La Malagueña, patrimonio internacional

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Málaga ha parido multitud de manifestaciones artísticas que son patrimonio de la Humanidad. Pero pocas se sienten tan cercanas y propias como la Malagueña, un canto y un baile que traspasan las fronteras del flamenco.

Pocas veces nos paramos a pensar en el origen de las cosas, y damos por sentado que lo que forma parte de nuestra cultura ha estado ahí siempre. En otras palabras, cada día somos más curioros por conocer la procedencia de historias, geografía o astrología.

Sin embargo, el mundo está lleno de historias rocambolescas y casualidades (y no tan casualidades) que explican que la veintiuna que aparecía en las novelas de Cervantes acabase en los casinos de Las Vegas, o que un invento venezolano como es el amargo de Angostura sea el ingrediente clave de la bebida nacional de Australia.

 

“La malagueña” anuncia su origen allá donde va, pero resulta curioso que, desde su Málaga natal, haya pasado a formar parte de las raíces y el folclore de muchos pueblos, no solo a nivel nacional, sino también internacional, y la hayan convertido en algo propio.

Si pensamos en música y en una malagueña, a nivel internacional está claro que la más reconocida es la “Malagueña salerosa”. En este caso, la denominación no hace referencia a un género musical, sino a una mujer de Málaga. A ella dedicaron esta canción Elpidio Ramírez y Pedro Galindo, a quienes se les suele atribuir su autoría. Sin embargo, hay cierta controversia respecto a quién es el autor, y para muchos el origen de este tema sería popular. “Malagueña salerosa” es una canción que pertenece al género del son huasteco, una variante del “son” mexicano, muy típico del país azteca.

 

Hay otras canciones que llevan por título “Malagueña”, como la compuesta por el cubano Ernesto Lecuona en los años 30, y que hacen referencia a un rasgo alabado en multitud de ocasiones en distintas manifestaciones artísticas: la belleza de las mujeres malagueñas. Pero “Malagueña salerosa”, además de haber sido versionada en multitud de ocasiones por distintos tipos de artistas, desde Los Panchos al grupo de heavy metal Avenged Sevenfold, alcanzó fama mundial gracias al cine. El director Robert Rodríguez la incluyó en el inicio de la última de las películas de su trilogía de El Mariachi, El Mexicano (2003), donde el tema aparece interpretado a la guitarra por uno de los malagueños más internacionales, Antonio Banderas. Además, su compadre Quentin Tarantino la incluyó después, en versión del grupo Chingón, en la banda sonora de Kill Bill vol. II (2004), haciéndola todavía más conocida y universal.

En Andalucía, cuando se habla de malagueñas musicales nos referimos a un palo flamenco, sin embargo, sus raíces no son flamencas. El origen de la malagueña está principalmente en los antiguos fandangos malagueños, y se remonta al siglo XVIII. Fue a finales del siglo XIX cuando se empieza a acercar al flamenco.

En esta actuación en el programa “Tal como somos” de Canal Sur en 1992, podemos ver una interpretación de la malagueña propia de Málaga a cargo de vecinos de Alhaurín el Grande vistiendo los trajes típicos de la zona.

Sin duda, la malagueña forma parte del folclore de Málaga en distintas formas. Lo que no es tan conocido es que también es pieza fundamental del legado tradicional de otras regiones españolas como la Comunidad Valenciana, Murcia y las Islas Canarias. Como veremos, pese a cada uno de estos lugares tiene su propia manera de interpretar la malagueña, hay rasgos comunes que son muy evidentes, tanto en el compás como en el baile o incluso la vestimenta.

Especialmente en las comarcas del sur de la Comunidad Valenciana y en pueblos de la costa de Castellón, la malaguenya, también conocido como l’u (“el uno”), es uno de los bailes tradicionales más típicos, aunque cuenta con distintas variantes y denominaciones en algunos pueblos. Es un baile por parejas, que en algunos sitios forman círculos, y que en su origen no tenía pasos determinados; el hombre invitaba a la mujer a bailar y era ella quien decidía qué paso quería hacer, “jugando” a engañar al chico. En algunos lugares se le llama la dansà dels fadrins, “la danza de los solteros”.

Entre los bailes tradicionales de la Comunidad Valenciana se dan también las seguidillas y los fandangos.

Seguramente por proximidad geográfica, tiene lógica que las malagueñas murcianas sean bastante similares a las de la Comunidad Valenciana y, a su vez, a las de Málaga.

En las Islas Canarias, la malagueña tiene un gran peso. De hecho, hay quien considera que la malagueña proviene no solo de los fandangos malagueños, sino también de la folía canaria. Esta es más antigua que la malagueña y tiene su origen en Portugal (en algunos lugares de Málaga también se conocen a las malagueñas como “portuguesas”); después pasó por Andalucía para acabar convirtiéndose en característica de las islas.

Aunque en su origen era una pieza alegre, la malagueña canaria, igual que las de otras regiones, se ha ido haciendo más lenta y melancólica. Coincide también con la andaluza en los temas, que muchas veces son referencias al amor por las madres. En muchas de las malagueñas de todas las regiones se canta sobre la tierra, los pueblos de cada territorio; en Canarias esto se traduce en la existencia de malagueñas sobre las distintas islas.

Resulta curioso que regiones tan distintas entre sí utilicen el mismo elemento como uno de los rasgos más definitorios de su cultura, lo que las une es a la vez lo que las define y diferencia. Es este tipo de coincidencias y peculiaridades las que se pudieron observar en el Festival Internacional de Folclore de Málaga, el FIFMA, que se volvió a celebrar el pasado mes de septiembre después de cuatro años de ausencia. Por el momento, no se tienen noticias sobre una nueva edición.

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