Según un informe de la agencia de la ONU para la infancia, hasta la fecha, casi ocho millones de estudiantes llevan esperando más de un año para poder participar en el primer día de escuela presencial, debido a que viven en lugares donde las escuelas han permanecido cerradas durante la pandemia.
La directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore, subraya que el primer día de escuela es “un momento histórico” en la vida de un niño, pero que “millones de pequeños de primer curso llevan más de un año esperando para conocer el interior de una clase”. «Es posible que varios millones más no alcancen a verlo en todo el primer trimestre. En el caso de los más vulnerables, las probabilidades de que no lleguen a poner un pie en una clase en toda su vida son muy elevadas”, lamenta.
Unicef recuerda que durante el primer curso se asientan las bases del aprendizaje futuro a través de la introducción a la lectura, la escritura y las matemáticas. Asimismo, en este periodo la educación presencial facilita que los niños y niñas se vuelvan más independientes, se adapten a nuevas rutinas y establezcan relaciones significativas con los maestros y los estudiantes.
“La educación presencial también permite a los maestros detectar y abordar retrasos en el aprendizaje, problemas de salud mental y casos de abusos que podrían tener efectos negativos sobre el bienestar de los niños”, apunta Unicef.
En el año 2020, las escuelas de todo el mundo estuvieron completamente cerradas durante un promedio de 79 días lectivos. Sin embargo, después de que comenzara la pandemia, los centros de 168 millones de estudiantes siguieron cerrados durante prácticamente todo el año.
CONSECUENCIAS
La organización advierte que las consecuencias asociadas al cierre de las escuelas (falta de aprendizaje, ansiedad, dificultades para recibir las vacunas y un mayor riesgo de caer en el abandono escolar, el trabajo infantil y el matrimonio infantil) afectarán a muchos niños, sobre todo a los estudiantes más jóvenes, que se hallan en las etapas más decisivas del desarrollo.
Si no se emprenden medidas para frenarlo, el Banco Mundial estima que esta generación de estudiantes sufrirá una pérdida de unos 10.000 millones de dólares (unos 8.526 millones de euros) en ingresos cuando sean adultos.
Ante este panorama, Unicef propone que se impulsen programas específicos para que todos los menores regresen a las aulas, que se den clases de recuperación a los más vulnerables y se ayude a los maestros con tecnología para llevar más y mejor educación a los menores.