Este miércoles se cumplieron 15 años del fallecimiento de Syd Barrett, el atormentado y brillante compositor, guitarrista y cantante que fundó y lideró la legendaria banda de rock Pink Floyd y que, a pesar de su salida del grupo tan solo tres años después de su nacimiento, trascendió como uno de los músicos más influyentes de la escena británica de los 70.
Barrett, que poco después de lanzarse junto al bajista y cantante Roger Waters, el tecladista Richard Wright y Nick Mason en batería comenzó a experimentar cada vez con más fuerza con drogas alucinógenas como el ácido lisérgico, murió el 7 de julio de 2006, a raíz de una diabetes crónica y un cáncer de páncreas.
Su genio lo acompañó desde la adolescencia, cuando a los 15 años tuvo por primera vez en sus manos una guitarra eléctrica y, tras construir su propio amplificador, formó parte de la banda de R&B Geoff Mott and the Mottoes, que significó el inicio formal de Roger Keith -tal su nombre de nacimiento- en el mundo artístico.
Tiempo después conoció en la escuela a Waters, quien lo invitó a integrarse a su banda, The Abdabs, la semilla de la cual luego surgiría, tras un cambio de nombre propuesto por él mismo, la icónica Pink Floyd.
Nutrido por la creciente ola psicodélica que en ese momento representaban otras insignias de la época como los californianos de The Byrds, Barrett desplegó toda su capacidad como compositor y en 1967 parió dos sencillos que sentarían las bases de la banda, «Arnold Layne» y «See Emily Play».
Con esa muestra de su potencial, Pink Floyd llegó a los estudios de Abbey Road para grabar su primer LP -y el primero de los únicos dos en los que participaría-, que los convertiría definitivamente en un objeto de interés tanto para la crítica como para el público: se trata de «The Piper at the Gates of Dawn», que con su sonoridad sombría y enorme experimentación regaló cortes emblemáticos como «Interstellar Overdrive» y «Bike».
Ya para esa época, el gusto de Barrett por el LSD y otras sustancias le estaban trayendo problemas en su trabajo tanto dentro de la sala de ensayo como sobre los escenarios, por lo que sus compañeros optaron por correrlo del primer plano sin que dejara de formar parte, y en su lugar trajeron a David Gilmour, quien ocuparía su puesto hasta la disolución de la banda en 1985.
Ambos compartirían escenario sólo en cinco ocasiones, hasta que la actitud errática de Barrett lo llevaría a su expulsión en 1968.
Sin embargo, sus excompañeros colaboraron con él en sus dos discos solistas grabados en 1970, «The Madcap Laughs» y «Barrett», que presentarían canciones de corte más acústico, en particular en el primero, como «Here I Go» y «Golden Hair», basado en un poema de James Joyce.
Tras algunos intentos fallidos de volver al ruedo, Barrett, ya lidiando con su golpeado estado anímico y psicológico, protagonizó una anécdota que con el tiempo se volvería un símbolo en la trayectoria de Floyd, cuando en 1975, mientras la banda grababa el álbum «Wish You Were Here», apareció en el estudio sorpresivamente.
Pelado, con las cejas afeitadas y una imagen irreconocible se presentó frente a sus excolegas y como producto del inesperado encuentro nació la poderosa y nostálgica «Shine On You Crazy Diamond», compuesta específicamente para él.
Tras algunas idas y vueltas, Barrett se mudó a los 32 años a la casa de su madre, en Cambridge, donde permanecería casi oculto y dedicado fundamentalmente a la pintura, alejado de la prensa y de la música, hasta su muerte en 2006.
Aunque breve, su legado y su formidable espíritu musical sobrevivieron y aún sobreviven al paso del tiempo, e hicieron mella en un sinfín de artistas de gran calibre -desde Paul McCartney y Jimmy Page hasta Marc Bolan y David Bowie-, que admitieron llevar en ellos y en sus propias creaciones un poco del Barrett original que dio paso a todo un universo de sonidos que cambiaron la historia del rock para siempre.