José Gaos González-Pola (Gijón 1900-Mexico 1969), hermano de la actriz Lola Gaos y de los poetas Alejandro y Vicente Gaos, discípulo de Ortega y Gasset, Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras y Rector de la Universidad de Madrid, separado de sus funciones por el franquismo, debió emigrar a México integrándose en su sociedad, en la que llegó a ser profesor de su Universidad Nacional Autónoma, fue quien denominó al numeroso exilio español como transterrados, huyendo así del victimismo que suponía el “exiliados” y estableciendo una continuidad cultural, ética y política con una tierra que sentían como propia.
Unos 20.000 españoles fueron acogidos por la generosa disposición del presidente mexicano Lázaro Cárdenas, que en su mayoría solo llevaban de equipaje su talento y su capacidad de trabajo, de los que solo conocemos la evolución bien documentada de 2 ó 3 mil, entre ellos los profesores universitarios José Gaos, Joaquín Xirau, o los escritores Leon Felipe, Max Aub o Joaquín Rejano, el artista plástico Josep Renau o el cineasta Luis Buñuel, la mayoría de ellos poco o nada conocidos entre nosotros pero que facilitaron, en su país de acogida, un empuje cultural equiparable al notable déficit que sufrió el nuestro.
En esta pléyade destacan los médicos que llegaron a México, una masa de unos trescientos profesionales (hay quien menciona hasta setecientos sanitarios en general), entre los que descollaron una élite universitaria presidida por varios catedráticos y numerosos agraciados por la Junta de Ampliación de Estudios, cuyas becas habían mejorado su formación fuera de España, hecho del que se vanagloriaba el Dr. Ignacio Chávez, fundador y director del internacionalmente prestigiado Instituto de Cardiología de México, centro del que se hizo leyenda la presunción de su copamiento por parte de los facultativos españoles.
Entre estos cabe destacar por el profundo calado histórico de su labor al Dr. Isaac Costero Tudanca (Burgos 1903-México 1979), discípulo de otro ilustre exiliado, el Dr. Pio del Río Ortega (Valladolid 1882-Buenos Aires 1945), que adquirió renombre internacional por sus trabajos histológicos llevados a cabo en el laboratorio de la Residencia de Estudiantes, hasta el punto de optar por dos veces al Premio Nobel, que no obtuvo posiblemente por su condición de republicano y homosexual y su sonada expulsión del laboratorio de su maestro Santiago Ramón y Cajal, y que terminó transterrado en Argentina.
Pero volviendo a Costero, formado en Alemania como experto en el cultivo de tejidos y específicamente en el tejido nervioso, que obtuvo la Cátedra de Histología y Anatomía Patológica de Valladolid en 1934, volvió a ser catedrático en México sin necesidad de oposición, evolucionando al estudio de las diversas enfermedades, propició el desarrollo clínico de los patólogos, rama en la que dejó numerosos discípulos, varios de ellos en España. Fue nombrado consultor de la Organización Mundial de la Salud, miembro de número y presidente de la Academia Nacional de Ciencia de México, y presidente vitalicio de la Sociedad Latino-Americana de Patología. Escribió diversas obras científicas y una biografía: “Crónica de una vocación científica” (México 1977).
La lista de médicos españoles que contribuyeron a elevar el nivel científico en Hispanoamérica es excesivamente larga y profusa, destacaremos la del farmacólogo granadino José María García Valdecasas (Granada 1905-México 1987), el cirujano Joaquin D´Harcourt Got (Cuba 1896-Mexico 1970) teniente coronel médico y jefe de los servicios quirúrgicos del ejército durante la guerra civil. En Venezuela Augusto Pi y Suñer, catedrático de Fisiología de Barcelona fundó el Instituto de Medicina Experimental donde se formaron todos los docentes venezolanos. Y muchos más que nos obligarían a recorrer todos los países de habla española.
Los transterrados también se dieron en Europa mereciendo destacarse por su calidad Inglaterra a donde llegó invitado por la Cruz Roja Británica, única forma de poder emigrar a ese país, en febrero de 1939, el Dr. Frederic Duran y Jordá, pionero de la hemoterapia y creador del primer servicio de transfusión del mundo en Barcelona en 1936, estableciéndose en Manchester donde llegó a ser director del departamento de patología del Hall Children‘s Hospital y del Monsall Hospital, muriendo prematuramente de leucemia a los 51 años, en 1957. Sus conocimientos fueron desarrollados en la segunda guerra mundial.
Más conocido es el caso del Dr. Josep Trueta y Raspall (Barcelona 1897-1977) que también en febrero de 1939 llegó a Londres invitado por el “foreing office” para hablar del tratamiento de las heridas de guerra que había practicado exitosamente en el Hospital de la Santa Cruz en Barcelona. El Ministro de Sanidad inglés le convirtió en su ayudante permitiéndole desarrollar su trabajo sin trabas administrativas llegando a ser Catedrático de Ortopedia en la Universidad de Oxford en uno de los centros de investigación osteológica más importantes del mundo.
Pero sin embargo el periplo más tortuoso y a la vez más fructífero de los transterrados españoles fue el del Dr. Severo Ochoa de Albornoz (Luarca 1905-Madrid 1993), sobrino del político Álvaro de Albornoz (Luarca 1879-México 1954), que fuera presidente de la República en el exilio entre 1947 y 1951, y discípulo del Profesor Juan Negrín López (Las Palmas de Gran Canaria 1892-Paris 1956) quien tras estudiar la carrera de medicina en Alemania obtiene la Cátedra de Fisiología de Madrid en 1922 (para ser posteriormente presidente del gobierno de la República Española de 1937 a 1939), dirigió los pasos iniciales del futuro premio nobel haciéndole trabajar primero en Berlín con Otto Meyerhof (Premio Nobel de Medicina en 1922) y luego en Londres con Henry Dale (Premio Nobel en 1930).
En 1936 el matrimonio Ochoa abandona una España en guerra para marchar primero a Alemania y luego a Inglaterra, pero para afincarse definitivamente en Estados Unidos, primero en la Universidad de San Louis donde trabaja con los investigadores Carl y Gerty Cori que recibirían el Premio Nobel en 1947, y por último a la Universidad de Nueva York donde es nombrado investigador asociado en la Faculta de Medicina, profesor asistente de Bioquímica, profesor y director del departamento de Farmacología y Profesor y Director de Departamento de Bioquímica desde 1954. Obtiene el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1959.
En 1985 Ochoa vuelve a España donde es nombrado director del Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid, publicando en 1993 su biografía “La emoción de descubrir” en el mismo año de su muerte cumplidos los 88 años.
Los transterrados españoles dieron un ejemplo ético en el mundo que les tocó vivir sufriendo un amargo premio por su lealtad a los valores en que fueron formados. Su historia y su reconocimiento es un merecimiento debido a su sacrificio, su generosidad y a su valía que no pudieron desarrollar en su propio país.
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”