El frenazo económico e industrial por la pandemia de la Covid-19 no impidió que la abundancia de gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera alcanzara el año pasado un nuevo récord con una tasa anual de aumento por encima de la media de la década entre 2011 y 2020, y esa tendencia ha continuado en 2021.
Así se recoge en el último ‘Boletín de gases de efecto invernadero’, que publica anualmente la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y que esta agencia de la ONU especializada en el tiempo, el clima y el agua hizo público este lunes, pocos días antes de que la Cumbre del Clima (conocida como COP26) comience este domingo en Glasgow (Reino Unido).
Ese Boletín de la OMM -uno de los informes anuales más destacados de esta agencia- informa de las concentraciones atmosféricas de los gases de efecto invernadero de larga duración y no tiene nada que ver con las emisiones. Se entiende por emisión la cantidad de gases que se liberan a la atmósfera y por concentración o abundancia atmosférica lo que se queda en la parte gaseosa de la Tierra tras la absorción de gases que realizan los océanos y la biosfera.
La concentración de dióxido de carbono (CO2) -el gas de efecto invernadero más importante- alcanzó el año pasado las 413,2 partes por millón, lo que representa un 149% más sobre los niveles preindustriales.
Las de metano (CH4) y de óxido nitroso (N2O) fueron un 262% y un 123% sobre los niveles de 1750, cuando las actividades humanas comenzaron a alterar el equilibrio natural de la Tierra.
Así pues, la desaceleración económica de la Covid-19 no tuvo ningún impacto perceptible en los niveles atmosféricos de gases de efecto invernadero y sus tasas de crecimiento, aunque hubo una disminución temporal de las nuevas emisiones.
Dada la larga vida útil del CO2, el nivel de temperatura ya observado persistirá durante varias décadas, incluso si las emisiones se reducen rápidamente a cero neto, según la OMM. Ello significa más extremos climáticos, incluido calor y lluvias intensas, derretimiento del hielo, aumento del nivel del mar y acidificación de los océanos, lo que acarrea impactos socioeconómicos de gran alcance.
Cerca de la mitad de las emisiones de gases procedentes de actividades humanas permanece en la atmósfera, una cuarta parte es absorbida por los océanos y otra cuarta parte por los ecosistemas terrestres.
“ESTAMOS MUY LEJOS”
Según la OMM, los océanos y los ecosistemas terrestres pueden ser menos efectivos para actuar como «sumideros» en el futuro, lo que reduciría su capacidad para absorber CO2 y ser un amortiguador ante un mayor aumento de la temperatura. El Boletín muestra que el forzamiento radiativo (el efecto de calentamiento en el clima) debido a los gases de efecto invernadero de larga duración aumentó en un 47% entre 1990 y 2020, y el CO2 representa un 80% de ese incremento.
«El ‘Boletín de Gases de Efecto Invernadero’ contiene un mensaje científico para los negociadores del cambio climático en la COP26. Al ritmo actual de aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero, veremos un aumento de la temperatura para finales de este siglo muy por encima de los objetivos del Acuerdo de París de 1,5 a 2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales», advirtió el secretario general de la OMM, Petteri Taalas, que añadió: «Estamos muy lejos del camino».