Hoy por hoy lo que más se conoce de la Educación Montessori es todo aquello ‘visible’. Para la co-directora del Instituto Internacional Canela Montessori «se reducen las conversaciones a hablar del ‘Método’ que, aparentemente gira alrededor de una serie de materiales diversos para la primera infancia. A todo le ponen el nombre Montessori: ‘silla Montessori’, ‘tijeras Montessori’, ‘actividad Montessori’ y esto desvía la atención de lo realmente importante». Advierte ya que «hemos de cultivar una mirada que nos lleve a profundizar en los temas para poder llegar a comprender mejor el origen de ciertas situaciones cotidianas que se viven al interior de las familias y en las escuelas».
«Hay un universo de posibilidades que forman parte de la base y de la esencia de este tipo de educación, unos elementos que logran que el adulto haga visible aquello invisible como lo es el mundo interior de las personas, comenzando por sí mismo «–sostiene Lillo Orellana. «Para lograrlo –agrega- hemos de saber que además del ambiente preparador físico, en el cual están efectivamente disponibles, secuenciados con rigurosidad y accesibles a los niños todos los materiales y propuestas de todas las áreas de aprendizaje -lo cual llamamos ‘curriculum expuesto’-, existe lo que denominamos Ambiente Preparado Psíquico», explica Lillo.
«Este tipo de educación en realidad lo que busca es acompañar el proceso de configuración de la personalidad y del carácter de cada ser humano desde los 0 a los 6 años, y más a más continuar este camino de autoconocimiento durante toda la Primaria y en algunos países hasta los 18 años. Para ello, el trabajo ‘académico’ que se realiza es una herramienta que ayuda al proceso de desarrollo en todos los ámbitos de la vida: intelectual, social, emocional y espiritual, porque somos un todo integrado. Tal y como lo señala Marco Zagal: El Ambiente Preparado Psíquico (emoción-mente-espíritu) es la base para construir cualquier ambiente preparado, en cualquier rincón del planeta. La calidad de los aprendizajes está en relación a la calidad de vida emocional de un niño», explican desde el Instituto.
¿Qué se hace en este tipo de escuelas para que el acompañamiento emocional sea realmente efectivo?
«Muchas veces nos preguntan por qué en la mayoría de escuelas Montessori existen bajísimos niveles de agresión entre niños y jóvenes, e incluso prácticamente no se genera bullying. Lo primero es el trabajo a nivel de desarrollo personal del adulto, sean madres, padres o maestras. Poder comprender ideas como la de Pestalozzi que decía que la ‘Educación es un acto de amor’, es una declaración importante de tener en consideración, por la profundidad que conlleva: es amor en toda la extensión de su significado, amor hacia uno mismo, amor hacia el otro, amor hacia lo otro», sostiene la educadora. Y al hablar de educación «vemos que trasciende tanto en el mundo exterior como hacia el mundo interior de cada persona. Maria Montessori incluso llegó a escribir un libro denominado ‘La Autoeducación en la escuela elemental’, llevándonos nuevamente a pensar en los procesos de aprendizaje vinculados a la conciencia y al desarrollo de la voluntad», explica.
Todo el vínculo que se va generando entre adultos, niños y jóvenes necesita tener como punto de partida «el darnos cuenta de cómo nos escuchamos a nosotros mismos y a los demás, porque esto nos permite reconocer las emociones que forman parte de este Ambiente Preparado Psíquico», desarrolla Beth Lillo.
«El amor es inherente al niño para su desarrollo y Maria Montessori lo describe como una fuerza vital que lo lleva a la construcción de su personalidad, al sentir una atracción al medio ambiente, a los objetos cercanos de manera de lograr un desarrollo afectivo muy adecuado, es decir, una buena salud emocional», recuerda Elena Young. Como educadores «somos un referente para el niño-joven y hemos de prepararnos en las diferentes formas de promover una vida psíquica saludable que permita acompañar los procesos emocionales de cada estudiante, generando un clima de aceptación y profundo respeto por todo y por todos», explica la experta. ‘Te quiero porque eres como eres’ recuerda constantemente André Stern en cada una de sus conferencias», sostiene Beth Lillo. Se trata de promover acciones cotidianas que son básicas para convivir y facilitar una vida emocional sana tales como:
- -Favorecer espacios educativos dialogantes y democráticos.
- -Conjugar adecuadamente libertad y límites.
- -Cuidar el contacto visual al hablar.
- -Cuidar la intimidad de la otra persona y no exponerla arbitrariamente ante el grupo.
- -Ponerse a la misma altura del otro.
- -Cuidar el tono y volumen de la voz.
- -Ser conscientes del lenguaje corporal.
- -Estar en el ‘presente’ desde una escucha real y sincera que no emite juicios de valor.
- -Siempre ser 1 a 1(evitar que al mediar un conflicto estén presente dos adultos y un niño).
Todos estos elementos van de la mano con el trabajo de construcción de conocimientos a través de estos materiales manipulativos conocidos mundialmente, cuya particularidad es que van desde lo concreto a lo abstracto, desde lo simple a lo complejo, en todas las áreas o ‘asignaturas’ comúnmente desarrolladas en las escuelas.
La organización espacial debe responder a un planteamiento multidisciplinar y no caer en la fragmentación del conocimiento. «Si existe un ambiente adecuado, éste actuará de forma positiva en las vidas de quienes coexisten allí, lo cual se refleja a través de comportamientos positivos al interior de cada grupo. Hay que crear escenarios o microambientes dentro del propio centro escolar o en el hogar que garanticen entornos ricos y estimulantes, que a la vez sean espacios de referencia para todos quienes allí habitan. Su proceso de crecimiento nos pide que pongamos a su alcance puntos de referencia para que puedan situarse y apropiarse del espacio, siendo un maravilloso desafío para el adulto esta invitación a conectar con nuestra vocación, ya que niños y jóvenes nos reflejan nuestras luces y nuestras sombras, son aquellas personas que nos ayudan a crecer cada día». Así lo define Julie Rivera Río al recordar su labor como maestra: «trabajamos por una educación integral, o más que integral, lo que Maria Montessori llama Educación Cósmica donde todos somos parte de un todo y donde todo lo que hagamos repercute en el otro. Siento una gratitud, siento que ellos me dan más de lo que nosotros les damos, los niños son nuestros maestros», explica la experta.
Por tanto, desde esta perspectiva, «un adecuado acompañamiento emocional no consiste en diseñar talleres extracurriculares o una nueva asignatura en las escuelas para aprender a reconocer las emociones. Eso sería igual que reducir Montessori al uso de unos materiales o bien decir que en esta escuela celebramos la paz porque hay un día del año en que todos se visten de blanco, pero carece de unos protocolos de actuación que permitan vivir en entornos pacíficos y democráticos cada día del año. Este proceso de acompañamiento emocional ha de ser activado a través de situaciones cotidianas donde todos van logrando orientarse al sentir que conviven en un lugar seguro, bello, respetuoso, tierno en el cual aparece el silencio espontáneamente, transformándose en un espacio de salud mental colectivo donde nacen diversos procesos creativos», razona la directora de Montessori Internacional Canela.
«Hemos de saber –recuerda-que el adulto es parte del Ambiente Preparado y tanto el lenguaje corporal como el lenguaje verbal nos han de ayudar a replantear hechos a partir de la observación y de la auto-observación constante». El lenguaje transforma realidades, tal y como señala Soco Nieto: «Para mí, lo más importante es cuidar el lenguaje que usan con los niños. La manera de pedirles las cosas, de señalar que algo no es correcto, de cuestionarlos, de invitarlos a regresar a su actividad. Es muy importante que los adultos comprendan el alcance que tienen sus palabras en la vida de un niño y de los jóvenes, para que logre diferenciar cuánto es una proyección de sí mismos y cuánto corresponde a la realidad observada».
«La libertad que existe en estos entornos de aprendizaje debe considerarse como una finalidad de la educación. Es a través de la libertad de movimientos y de elección de sus actividades educativas la forma en que desarrollan sus talentos, no a través de la imposición arbitraria por medio de la cual se les intenta hacer creer que deben escuchar tal y cual contenido porque lo necesitan. Para hacer algo en libertad, es necesario poder hacerlo y saber hacerlo. La implicancia real de los estudiantes permite que se apropien de su proceso, que se hagan conscientes de sus emociones y afectos, desarrollando la responsabilidad y el compromiso consigo mismos y con los demás como uno de los valores más nobles de la humanidad. Porque afecto, emoción y aprendizaje van unidas, nos ayudan cada día a decidir qué se quiere hacer con uno mismo. Acompañar estos procesos de vida es un regalo para cualquier adulto puesto que las emociones son el resultado de un conjunto de procesos fisiológicos, son parte vital de la propia biología, y por ello no se pueden obviar, menos en un proceso de aprendizaje», concluye.