ocurrió al Dr. Gil Collado que fue apartado de la docencia e inhabilitado de forma perpetua para cualquier actividad oficial. Lo peor fue lo del Dr. Sadi de Buen que encontrándose en Córdoba en viaje por sus funciones de inspección, fue detenido el día 22 de Julio de 1936 y fusilado el 2 de septiembre sin que conste en ningún sitio las razones que pudieran, en su caso, justificar esta acción.

Como consecuencia del abandono de las medidas de control, la malaria, alcanzó un espectacular recrudecimiento después de la guerra civil con un pico estremecedor en el año 1943 en el que enfermaron 400.000 personas y murieron 1307 según estimaciones del Ministerio de la Gobernación, lo que obligó a un gobierno de militares desbordados, a devolver la lucha antipalúdica a un médico, en este caso, al Dr. Gerardo Clavero del Campo (Soria 1895-Madrid 1972) Catedrático de Higiene y Sanidad, y Decano de la Facultad de Medicina de Cádiz y Director de la Escuela Nacional de Sanidad, que reinició la metodología de la lucha antipalúdica, y que, pasados otros 20 años más, daría sus frutos al conseguir que la OMS declarara a España, en 1964, como el último país de Europa libre de paludismo.

Jesús Lobillo Ríos

Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena

“benaltertulias.blogspot.com”

 

 

 

 

 

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