Hace poco más de una semana (el 31 de noviembre) multitud de medios de prensa se hacían eco de una noticia insólita con un titular más que preocupante: 2000 bulbos de una planta amenazada, Muscari parviflorum, “rescatados” por la Junta de Andalucía en Guadalmar (entiéndase el Arraijanal). Esta noticia describía la extracción de todos los individuos (o los que eran visibles en ese momento, y nada menos que 2000) de una planta amenazada para su “conservación”. En dicha acción colaboraron tanto administraciones públicas, la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible (Junta de Andalucía) y el Ayuntamiento de Málaga, como instituciones científicas, el Real Jardín Botánico de Madrid (CSIC). Pocas veces se ha visto tanta colaboración para una actuación tan cuestionable.
Cuestionable en primer lugar por la necesidad de arrancar la población al completo, la facilidad con que se ejecutan este tipo de actuaciones, el anuncio trapacero a la par que edulcorado de “rescate”, y alardeando de todo un “éxito en la conservación de la biodiversidad”. Para hacernos una idea de la proporción del desastre, la población de linces en España es menos de la mitad que la de esta planta, y nadie en su sano juicio se plantearía capturarlos a todos para su conservación. Evidentemente, si un lugar puede albergar tantos individuos, tan malo no será, aunque no esté en las mejores condiciones, como poco reúne las condiciones básicas para que esa especie pueda vivir. Llevárselos a otro lugar no da garantías de su supervivencia porque ese nuevo hábitat puede que no sea el adecuado, y no deja de ser una introducción a pequeña escala que afectará a las especies que ya vivían en el hábitat de destino. Tampoco es necesario arrancarlos todos para realizar acciones de conservación ex situ, porque con una pequeña muestra es suficiente, y preferiblemente de semillas. En cuanto a que es el primer paso para su inclusión en el Catálogo Andaluz de Especies Amenazadas es un argumento tan ridículo como falso, puesto que para ello tan sólo hay realizar una petición rellenando un simple formulario.
En segundo lugar, las formas con que han actuado ambas administraciones tienen tintes de oportunismo y parcialidad, puesto que esta misma planta ya se les presentó cuando se estaban realizando las obras de la academia de fútbol, en aquel proyecto fragmentado para eludir trámites. En aquél entonces, en Arraijanal no había “cosas”, tan sólo era un lugar sin interés ambiental en el que había poco más que malvas, cardos y otras especies herbáceas sin ningún valor, y ahora resulta que sí hay “cosas”, al menos una. Y han tenido que enterarse por la comunicación de un naturalista y no por el artículo científico que se les puso por delante. Aquí se repite una vez más el desprecio hacia la ciencia según la conveniencia, como ya ha ocurrido en otras ocasiones.
Por último, es una actuación cuestionable también porque va en contra de la conservación de los hábitats. Las traslocaciones suponen un reduccionismo extremo en el que la práctica conservacionista se limita a la conservación de una sola especie, o de unas pocas, en lugar de tomar medidas de gestión del territorio. Pero la no conservación de los hábitats conlleva la extinción de especies, especialmente cuando éste es raro o vulnerable, como ocurre en el Arraijanal. Recordemos que se trata de un ecosistema único, constituido por un humedal natural en terreno arenoso que no tiene réplica en todo el litoral mediterráneo andaluz. Y como todo hábitat singular hay especies singulares. Hay muchas especies únicas y vulnerables refugiadas en este entorno, en el que sólo Muscari parviflorum ha merecido atención en este momento, pero no es la única especie destacable. La no conservación de los hábitats, en este caso de Arraijanal, no es un hecho puntual o extraordinario, sino que es un mal recurrente por parte de esta Consejería, ya sea por ignorancia o por interés, como ya ha sucedido con los ríos de la provincia de Málaga.
La traslocación de los bulbos de Muscari parviflorum del Arraijanal ha escrito otro capítulo más en la destrucción de la biodiversidad por el alcance de la medida (la población al completo y en un número nada menos que de 2000 individuos) para no conservar su hábitat. Un caso más en el que las distintas administraciones públicas emplean sus fondos igualmente públicos para beneficiar a una actividad privada, otra forma más de privatización que en tiempos de crisis y pandemias se descalifica por sí sola. Un caso manifiestamente visibilizado por una especie concreta de planta que muestra un interés diferente por parte de las mismas administraciones según las circunstancias del momento.
Dime qué naturaleza tienes y te diré qué sociedad eres.
El Arraijanal, abandonado a su suerte, sufre las consecuencias más duras de una mala (nula) gestión, en la que priman los intereses privados frente al bien público natural. Quizá, por ello, por la ausencia de gestión, muestra más naturalidad que otros espacios ya protegidos como el cercano Paraje Natural de la Desembocadura del Guadalhorce, aunque haya supuesto el desprecio y la incomprensión de una parte de la sociedad que no valora la conservación de este tipo de hábitats. Y es que nunca ha habido intención de conservar los hábitats aunque sobra ignorancia para alardear de conservación de especies. Y si de conservación de especies se trata, lo próximo que cabría esperar es que vinieran con palas a llevarse todo el arenal en camiones porque Muscari parviflorum no es la única “cosa” que hay en el Arraijanal. Aunque lo apropiado en este caso sería que devolvieran los bulbos expoliados al lugar que les pertenece.