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sábado, diciembre 21, 2024

Cumbre sobre acción climática: Seamos realistas, hagamos lo posible y urgente

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Por: Deny Extremera San Martín

La Cumbre sobre Acción Climática que se celebra este lunes en Nueva York es un intento de impulsar nuevas iniciativas de “gobiernos, las empresas y la sociedad civil para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, aumentar el compromiso de todas las partes y trabajar para reducir las emisiones a cero esencialmente a mediados de siglo”, ha señalado la ONU, que organiza la reunión, precedida por un verano de olas de calor e incendios en la Amazonía y en otras zonas boscosas del mundo, mientras se suceden informes científicos y revelaciones que refuerzan la urgencia de actuar ante la situación actual.

En el horizonte está el plazo de 2030 para lograr una reducción de las emisiones netas mundiales de CO2 (-45% respecto a los niveles de 2010, camino a cero emisiones en 2050), que permita mantener la posibilidad de limitar el calentamiento global en +1.5°C respecto a los niveles preindustriales (1850-1900) y evitar que el cambio climático llegue a un punto de consecuencias duraderas e irreversibles que comprometan el futuro de la humanidad.

Es -han dicho expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, inglés)- algo posible según las leyes de la química y la física, pero año tras año ha fallado lo que resumía el secretario general de la ONU, António Guterres, a raíz de la 24 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP24, a finales de 2018: “Lo que falta, aun después del Acuerdo de París, es el liderazgo, un sentido de urgencia y un verdadero compromiso con una respuesta multilateral decisiva”.

¿Por qué es importante la cumbre de este lunes? Porque abre un breve período en que serán claves las decisiones y avances en la implementación del Acuerdo de París (2015, adoptado por 195 países) para reducir las emisiones de forma significativa, reforzar los planes y compromisos de los países y el frágil consenso frente a gobiernos que amenazan con retirarse del Acuerdo y otros que incluso rechazan los informes del IPCC y se niegan a debatir sus recomendaciones.

Es, quizás, una última oportunidad para echar a andar la maquinaria -con el grado de urgencia que se requiere- antes de la COP25 (en Chile, a finales de 2019) y la COP26, prevista en Reino Unido en 2020, el año señalado por el informe del IPCC de octubre de 2018 para que lleguen a su pico máximo las emisiones de CO2 y comiencen un descenso, la inflexión requerida para lograr el objetivo de 2030.

El 2020 será decisivo. Entonces deberán estar definidos los planes de reducción de los países (contribuciones determinadas), con cambios que aseguren mantener en +1.5°C el aumento de la temperatura global durante los próximos años. Con los compromisos y los volúmenes de emisiones de CO2 actuales, el mundo va camino hacia +3°C o más para finales de siglo, un escenario que los científicos advierten más catastrófico y que no es del todo previsible.

Pasaron casi 30 años desde el primer informe del IPCC -en el cual ya se establecía que “las emisiones producidas por las actividades humanas aumentan sustancialmente las concentraciones atmosféricas de los gases que producen el efecto de invernadero (…) Estos aumentos potencian el efecto de invernadero, lo que producirá por término medio un calentamiento adicional de la superficie de la Tierra”.

El IPCC fue creado en 1998. Desde ese año, según datos internacionales, se ha sumado más carbono a la atmósfera que en toda la historia de la humanidad. Han sido tres décadas de advertencias científicas desoídas por quienes tenían el poder y la responsabilidad de cambiar el curso de las cosas desde los gobiernos.

Las emisiones anuales de CO2 provenientes de la pérdida de cubierta forestal en países tropicales promediaron 4 800 millones de toneladas por año entre 2015 y 2017. Para entenderlo mejor: la pérdida de bosque tropical está generando más emisiones en un año que la que causarían 85 millones de autos en toda su vida útil. (Fuente: Instituto de Recursos Mundiales)

La emergencia climática arrecia en una etapa en que serán mayores los retos: la economía mundial se duplicará en los próximos 20 años, al igual que la población urbana. Se espera que también se duplique la infraestructura, con una inversión estimada de 90 billones de dólares hasta 2030; de ahí que los expertos insistan en la importancia de que sea limpia (que cada día se hace más económica y en muchos casos llega a superar en rentabilidad a la convencional).

Los humanos seremos más, pero no iremos mucho más allá del 0.01% que hoy somos entre todos los seres vivientes del planeta. Sin embargo, ejerceremos una presión mucho más brutal sobre sus recursos y su equilibrio ecológico, a menos que, como advertían los expertos del IPCC en su informe de octubre de 2018, implementemos “cambios de gran alcance y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad”, que van de la matriz energética al sistema financiero y el uso sostenible de la tierra.

El huracán Dorian tomado desde la Estación Espacial Internacional, septiembre de 2019. Foto: NASA.

La temporada de huracanes en el Atlántico de 2017 fue una de las más devastadoras de la historia con más de 125 000 millones de dólares en pérdidas asociadas solo con el huracán Harvey. Ciclones tropicales consecutivos sin precedentes del océano Índico golpearon a Mozambique en marzo y abril de 2019. (ONU)

Algunos datos que llaman a la acción

-Según científicos, no faltaría mucho más CO2 que agregar a la concentración actual de ese gas en la atmósfera para que el calentamiento global llegue a un punto en que sea irreversible el deshielo en Groenlandia y zonas de la Antártida, se eleve consiguientemente el nivel del mar y sean desplazados millones de habitantes de ciudades y regiones en las costas. Las presiones migratorias serán mucho mayores que las actuales.

La presión del cambio climático (migraciones, afectaciones de cosechas, hambrunas, sequías, desastres naturales) se reflejará en la seguridad.

-La concentración de CO2 en la atmósfera es actualmente la más alta de los últimos tres millones de años y alcanzó un récord histórico en mayo de este año: exactamente 415.39 partes por millón (ppm). Dos décadas atrás, los niveles eran de 365 ppm; antes de la Revolución Industrial, de 250 ppm. Hoy se registra un aumento anual de 3 ppm. De mantenerse, el valor se acercaría a 450 ppm en poco más de diez años, con un aumento correspondiente de 2 a 3.5°C en la temperatura global en décadas próximas.

La mayoría de las emisiones de CO2 producidas por el hombre se liberan a través de la quema de combustibles fósiles, pero también por la reducción (tala y quema) de los bosques que absorben carbono. Otros gases de efecto invernadero, como el metano y el óxido nitroso, también provienen de la actividad humana, pero su abundancia general es pequeña en comparación con el dióxido de carbono.

-Además del aumento más acentuado del nivel del mar o el colapso de corrientes oceánicas claves para moderar el clima mundial, el proceso de deshielo podría contribuir a la liberación de grandes cantidades de metano (otro gas de efecto invernadero) atrapado en el permafrost o suelo congelado bajo la capa de hielo.

-2015, 2016, 2017 y 2018 han sido los cuatro años más cálidos desde que comenzaron los registros en 1880, según la Organización Meteorológica Mundial. El 2019 va camino de completar el quinquenio más caliente. La temperatura media global de la superficie en 2018 fue aproximadamente de 1ºC por encima de las temperaturas preindustriales. En el registro, 20 de los últimos 22 años han estado entre los más cálidos.

“Muchos de los eventos climáticos extremos son consistentes con lo que esperamos de un clima cambiante. Esta es una realidad que debemos enfrentar. La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y las medidas de adaptación al clima deberían ser una de las principales prioridades mundiales”, ha declarado el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.

Si esta tendencia continúa, la OMM estima que hacia 2100 las temperaturas pudieran haber aumentado entre 3 y 5ºC respecto a los niveles preindustriales. Advierte, además, que el período actual de calentamiento ocurre más rápidamente que los eventos registrados en el pasado.

La temperatura promedio de la superficie de la Tierra ha aumentado en aproximadamente 1°C en el último siglo. Casi 0.6°C de ese calentamiento corresponde a los últimos 30 años.

-Según expertos de la OMM, en los próximos cinco años la temperatura media mundial aumentará entre 1.2 y 1.3°C por encima de los niveles preindustriales.

Maxx Dilley, director del área de predicción y adaptación climática de la OMM, dijo esta semana que “esas estadísticas no solo son alarmantes, destruyen cualquier falsa sensación de seguridad de que quizás podremos salir del paso. Tendrá que haber un aumento dramático en el nivel de ambición y también en el nivel de cumplimiento de las actuales políticas que busca abordar esto”.

Las olas de calor en los últimos años han sido las más letales, afectaron a todos los continentes y establecieron registros récord de temperatura a nivel nacional. Las olas de calor generalizadas y duraderas, los incendios récord y otros eventos devastadores como los ciclones tropicales, las inundaciones y la sequía han tenido un gran impacto en el desarrollo socioeconómico y el medio ambiente. (ONU)

-De acuerdo con el informe Pérdidas económicas, pobreza y desastres 1998-2017, publicado a fines de 2018 por la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, los fenómenos meteorológicos extremos costaron 2.24 billones de dólares, el 77% del total de las pérdidas económicas. Esa cifra representa un crecimiento de 151% en comparación con las registradas entre 1978 y 1997 (895 000 millones de dólares).

-Un millón de especies de animales y plantas, de los ocho millones que se conocen, están amenazadas de extinción y podrían desaparecer en pocas décadas si no se toman medidas urgentes, según la ONU. El 75% de los ecosistemas terrestres y el 66% de los marinos ya están “gravemente alterados”. Más del 85% de los humedales que existían en 1700 se han perdido.

La tasa global de extinción de especies ya es por lo menos de diez a cientos de veces mayor que la tasa promedio en los últimos 10 millones de años y se está acelerando, indicó en mayo pasado un informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES), que patrocinan varias agencias de la ONU. El cambio climático, el cambio de uso de tierras y la contaminación están entre las causas.

Entre 1980 y el año 2000, los bosques tropicales han perdido 100 millones de hectáreas, principalmente para criar ganado en Sudamérica y crear plantaciones de palma en el sudeste asiático.

-Para el año 2050, el cambio climático podría desplazar a 140 millones de personas solo en África subsahariana, el sur de Asia y América Latina, advirtió en junio último Philip Alston, relator especial de la ONU sobre la pobreza extrema.

En un informe, Alston informó que en 2017 cerca de 18.8 millones de personas fueron desplazadas debido a desastres en 135 países, casi el doble del número de desplazados por conflictos.

El cambio climático, además, podría “empujar a 120 millones de personas más bajo la línea de pobreza hacia 2030”.

El informe señala que los países en desarrollo deberán pagar cerca del 75% de los costos del impacto del cambio climático, a pesar de que la mitad más pobre de la población mundial es responsable de solo el 10% de las emisiones de dióxido de carbono.

Según Alston, “el riesgo de descontento, de creciente desigualdad y peores niveles de privación, podría estimular respuestas nacionalistas, xenofóbicas y racistas. Mantener un enfoque equilibrado en términos de derechos civiles y políticos será extremadamente complejo”.

-Para la Organización Internacional de Migraciones, hacia 2050 las migraciones como consecuencia del cambio climático involucrarán a entre 25 millones y 1 000 millones de personas que se desplazan dentro de sus países o más allá de sus fronteras, aunque la cifra más probable sería de 200 millones.

-De continuar el actual ritmo de emisiones (también los océanos absorben más CO2 y se acidifican, además de calentarse con el aumento de la temperatura), hacia 2050 podría desaparecer casi el 90% de los arrecifes de coral, hábitat del 25% de las especies marinas.

En 1998 ocurrió el primer evento global de blanqueamiento y murieron más del 15% de los corales en el mundo. Desde entonces han sido más frecuentes los episodios de blanqueamiento, el más reciente en 2015-2016, según ONU Medio Ambiente.

La tasa observada de aumento medio global del nivel del mar se aceleró de 3.04 milímetros por año durante el período 1997-2006 a aproximadamente 4 mm durante el período 2007-2016. Esto se debe a la mayor tasa de calentamiento y derretimiento de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida Occidental. Además, ha habido un aumento general del 26% en la acidez del océano desde el comienzo de la era industrial. (ONU)

-Este mes de septiembre, un informe de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR) reveló que si no se actúa para revertirlo, el costo humanitario del cambio climático ascenderá a unos 20 000 millones de dólares en 2050. Unos 200 millones de personas necesitarán cada año asistencia humanitaria por tormentas, sequías e inundaciones, casi el doble de los 108 millones que lo necesitan actualmente.

-Los efectos del cambio climático (junto a prácticas agrícolas intensivas, el monocultivo, el uso excesivo de pesticidas, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación) están entre las causas que reducen hoy las poblaciones de abejas y otros polinizadores, responsables de polinizar más del 75% de los cultivos claves para la alimentación de la humanidad, ha advertido la FAO.

-La extensión del hielo marino del verano ártico ha disminuido a una tasa de aproximadamente 12% por década durante 1979-2018. Los cuatro valores más bajos para la extensión del hielo marino en invierno ocurrieron entre 2015 y 2019.

Según datos de la ONU, el panorama es parecido en el otro polo. La cantidad de hielo perdido anualmente de la capa antártica aumentó al menos seis veces entre 1979 y 2017, y la pérdida de masa de glaciares para 2015-2019 es la más alta en cualquier período de cinco años registrado.

“Si vemos los incendios en Siberia, Alaska, Canadá y Groenlandia, en el Círculo Polar Ártico, sumamos 50 megatoneladas de emisiones de CO2 en junio y 79 megatoneladas en julio. Y ahora vemos lo que está pasando en el Amazonas. Tenemos una emergencia climática real. Estamos mucho peor de lo que estábamos durante la reunión de París, en 2015 (…) La realidad hace esencial que los países cumplan los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París (…) Precisamos más ambición; necesitamos un compromiso más sólido”. (António Guterres, secretario general de la ONU, Cumbre del G7 en Biarritz, agosto de 2019).

Los incendios han afectado a la Amazonía brasileña por años, y se expanden alrededor de los claros que deja la deforestación. Imagen: NASA.

El verano de 2019 vio incendios sin precedentes en el Ártico que tan solo en junio emitieron 50 megatoneladas de carbono a la atmósfera. Esto es más que todos los fuegos juntos en esa región de 2010 a 2018. También hubo múltiples incendios en la selva tropical de la Amazonía, en particular en agosto. (ONU)

En los bosques boreales y templados los incendios ocurren de forma natural. Sin embargo, raramente son naturales los incendios en las selvas tropicales como la Amazonía, con un denso dosel arbóreo y un nivel de humedad tal que generan su propia lluvia. Los incendios ocurren cuando la tala abre claros y el uso del fuego por personas interactúa con las temperaturas extremas y la sequía, que tiende a prolongarse con el cambio climático.

Una realidad, una crisis, una oportunidad

Hace años el cambio climático es una realidad. Hoy hay mayor conciencia y activismo público a nivel mundial, mayor presión social sobre gobiernos y organizaciones, pero también inercias que vienen de la visión cortoplacista de algunos, el convencimiento de otros de que no será posible revertirlo (alcanzar la meta de -1.5°C) y recortar el uso de combustibles fósiles, o la expectativa de quienes cuentan con que el dinero les salvará de las consecuencias -prefigurando un estado de apartheid climático en que los más vulnerables cargarán con el grueso de la desgracia.

Las tendencias económicas y energéticas actuales sugieren que las emisiones serán al menos tan altas en 2019 como en 2018. Se espera que el PIB mundial crezca al 3.2% en 2019, y si la economía global se descarboniza al mismo ritmo que en los últimos 10 años, eso aún conduciría a un aumento en las emisiones globales.

A pesar del extraordinario crecimiento de los combustibles renovables en la última década, el sistema energético mundial todavía está dominado por las fuentes de combustibles fósiles. El aumento anual en el uso de energía global es mayor que el aumento en la energía renovable, lo que significa que el uso de combustibles fósiles continúa creciendo. Ese crecimiento necesita detenerse de inmediato, aseguran los científicos. (ONU)

Hoy se desarrollan tecnologías como las de captura directa del CO2 en el aire y su almacenamiento bajo tierra, aún caras y limitadas, y aparecen propuestas científicamente soportadas como la de plantación masiva de árboles a nivel mundial, junto a otras que rozan la ciencia ficción o están en ciernes.

Porque no bastará con abandonar paulatinamente la matriz energética basada en los combustibles fósiles e impulsar las energías limpias con huella de carbono cero. Habrá que retirar miles de millones de toneladas de CO2 de la atmósfera, detener la deforestación (sobre todo de los grandes bosques tropicales) y la erosión de las tierras por mal uso (una de las fuentes de emisiones).

Hoy hay varias estrategias y tecnologías en desarrollo para retirar CO2 de la atmósfera y hasta del mar y almacenarlo en tierra, clave en el enfrentamiento al cambio climático. Los expertos llaman a poner impuestos al carbono, eliminar subsidios a los combustibles fósiles y poner en práctica políticas que reduzcan la demanda de petróleo, mientras se impulsa la transición a fuentes limpias.

Cada año, los bosques, los océanos y los suelos de la Tierra absorben alrededor de 4 500 millones de toneladas de carbono que, de otro modo, terminarían en la atmósfera y elevarían las temperaturas. Pero las emisiones alcanzan las decenas de miles de millones de toneladas. No dan abasto los almacenes naturales, y encima los diezmamos.

Cada año se talan en el planeta 15 000 millones de árboles y se pierden hectáreas de bosques que, de almacenes naturales de CO2, se convierten en emisores netos del principal gas de efecto invernadero. Un estudio de expertos de la Universidad de Maryland reveló en 2013 que entre 2000 y ese año el mundo perdió un área de bosque equivalente a 68 000 campos de fútbol cada día, o 50 cada minuto. Se trata de la pérdida de un área de 2.3 millones de km² en ese período (poco más de un tercio del área total de la Amazonía).

Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, ha dicho que “este no es solo un mundo de carencias, también lo es de sobreconsumo. Una gran paradoja es que cada año se desperdicien 1 300 millones de toneladas de alimentos, mientras casi 2 000 millones de personas padecen hambre o desnutrición”.

Otra gran paradoja es que cuando la civilización está ante una real encrucijada y ve amenazado su futuro pero tiene la tecnología y los medios necesarios para afrontar y superar la crisis, persistan (y se intensifiquen) la lógica del conflicto y guerras calientes y frías, comerciales y políticas, militares y financieras; se rearmen arsenales y se retomen planes nucleares.

El gasto militar mundial en 2018 fue de 1.8 billones de dólares, el 2.1% del PIB mundial o 239 dólares por habitante del planeta. El gasto total creció por segundo año consecutivo y superó los 1.8 billones por primera vez; fue 2.6% superior al de 2017 y 5.4% superior al de 2009, según el SIPRI Yearbook 2019, informe del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz.

Entre las necesidades para afrontar el cambio climático, se estima que deberá invertirse una cifra equivalente al 2.5% del PIB mundial durante dos décadas. Hacia 2050, el 85% de la electricidad global deberá provenir de fuentes renovables. Es un cambio que requiere recursos, una lógica de cooperación y el apoyo a un sistema multilateral que lidere el camino.

La extensión del hielo marino del verano ártico ha disminuido a una tasa de aproximadamente 12% por década durante 1979-2018. La cantidad de hielo perdido anualmente de la capa antártica aumentó al menos seis veces entre 1979 y 2017. Foto: ONU.

“Existen pruebas alarmantes de que se pueden haber alcanzado o sobrepasado puntos de inflexión que darían lugar a cambios irreversibles en importantes ecosistemas y en el sistema climático del planeta. Ecosistemas tan diversos como la selva amazónica y la tundra antártica pueden estar llegando a umbrales de cambio drástico debido al calentamiento y a la pérdida de humedad”, ha advertido la ONU.

Los peores impactos del cambio climático -si la humanidad no logra contenerlo- llegarán en unas décadas. Los efectos ya se sienten y se irán incrementando. Aun si cesan las emisiones, persistirán por generaciones. Por eso la urgencia. Ya pasó el tiempo de las negociaciones dilatadas, hoy solo sirven la real voluntad política y los actos que marquen diferencias y cambien los patrones actuales para reducir la huella de carbono.

Hoy miramos a exoplanetas que podrían albergar a seres vivos y se habla de planes para colonizar la Luna, pero, según WWF, menos del 1% de las especies de plantas en la selva amazónica -que ha seguido ardiendo- han sido estudiadas en detalle para conocer su potencial medicinal.

“Solo una acción inmediata e integral que abarque una profunda descarbonización complementada con medidas políticas ambiciosas, protección y mejora de los sumideros de carbono y la biodiversidad, y los esfuerzos para eliminar el CO2 de la atmósfera, nos permitirán cumplir con el Acuerdo de París”, aseguran los científicos. (ONU)

Hoy, salvar la vida en el planeta y hacerla mejor -no solo para la humanidad- es el imperativo ético, político, científico y humano; hacer que la crisis ecológica sea el punto de partida para sociedades más inclusivas, sostenibles y conscientes del valor y los derechos del mundo natural -que es el nuestro-, en las que prime la justicia climática y no el fantasma del apartheid climático.

Quizá volver a aquella foto de William Anders en 1968, cuando capturó la “salida de la Tierra” desde la órbita lunar y el planeta pudo ser visto por muchos, en colores, iluminado en parte y en parte en sombras, en medio del oscuro espacio.

Nuestra casa -y la de todos los seres vivos que con nosotros intentan convivir-, cálida para la vida pero peligrosamente cada vez más caliente y cercana al desequilibrio climático, en medio de la fría inmensidad. Quizá no debiéramos preguntarnos ahora si es única en el universo, sino comprender que es nuestra única oportunidad.

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