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lunes, diciembre 2, 2024

La Bella Otero: Retrato de un mito

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Rosa Mª Ballesteros García: [email protected]

Según sus propias palabras: «He sido esclava de mis pasiones, no de los hombres». Quien esto dijo se llamaba Agustina del Carmen Otero Iglesias, aunque es más conocida como Carolina Otero o La Bella Otero. Murió en Niza en 1965.

Sus biografías la describen como una bailarina, cantante y actriz, aunque se pone el acento en otro «arte» suyo muy particular: su éxito como cortesana ―algunas fuentes aluden directamente a la prostitución, básica, en sus primeros momentos, para ascender progresivamente hasta alcanzar la categoría de lujo―. No es una opinión gratuita. Se dice que Carolina llegó a seducir a personajes de la realeza como Guillermo II de Alemania, Nicolás II de Rusia, Leopoldo II de Bélgica, Alfonso XIII de España, el británico Eduardo VII o políticos como el Primer Ministro francés y Nobel de la Paz Aristide Briand, con quien por cierto tuvo una relación entrañable hasta la muerte de éste.

Para una parvenue extranjera, su triunfo fue espectacular al tener que competir con una pléyade de bellas libertinas como Liane de Pougy (1869-1950)[1], de raíces españolas por parte de madre; Emilienne d’Alençon (1869-1946), bailarina de cabaret y gran cortesana (una de las «Tres Gracias» de la Belle Époque, junto a la Otero y Liane de Pougy); la también estrella de Folies Bergère Cléo de Mérode[2] o divas como Lina Cavalieri (1874-1944), frecuentemente citada como «la mujer más bella del mundo»[3] o Virginia Oldoini (1837-1899), conocida como «La perla de Italia» y Condesa de Castiglione. Aristócrata y agente encubierta italiana, fue celestinescamente utilizada para enamorar al emperador Napoleón III de Francia. Algunas fuentes apuntan su influencia sobre éste para la unificación italiana. Rivalizando con todas ellas, como adelantamos, con mucho mérito, porque solo le acompañaba su gran belleza, Otero llegó a reunir una fabulosa fortuna que, debido a la ludopatía que padecía, fue dilapidando en los casinos de Niza o Montecarlo hasta reducir su existencia a la casi indigencia, paliada gracias a una generosa pensión de este último casino en el que había enterrado, año tras año, su fabulosa fortuna.

Sin embargo, el origen social de esta campesina gallega, con una educación muy elemental, casi iletrada, no aventuraba la fastuosa vida que llevó durante tantos años. Fue hija de madre soltera y de un marino griego. Tuvo varios hermanos y una hermana gemela y, para mayor desgracia, su infancia se vio truncada tras ser violada con apenas once años, cuestión esta que fue determinante para su vida porque le impidió ser madre. Tras el asalto sexual Carolina huyó de su pueblo, se cambió de nombre y se embarcó en una compañía portuguesa de cómicos ambulantes, una ocupación que, según alguna fuente, no duró mucho tiempo, por lo que tuvo que ejercer diferentes oficios que, dada su escasa preparación fueron forzosamente humildes. Fue en ocasiones bailarina en locales de baja estofa y prostituta ocasional. No tenía especial talento, pero sí desparpajo y belleza, así que tuvo que echar mano de estos dones naturales para sobrevivir sola en aquella temible jungla. Muy pronto le salieron propuestas: un banquero la promocionó como bailarina y la llevó a Francia, país en el que llegaría a triunfar, como ya adelantamos, gracias a su belleza. Muy pronto comenzó a forjar su propio mito, travistiéndose como una andaluza de origen gitano, muy al gusto exótico de la época. Muchos de esos mitos han perdurado hasta nuestros días.

Carolina, ya bien asentada, amplió su campo de acción actuando fuera de Europa en giras como bailarina exótica consiguiendo fama internacional. Trabajó también como actriz de cine mudo en la producción italiana: L’autunno dell’amore, 1918, de Gennaro Righelli, estrenada en España al año siguiente. Llegó a representar Carmen de Bizet o piezas teatrales como Nuit de Nöel. Países americanos como Argentina o Cuba, ciudades como Nueva York o destinos exóticos como Rusia, país donde actuó en varias ocasiones, la convirtieron en un personaje extraordinario. Las mujeres la envidiaron y varios de sus amantes llegaron a arruinarse por ella, incluso hasta llegar al suicidio, de ahí que también se conozca como «La Sirena de los Suicidios», asociándola al milenario mito de aquellas bellas y acuáticas mujeres.

Retirada de los escenarios se estableció en Niza, donde vivió hasta su muerte, en 1965, totalmente arruinada y sola. Nunca se casó. De su vida se han escrito varias biografías y se han hecho películas y series para la televisión. Debido a que Otero inventó parte de su pasado para ocultar hechos como su violación, o sus orígenes extremadamente humildes, muchas de las biografías, películas u otros trabajos que se han hecho, carecen de veracidad. En 1926 publicó una de sus autobiografías: Les Souvenirs et la Vie Intime de la Belle Otero. Entre los documentales, el dirigido por las cubanas Lídice Pérez y Natasha Vázquez en 2002; series televisivas como las emitidas en 1984, o más actuales, como la protagonizada por Natalia Verbeke (Otero joven) y Asunción Balaguer (Otero en sus últimos años) en 2008, nos dan una idea de la vigencia del mito. En 1996 la cantante Ana Kiro, le dedica una canción, incluida en su LP Coa miña xente y existe una escena grabada de Carolina bailando producida en 1898. Pintores y poetas como Julio Romero de Torres en 1914, Toulouse Lautrec, Gabrielle D´Annunzio o José Martí la inmortalizaron en sus obras. De este último son los versos: «El cuerpo cede y ondea; La boca abierta provoca; Es una rosa la boca; Lentamente taconea». Su vida ha sido también llevada a la gran pantalla en películas como La Bella Otero (1954), una producción francesa basada en sus memorias, dirigida por Richard Pottier, con María Félix dando vida a Carolina, en verdad uno de los personajes más destacados de la Belle Époque francesa, de sus círculos artísticos y de la vida galante parisina de aquellos años.

                                  

EL ATENEO LIBRE DE BENALMADENA

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[1] Bailarina, cortesana, escritora, además de princesa y hermana religiosa. Ingresó, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, en la Orden Terciaria de las Dominicas. Falleció en Lausana, Suiza, bajo el nombre religioso de Ana María de la Penitencia.

[2] Sobre su vida Pierre Horay publicaría su libro Cléo de Mérode, Le ballet de ma vie (1955). Sobre la relación de algunas de estas mujeres se publicará en 1900 L´Idylle saphique (traducido al español por Luis Antonio de Villena).

[3] Natalina «Lina» Cavalieri fue una soprano italiana, también conocida por sus facetas como actriz y monologuista. Trabajó también en el cine mudo italiano y francés. En 1955, Gina Lollobrigida dio vida a la Cavalieri en la película Beautiful But Dangerous (Bonita pero Peligrosa). En 2004, Paul Fryer y Olga Usova publicaron Lina Cavalieri: The Life of Opera’s Greatest Beauty, 1874-1944.

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