Son innumerables las veces que habremos oído en boca de amistades, familiares, parejas, compañeros/as de trabajo o incluso auto-escuchándonos verbalizaciones del tipo “ yo soy así” o “ya sabes cómo soy” o “ya estas alturas no voy a cambiar”.
Una frase comodín, recurrente, manejada por aquellas personas que normalmente suelen repetir los mismos malos hábitos, las mismas costumbres o las mismas conductas, creyendo que por arte de magia, esgrimiendo dicha excusa, sus consecuencias naturales quedan enmendadas, obteniendo indulgencia por parte del contexto.
Para afrontar a este cliché se plantea la siguiente reflexión: ¿permanecemos igual que hace uno, dos o tres años? ¿sí?, ¿no?, ¿quizás? Sería interesante que en este breve lapso de tiempo, en el que nuestra mente activó inmensidad de recuerdos visualizáramos cómo nuestra personalidad ha estado sujeta a infinidad de cambios.
Para bien o para mal, nuestra personalidad ha ido ajustándose, moldeándose en base a nuestras experiencias vividas en cada una de nuestras diferentes etapas evolutivas; la niñez, la juventud y la madurez. . Por lo tanto, el pretexto de “ yo soy así” queda ahora más que nunca en entredicho.
Un estudio longitudinal (1950-2012) de la Universidad de Edimburgo (Escocia) ha constatado que la personalidad no es tan estable e inamovible como mucha gente piensa. Que la forma en la que cada uno se relaciona con su entorno y la manera en la que actúa en su contexto varía, y mucho, con el paso del tiempo. Para bien y para mal. Nuestra personalidad o la manera en la que actuamos en ciertas situaciones (cómo estudiamos, cómo nos organizamos…) y cómo nos relacionamos con el entorno cambia a lo largo del tiempo y además podemos modificarla a voluntad.
Así, una persona que es impuntual puede dejar de serlo. Un estudiante que no planifica, los comportamientos de nuestr@s hij@s, o por ejemplo también una persona que grita como forma de expresar su enfado, puede aprender otras maneras de comunicarse más efectivas.
Por ello, nos resulta imposible concebir el concepto de personalidad como algo fijo e inmutable, ya que la vida en sí misma, es un cambio abierto en constante evolución.
Entonces, ¿Cómo cambiamos esta inflexibilidad mental?
Al cambio siempre se le precede de un primer paso; creérselo. Lo curioso de nuestro cerebro es que éste es capaz de autoconvencerse a través de determinadas autoafirmaciones y llegar a modificar sutilmente nuestra identidad, nuestra personalidad, nuestra salud, nuestros hábitos o incluso nuestras adicciones más instauradas por otras mucho más amables, sin embargo, con el pensamiento simplemente no basta. Si se quieren resultados diferentes, no se puede seguir haciendo lo mismo.
Cambiar requiere un esfuerzo tremendo y es muchas veces más fácil mantener las mismas rutinas. Tampoco reflexionamos sobre si este cambio nos puede hacer mejorar nuestra vida y la de las personas que nos rodean, así que no encontramos la motivación para esforzarnos.
Parece que nos dan igual las consecuencias de nuestras conductas porque “yo soy así”. Ahora sabemos que es una excusa para no esforzarnos.
Si quieres cambiar en Centro Te Motivan podemos ayudarte para que te suponga un esfuerzo menor. Busca y encuentra tus motivos!
Rocío Gómez Carrillo
Psicopedagoga y directora Centro Te Motivan