El Gobierno griego inauguró este sábado en la isla griega de Samos, próxima a las costas de Turquía, el primer campamento de migrantes «cerrado y con los accesos controlados», un nuevo tipo de refugio con movilidad restringida criticado por las asociaciones defensoras de los derechos humanos.
«Desde Samos, enviamos un mensaje a todas las islas: las imágenes (de los precarios campos) de Moria (en Lesbos) o de Vathí pertenecen ahora al pasado», afirmó el ministro griego de Migraciones, Notis Mitarachi, durante la ceremonia inaugural de las nuevas instalaciones, aún vacías, reportó la agencia de noticias AFP.
Los migrantes serán distribuidos en diversos «barrios» y tendrán acceso a zonas de restauración, deporte, juegos y un espacio compartido con cocinas. Cada dormitorio tiene cinco camas y un armario, mientras que los baños son compartidos.
No obstante, dejarán de gozar de la libertad de movimiento de la que disponían hasta ahora y sólo podrán salir del campo durante el día, de 8 a 20 horas, transportados por autobuses especiales hasta la ciudad. Para volver a ingresar al campamento, tendrán que presentar sus huellas digitales y pases electrónicos, y aquellos que incumplan el horario de regreso, serán objeto de sanciones disciplinarias.
Protegidos por alambres de púa, los accesos al nuevo campamento disponen de cámaras de vigilancia, escáneres con rayos X y puertas magnéticas en la entrada.
El complejo incluye también un centro de retención para todos los migrantes a los que haya sido denegado el derecho de asilo y deban ser reenviados a Turquía.
«El nuevo centro de acceso controlado y cerrado devolverá la dignidad perdida a aquellos que buscan la protección internacional, y también las condiciones necesarias de protección y retención para los migrantes ilegales que tienen que ser devueltos», se jactó Mitarachi.
El antiguo campo de Samos, ubicado cerca del puerto de Vathí, tenía una capacidad para 600 personas, pero en determinados momentos llegaron a vivir hasta 7.000.
La Unión Europea (UE) dijo que invertiría 276 millones de euros (326 millones de dólares) para la construcción de estos polémicos campos en las cinco islas griegas del mar Egeo: Leros, Lesbos, Cos, Samos y Quíos, a las que llegan la mayoría de refugiados y migrantes procedentes de Turquía.
El nuevo centro de Samos servirá como proyecto «piloto» para futuros centros que se construirán en otras islas, como Leros, donde está prevista la apertura de un campamento dentro de cinco meses.
En Lesbos, donde el año pasado un incendio destruyó el campamento de Moria, el más grande de migrantes en Europa, también está prevista la construcción de un centro de este tipo, pero las obras aún no comenzaron.
Varias ONG expresaron su preocupación por el hecho de que las nuevas estructuras serán construidas en lugares aislados y restringirán los movimientos de sus residentes.
Una docena de ellas, incluida Amnistía Internacional, criticaron a Grecia por continuar con «sus políticas nocivas basadas en impedir (desplazamientos) y contener a refugiados y solicitantes de asilo».
Unas 45 asociaciones exigieron a la UE y al Ejecutivo griego abandonar su objetivo de restringir los movimientos de los residentes de los campamentos.
Según un informe elaborado por las mismas, estos centros «impedirán una identificación efectiva y una protección de personas vulnerables, así como una limitación del acceso a servicios y asistencia para solicitantes de asilo».
El hecho de que se hable de centros «cerrados» resulta «preocupante», afirmó Mireille Girard, representante de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) en Grecia.
Grecia fue la principal puerta de entrada de migrantes durante la crisis de refugiados de 2015 y, tras la victoria de los talibanes en Afganistán, las autoridades europeas temen una nueva oleada de migrantes.