Esta es una de las conclusiones del informe ‘A New Benchmark for Mental Health Systems: tackling the social and economics costs of mental ill-health’, que la OCDE presentó hoy en París con el fin de conocer de qué manera los distintos países que conforman la organización están respondiendo a los desafíos dimanantes de la salud mental.
La OCDE recordó que ya antes de la pandemia se habían observado “importantes costes” sociales y económicos en salud mental, que se habían llegado a cifrar hasta en un 4,2% del PIB. Esta tasa incluía los gastos directos de los tratamientos y los indirectos derivados por el aumento del desempleo y la caída de la productividad.
Esta tendencia se ha agravado con la irrupción de la pandemia, que ha multiplicado los problemas asociados a la salud mental, con una prevalencia de casos de ansiedad y depresión que han llegado a duplicarse en algunos países desde la irrupción del coronavirus.
Prueba de ello, citó la OCDE como ejemplos, es que un 78% de los australianos reconocen que su salud mental empeoró entre los meses de marzo y abril del año pasado, una situación que también han vivido en Austria (43,5%) y EEUU (40,9%). Esta tendencia también se manifiesta en aquellos países que mejor han sorteado la pandemia, como Corea del Sur, donde el 40% de sus habitantes confiesa haber visto desmejorada su salud mental.
En lo referente a la ansiedad y la depresión, Corea del Sur (36,8%) y México (27,6%) son los países más golpeados, un parámetro en el que España cuenta con un 18,6% de su población afectada.
Ante esta situación, la OCDE consideró crucial que los países centren sus esfuerzos en atender la salud mental, ubicándola en el centro de sus agendas nacionales y dotándola de la inversión suficiente para atender las necesidades de sus poblaciones en esta cuestión.