Como cada 9 de mayo, hoy recordamos la fecha de 1950 en que Robert Schuman, como Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, en una Europa devastada por la guerra, lanzó la revolucionaria idea de que la producción de acero y carbón de Francia fuera gestionada en común con su derrotada vecina Alemania y con los demás Estados de Europa occidental que estuvieran dispuestos a unirse a ellos y a superar juntos la postguerra.
También cada 9 de mayo nos detenemos a valorar las realizaciones concretas de esa idea: las libertades del mercado común, el despegue económico acompañado del desarrollo del Estado de bienestar, la incorporación de nuevos socios que – como España y Portugal reinstauramos la democracia de la mano del europeísmo, la ciudadanía europea, la moneda única, la política exterior y de seguridad común, el espacio de libertad, seguridad y justicia, la reconstrucción de la casa común tras la guerra fría. Un Parlamento Europeo en el que estamos representados todos los ciudadanos y un Tribunal de Justicia que vela por nuestros derechos, principios y valores. La tarea está inacabada, y siempre es perfectible. Solo las generaciones venideras establecerán los límites de la integración europea, pero en nuestra parte del planeta hemos conseguido avances políticos y sociales de los que podemos sentirnos orgullosos. Una comunidad de valores, y un modelo para el nuevo mundo que está tomando forma: un ejemplo de cómo los países pueden vivir juntos en paz, construir una solidaridad social y transfronteriza y proteger los derechos humanos, el estado de derecho y las libertades fundamentales.
Hoy celebramos el día de Europa en circunstancias difíciles. Mejor que el año pasado, ciertamente, pero intranquilos aún. Hace justo un año estábamos asustados por la gravedad de la pandemia, recluidos, desesperanzados. Con las imágenes de las calles vacías de nuestras ciudades europeas. Y con las instituciones de la Unión sometidas a grandes tensiones, mientras los Estados miembros cerraban sus fronteras y competían entre sí por los suministros sanitarios. Apenas entrecerrado el acuerdo de salida del Reino Unido y se venía encima de forma inesperada la crisis sanitaria más grave que nuestro siglo ha conocido.
Un año más tarde, podemos afirmar que Europa ha reaccionado a la pandemia con unidad y determinación. A corto plazo, contamos con una estrategia común de vacunación y está regulando el certificado digital verde que permitirá retomar la actividad económica de forma segura. A medio plazo, el programa SURE, que está financiando el mantenimiento del empleo, el Marco Financiero Plurianual 2021-2017, que ha multiplicado por dos los recursos de la Unión, y el más conocido por sus miles de millones de euros, Plan de Recuperación Next Generation EU. Es evidente, que los Estados europeos son conscientes de que para superar esta crisis necesitamos un esfuerzo común y, por supuesto, una asignación eficiente de los recursos.
La urgencia de la pandemia y de la crisis no nos ha hecho olvidar la importancia de otros retos de nuestro tiempo más estructurales: la doble transición verde y digital. Respecto a la lucha contra el cambio climático, en el pasado mes de abril, las instituciones europeas han logrado un acuerdo político para adoptar las normas conducentes a que Europa sea climáticamente neutra en 2050 y para que, de aquí a 2030, las emisiones netas de gases de efectos invernadero se reduzcan en al menos un 55%. Respecto a la digitalización, que es el otro gran vector de transformación de nuestras sociedades, también en abril la Comisión Europea ha presentado el primer marco jurídico sobre Inteligencia Artificial (IA), que junto con un plan coordinado con los Estados miembros garantizará la seguridad y los derechos fundamentales de los europeos, reforzando al mismo tiempo la inversión y la innovación en materia de IA.
Tomando impulso en el pasado y pensando en el futuro, la UE no se puede construir sin atender lo que los ciudadanos necesitan. Vivimos momentos complicados, ante los que la UE ha demostrado que puede ser útil y eficaz incluso con las escasas herramientas que tiene. ¿Qué hubiera ocurrido de no existir la UE? Igual que se hizo en 1950, ahora es el momento de «pensar en grande», y el futuro de la UE está en las manos de los ciudadanos. Tras una fase de desafección después de 70 años de éxito, el proceso de integración europea proseguirá sólo si los ciudadanos nos implicamos porque consideramos que la UE se ocupa de nosotros y da soluciones a nuestros problemas, siendo conscientes de que no podemos pedir a la UE que actúe más allá de sus competencias.
Así, para que todas estas decisiones se tomen contando con los ciudadanos, este 9 de mayo dará comienzo la Conferencia sobre el Futuro de Europa diseñada para reunir a ciudadanos, representantes de la sociedad civil, ONGs, empresarios, sindicatos y representantes de las instituciones nacionales y europeas, para que debatamos y decidamos cómo debe evolucionar la Unión y así adaptarse mejor a las necesidades y ambiciones del presente y del porvenir. “future.europa.eu” es la plataforma en la que se coordinan todas las iniciativas procedentes de cualquier rincón de Europa. Animamos a participar activamente.
Desde el Consejo Andaluz del Movimiento Europeo vamos a contribuir a los trabajos de la Conferencia. En tanto que organización de la sociedad civil comprometida con el ideal de la construcción europea, nuestro objetivo es canalizar la participación de Andalucía, como ámbito donde podamos debatir y concretar nuestras demandas y aspiraciones y como instancia para hacerlas llegar a los centros de decisión.
Los andaluces no podemos dejar pasar esta oportunidad para que se escuche nuestra voz y estemos presentes en el diseño del futuro de Europa.
Europeístas de Andalucía, ¡levantaos!
Marycruz Arcos Vargas
Presidente del Consejo Andaluz del Movimiento Europeo.