Sierra Bermeja es única, siempre ha estado allí, pero nadie le ha prestado atención, sólo quizá a los pinsapos, como si fuera lo único que hay, lo único que mereciera conocerse, que mereciera salvarse. Pero no, no es lo único que hay. En esa Sierra hay mucho, más de lo que cualquiera podría pensar.
Algunos la comprendemos. Los que nos hemos adentrado en esos bosques, atravesando las duras punzadas del matorral, y derramando sangre. Derramando sangre por el impacto contra la roca. Su roca es roja porque está teñida de sangre, porque guarda en su piedra el fuego del interior de la misma Tierra, con el que se forjó. Así es la Sierra Bermeja, no es una Sierra amable porque se protege ella sola. Cualquiera que se atreva a poner un pie sobre ella, sufrirá las consecuencias. Y sufrimos las consecuencias y, aún así, la amamos.
Su ira, demostrada en el fuego más atroz que la humanidad haya podido conocer, ha sido un buen aviso de lo que es capaz de hacer, pero la ha dejado exhausta, descarnada, que no muerta. Hay mucha vida guardada en sus entrañas esperando de nuevo la lluvia para emerger. Un banco de semillas enterrado entre las cenizas capaz de soportar hasta el mismísimo fuego del infierno. Cepas capaces de brotar con tallos más altos y fuertes, hasta para abrumar a cualquier planta producida de forma intensiva. La vida de Sierra Bermeja es única, no está en otro lugar, y cualquier planta de otro lugar moriría envenenada por la toxicidad de su roca. Nadie ha podido domesticarla, nadie se ha atrevido a vivir allí, pocos la quieren. Aunque algunos insensatos se han atrevido, y se atreven, a construir urbanizaciones, con o sin campo de golf, en sus estribaciones, sobre su roca, para sacar beneficios a costa de la destrucción medioambiental. No saben lo que hacen. No saben lo que han hecho.
Los que amamos esta Sierra queremos protegerla ahora que está más vulnerable. No es oportuno ni conveniente mancillarla con pisadas sobre el suelo convertido en cenizas, atravesarla con azadas de acero, destruyendo el germen de esa vida única y extraordinaria, para sembrar ¿qué? ¿No es eso otra forma más de sometimiento del ser humano sobre la Naturaleza? ¿De demostración de superioridad hacia ella? La Naturaleza sabe actuar ella sola, sólo tenemos que cuidar de que eso ocurra. Ahora mismo la Sierra necesita que la cuidemos, que protejamos su suelo, y que no la maltratemos haciéndola más daño con azadas, dientes de ganado doméstico o máquinas para horadar la tierra y hacer el trabajo más fácil al ingeniero de turno.
Los que amamos la Sierra pedimos que la comprendan, la cuiden y la protejan. No es el momento de reforestar, y posiblemente no lo será luego. La reforestación ya está hecha, en forma de semillas y cepas de plantas extraordinarias capaces de soportar el fuego y que harán su labor mucho mejor que nosotros, que lo único que podemos ocasionar es estropearlo todo. Lo que ahora empieza de verdad es el momento de cuidar a la Sierra Bermeja.
Nota: todas las imágenes aquí mostradas han sido tomadas en Málaga, tras el devastador incendio que asoló la Sierra Alpujata en 2012.
La que tú digas.